La onda expansiva de la inestabilidad en Nigeria y en la República Centroafricana suscita preocupación en Camerún. En los años recientes, las actividades del grupo islámico Boko Haram en Nigeria se trasladaron en varias oportunidades a suelo camerunés. Hubo toma de rehenes en el territorio de Camerún. El éxodo de millones de personas hacia Camerún plantea un problema real de seguridad en las fronteras del país.

En la subregión de África Central, se reconoce a Camerún como una tierra que tradicionalmente brindar hospitalidad tanto al extranjero común como al refugiado. Las personas que dejan su país de origen tras una persecución o debido a una guerra, la mayoría encuentra aquí tranquilidad. El país recibe a numerosos refugiados en suelo camerunés que en su mayoría proviene de diversos países africanos y sobre todo de los países limítrofes. No es fortuito que los refugiados permanezcan en esta tierra, esto está relacionado con su posición geopolítica dentro de la subregión de África Central. La prosperidad económica relativa del Camerún, la estabilidad de sus instituciones políticas, su condición de bilingüe y sobre todo su vocación de estado de derecho atraen a una cantidad de refugiados y hacen de Camerún una tierra de asilo permanente. Sin embargo, en épocas recientes esta tranquilidad parece verse amenazada por el recrudecimiento de los conflictos en Nigeria y en la República Centroafricana, países con los que comparte una larga frontera terrestre.

Boko Haram en las fronteras de Camerún

Nigeria se ha visto azotada estos últimos años por una ola de violencia reivindicada por el grupo islámico Boko Haram. Fundado en 2002 por un islamita llamado Mohammed Yusuf, Boko Haram procede a imponer las enseñanzas de la Jihad y la aplicación de la Charia con atroces matanzas en los países donde actúa. Desde su creación, Boko Haram combate activamente a las fuerzas armadas de Nigeria a través de una serie de actos violentos en contra de civiles e instituciones del Estado. Los cristianos y la población musulmana de las regiones donde están instalados son las más golpeadas. Pregonan activamente una forma radical de islam profundamente inspirada en los talibanes afganos que rechaza la democracia y quiere instaurar la Charia en los estados del norte del país. El grupo procede a través de ataques a los establecimientos del gobierno en el conjunto de los 19 estados del norte de mayoría musulmana y en Abuja, la capital, poniendo bombas en lugares concurridos de culto y en los barrios residenciales. Sus acciones se intensificaron tras el asesinato de su fundador Mohammed Yusuf en 2009, mientras se encontraba en custodia policial. A partir de allí se orquestaron numerosos atentados suicidas en el territorio nigeriano que fueron reivindicados por el grupo. El alerta máximo sobre sus actividades, lanzado en 2011 con los ataques a las oficinas de las Naciones Unidas en Abuja, se extendió hoy a la toma de rehenes e incursiones violentas perpetradas fuera de Nigeria y especialmente en suelo camerunés.

El pasado 26 de febrero para poner freno a los movimientos de los extremistas de la secta islámica nigeriana Boko Haram en el estado de Adamaua, situado en la zona fronteriza con Camerún, el gobierno de Nigeria decidió cerrar sus fronteras con Camerún. La decisión se encuadra en el contexto de la operación de rastrillaje de los pasos clandestinos que utiliza la secta de Boko Haram, puesto que, según el estado nigeriano, su frontera con Camerún facilitaría la huida de los extremistas hoy acorralados por las fuerzas nigerianas.

Camerún flexible pero firme

 

El pasado 4 de marzo, el ministro camerunés de comunicación, Issa Tchiroma Bakary, se comunicó con los medios para hablar de las tensiones observadas en Nigeria y en la República Centroafricana. Tensiones cuya onda expansiva perceptible en Camerún ha sido hasta hoy muy bien controlada por las autoridades. De esta manera el país ha sido muchas veces objeto de sospechas no solo de servir como base de retaguardia a los miembros de Boko Haram sino también de no hacer nada para ayudar a Nigeria a combatirlos. Frente a estas inquietudes, el ministro camerunés de comunicación y portavoz del gobierno afirmó que, “Camerún nunca aceptó ni aceptará jamás que su territorio se preste de base de retaguardia para operaciones de desestabilización dirigidas contra otros Estados. Camerún rechaza convertirse en el chivo emisario de algunos para justificar las dificultades interiores con las que se confrontan en sus países”. Además, Camerún no sabría cómo abstenerse para brindar cualquier índole de ayuda a un país vecino comprometido en la lucha contra operaciones desestabilizadoras activas al interior o al exterior de su territorio. El ministro aportó precisiones importantes: “actualmente existen declaraciones acerca de la idea de un derecho de persecución de criminales en el territorio de un Estado extranjero. Camerún quiere expresar claramente sobre este tema que nunca aceptó y no acepta este concepto de derecho de persecución en su territorio”. No obstante, Camerún se manifiesta dispuesto a colaborar y a cooperar con dichos países vecinos para vencer al terrorismo y al crimen dentro de sus respectivas fronteras.

A modo de recordatorio, el pasado 15 de enero, un lanzamiento de obús y de granadas del ejército nigeriano contra las posiciones de los miembros de la secta Boko Haram cayó en la localidad de Limani, ciudad fronteriza con Nigeria. Efectivamente, esta ciudad camerunesa sufre con frecuencia la violencia causada por los adeptos de Boko Haram. Aviones Alpha Jet nigerianos con base en Banki en la búsqueda de los islamitas habían disparado en todas direcciones en la ciudad. Rastros de bombas se habían observado no lejos de los puestos aduaneros cameruneses en Djakana. No hubo que lamentar pérdidas de vidas humanas pero se identificó a cinco heridos tras esta intrusión. Únicamente después de la rápida llegada de las fuerzas del orden de Camerún se disipó el estupor que se había amparado de la población. Al día siguiente del drama la población se dispuso a reemprender sus actividades.