La noticia, escueta, es que en el minuto 79 del partido Italia-Uruguay Luis Suárez, uno de los tres mejores jugadores del mundo junto con Cristiano Ronaldo y Leo Messi, mordió el hombro izquierdo del zaguero de la Juventus F.C., Giorgio Chiellini.

El árbitro mexicano Marco Rodríguez y el juez de línea no vieron, o desestimaron la infracción. La mayoría del público tampoco vio el ataque, aunque si el hombro izquierdo rojizo que mostraba el zaguero bajando la camiseta. Más tarde, en un vídeo tomado desde atrás, aparece de modo confuso un movimiento de cabeza de Suárez golpeando el hombro de Chiellini. A continuación se ve que el jugador uruguayo se toma la boca con las manos, como lo haría quien se golpeó contra algo duro. En honor a la verdad, no hay un solo testimonio directo que vea el presunto mordisco ni un forense ha comprobado que la marca en el hombro sea nueva y de dientes.

En el reglamento del fútbol los fallos del árbitro son inapelables, tanto por acción como por omisión, y no hay sanciones retrospectivas. Pero la FIFA, entidad que cada vez más concentra negocios y decisiones deportivas, ha abierto una puerta legal para intervenir y ejercer su poder. Así, la FIFA actuó de oficio porque “se acogió al artículo 77.b de su código disciplinario”, que permite  (“podrá” se lee, no es obligatorio) imponer sanciones en forma retroactiva ante “errores obvios” del juez. El código fue implementado en el 2010 y jamás usado hasta el día de hoy. En ejercicio de esa facultad le aplicó a Luis Suárez una sanción de nueve partidos y cuatro meses de inactividad para cualquier actividad relacionada con el fútbol, más una multa de 112.000 dólares. No sólo eso: el frenesí castigador le impide al jugador asistir a campos de juego donde se desarrollen partidos internacionales, como si fuera una especie de peligro público. Además, le recomendó un tratamiento psicológico. Una locura incalificable.

Lo peor de todo es que se trata de una sanción que afecta el normal desarrollo de la Copa Mundial de Fútbol 2014 porque Uruguay no podrá contar con una pieza fundamental en su estructura futbolística.

No es la primera sanción excesiva y parcial de la FIFA. Muchos recuerdan a la enfermera que esperaba y tomó de la mano a Diego Maradona en el mismo campo de juego para llevarlo al control antidoping en el mundial de Estados Unidos 1994 (ayer se cumplieron 20 años). Ni antes ni después se volvió a ver una escena similar. No hubo, no hay, enfermeras que tomen de la mano a un jugador previamente sorteado para el control. Otro “detalle” a recordar es que el fallo se dio a conocer antes de la contraprueba, lo que lo invalidaba. La FIFA no procedió de acuerdo a las normas que ella misma fija porque previamente había decidido el resultado y Julio Grondona, presidente de la Asociación del Fútbol Argentino (AFA) no reclamó porque sacar a Maradona del mundial era requisito para su continuidad. Pero esto es otra historia y ahora estamos con Suárez.

Los diarios de Uruguay lo han expresado así: “La peor sanción”, tituló Ovación Digital, que confiesa que la suspensión cayó como “un baldazo de agua fría”. El portal oriental Tenfield, por su parte, denuncia que “la Celeste golpeó duro en Brasil, eliminó a Inglaterra y los medios ingleses exteriorizaron la venganza presionando a la FIFA”. En tanto que Fútbol.com.uy, destaca: “Lo que no mata, fortalece”. Clara alusión a que la adversidad fortalece a los uruguayos. Lo veremos el sábado.

Javier Chevantón, de destacada actuación en el seleccionado de su país y el fútbol europeo, fue mucho más allá y reclamó que “La Selección uruguaya se tiene que retirar del Mundial por apoyo a Suárez que no es ningún asesino”.

Dejando de lado las expresiones a favor o en contra, hay otros aspectos a considerar. En ocasiones se justifica la reacción violenta de un jugador, cabezazo con dientes sobre el hombro de una rival o cualquier otra,  por la acumulación de golpes recibidos y la impotencia de no obtener justicia por parte del árbitro. Nos apresuramos a afirmar que no es nuestra opinión. Hay defensores que “raspan”, golpean (con los pies, codos, rodillas, brazos, manos…), sujetan, pisan, escupen, etcétera, a espaldas del árbitro, y es muy difícil que el agredido no reaccione. Puede haber sido el caso de Suárez. Pero, en nuestra opinión, la violencia recibida no justifica la respuesta violenta. A menos que se trate de proteger la vida, propia o de un tercero, situación extrema en donde el bien protegido es el más alto.

Volviendo al fútbol, un deporte de contacto, la arbitrariedad de la FIFA y todo esto que nos ocupa, no creemos que Luis Suárez padezca diacnomanía porque, insistimos, no parece haber mordisco. Tampoco nos parece que los señores ¡de la Federación de Fútbol! estén en condiciones de hacer un diagnostico psicológico.

Como todos sabemos, diacnomanía viene del griego “dakno” (muerdo) y manía (locura, compulsión a); pero un mordisco, por definición es algo que se hace con toda la dentadura y da como resultado que arranca un pedazo (de una manzana, o de otra cosa -incluso un hombro- ) y no parece ser el caso. Decimos “no parece” porque no nos consta ni una cosa ni la otra. Evidentemente, si hubo un mordisco intencional, habría que poner un correctivo, y asistir al jugador enfermo, pero nada justifica el ensañamiento. ¿O alguien piensa que los castigos son útiles?

Solo los ignotos integrantes de la Comisión de disciplina pueden hablar de utilidad. Pero ellos saben más de negocios que de fútbol, de justicia o de equilibrio. En nuestra opinión, no hubo mordisco de Luis Suárez y sí un gran tarascón de la FIFA. A la credibilidad popular en el Mundial.