La libertad de acceder a la información es, en ocasiones, casi tan abrumadora como la censura, la prohibición de expresarse o la deformación y el silenciamiento al que nos tienen acostumbrados los medios del poder. O el poder de ciertos medios. Y digo casi, “casi tan abrumadora”, usted ya sabe por qué. Y si no sabe, se lo explico.

Uso esta irónica comparación paradojal, para destacar, casi al pasar, la monstruosidad opresiva de cierta prensa (palabra cuya literalidad resulta en este sentido apropiadísima), pero sobre todo para abrir este artículo que no trata exactamente de ello. Aunque en parte sí.

El aluvión informativo que día a día nos inunda proviene desde múltiples emisores. Emitidas visualmente desde pantallas gigantes en lugares públicos, medianas o no tanto en nuestros hogares, minúsculas en nuestros bolsillos; propaladas sonoramente en lugares de encuentro, en la intimidad de nuestros automóviles y hasta en la alejada soledad a través de portátiles e ingeniosos dispositivos; transmitida como grandilocuentes titulares desde electrónicos pasatextos en el transporte público, en las portadas de diarios cada vez más repletos de publicidad y vacíos de realidad, a través del fugaz comentario de ocasión con un vecino o acompañando nuestro cotidiano paseo por la virtualidad de nuestro hogar compartido, la Internet, la información nos sigue a todas partes, nos persigue, nos bombardea, nos intimida.

No es preciso ser sociólogo para comprender rápidamente porqué muchísima gente, que objetivamente está cada vez más informada, prefiere recluirse en un cuasi monástico desinterés por lo circundante, refugiándose en el rol de quien no sabe o no contesta. O sí contesta, pero con la íntima sensación de que no sabe. Lo que le sucede, sencillamente, es que la saturación que producen toneladas de datos simultáneos, induce un instintivo bloqueo. Y entonces, aunque cientos de emisores insistan, el receptor se enfoca en las menudencias de una cotidianeidad con la que ilusoriamente se fuga de la situación. Hasta que la situación lo vuelve a capturar.

Se hace necesario entonces ordenar la información. Hagamos el intento.

Procedo listando en dos columnas enfrentadas algunas noticias, según me parece que colaboran con el avance de la Humanidad o están firmemente empeñadas en su retroceso.

Apunto en la primera columna: Gobierno argentino pone de manifiesto la acción especuladora de grupos monopólicos en el país. Mandela otorga una parte de su herencia personal a su partido, el Congreso Nacional Africano, para ser utilizado sobre todo para la promoción de los principios y políticas de reconciliación entre los sudafricanos. Avanza integración regional en América Latina y el Caribe. Activistas de FEMEN protestan contra ley confesional sobre el aborto en España. Denunciando el encarecimiento que produce la proximidad del mundial de Futbol, habitantes de Río de Janeiro crean una nueva moneda: el “Surreal”. Presidente Abbas declara que un futuro estado Palestino no tendrá ejército. Científicos japoneses crean células madre bañándolas en ácido. En Suiza y otros países se extiende el reclamo por una Renta Universal Básica para todos los ciudadanos. Líderes latinoamericanos y caribeños proclaman en II cumbre CELAC a la región como zona de paz. Se reanudan conversaciones de paz entre FARC y gobierno colombiano. Parlamentarios europeos proponen a Edward Snowden para Nobel de la Paz. Protestan en diversas ciudades contra el acuerdo TPP impulsado por intereses corporativos.

Anoto ahora en mi segunda columna: Adolescente abre fuego en escuela de Moscú. Disturbios por radicalización religiosa en mezquita de Mombasa. Maniobras militares conjuntas entre EEUU y Corea del Sur ponen en riesgo la paz en la región asiática. Irán planea construir sus propios cazas de combate, aviones de entrenamiento y bombas inteligentes en reemplazo de su actual arsenal de fabricación francesa. El FMI le pide a España que baje más los sueldos. Gobierno denuncia injerencia de países occidentales en conflicto ucraniano. EEUU reitera sus amenazas de ataque a Siria entorpeciendo negociaciones de paz. Preferencias homosexuales continúan siendo vistas como enfermedad o desviación en China. Represión a manifestantes contra los desahucios en España.

Todo esto está sucediendo y mucho más. Lo he ordenado un poco, según mi sensibilidad de humanista, que va resistiendo, según constato con satisfacción, el paso de los años y las circunstancias cambiantes. ¿Pero cómo entenderlo, cómo pasar de un desprolijo cúmulo de fugaces y estáticas fotografías a un mosaico coherente que me oriente y me indique lo que en verdad sucede?

Son intenciones, me digo. Son todas intenciones, repito y de repente, el universo cobra vida y se explica. Hay quienes empujan hacia arriba y hacia adelante. Hay otros, por el contrario, que se empeñan en coartar, bloquear ese empuje evolutivo, se afanan en destruir y apropiarse del todo para alimentar vanidades particulares. Son intenciones encontradas, que confrontan desde el desencuentro.

Y entre esos polos de genérica dualidad – en realidad multifacética pero reducida por nosotros a sus esenciales caracteres – vive el gran resto de la Humanidad, tironeada en su interior por circunstancias que parece no dominar.

Son intenciones, resuena una vez más en mi interior. Intenciones también las de aquellos que parecen no tenerlas. Intenciones que parecen desvanecerse en los silencios cómplices, en el desánimo inducido o propio, en la aparente impotencia de la desesperación.

Son intenciones, insisto, más allá de lo que parece imponerse como falta de libertad para decidir, como presión del medio social, como carencia de instrumentos para hacer valer lo justo, frente a la violencia que niega la intención en todos y cada uno.

Son intenciones, proclamo. Son siempre intenciones y es necesario reconocerlas, en uno y en los demás, afirmarlas y validarlas. Entonces se abrirá una nueva existencia y se inclinará la balanza, para que la columna de la libertad se llene y la otra, la de la violencia, lentamente se extinga.

Así habremos encontrado nuestra propia humanidad. Habremos encontrado la intención. Y si encontramos a otros que también encuentren la suya, se tratará entonces recién, en el supremo sentido de la palabra, de intenciones encontradas.