Muchos argentinos comienzan a estar cansados de la fabulosa maquinación mediática. Los medios opositores al gobierno publican editoriales, titulares y noticias que indican lo mal que va el país, los errores que se cometen en las diferentes áreas de la gestión, en un acto esquizofrénico en el cual está mal todo, desde el blanco hasta lo negro, pasando por todos los grises. Muchas veces, esos mismos periodistas escriben para medios extranjeros, o simplemente se trata de republicaciones de medios que defienden los mismos intereses monopolistas globales, que luego son republicados por los medios argentinos diciendo “ven cómo nos ven afuera”, “ven lo que piensan de nosotros en X, Y y Z”. Un juego de retroalimentación sostenida en las posiciones dominantes y hegemónicas que tienen estos multimedios, desgastando al gobierno y generando en la población malestar y confusión.

El descontento inoculado es permanente y afecta a todas las clases sociales, pero, fundamentalmente, a aquellas personas influenciables y que desearían ser como los generadores de opinión que salen por televisión: exitosos, ricos, famosos, cuando no sexys, inteligentes y poderosos.

Este discurso febril no tiene sólo una función desestabilizadora, sino que además opera como ariete cultural de las corporaciones monopolistas. Que o son dueños de esos medios o los tienen comprados a través de la publicidad explícita o encubierta. Los medios, entonces, se convierten en operadores políticos y operadores económicos, fogoneando crisis, escondiendo medidas gubernamentales o distorsionando la lectura de los hechos.

Sirva como ejemplo la teoría por la cual Cristina Fernández de Kirchner estaba agotada, “hecha una planta” según fuentes confiables cuando volvió a su residencia luego de algunos meses sin poder viajar en avión por un golpe que había recibido en la cabeza, que la obligó a ser intervenida quirúrgicamente. Pues bien, dicho viaje se inició el 20 de diciembre y la estadía se alargó hasta el 6 de enero. En total: 4 días laborables en los que no estuvo presente en su oficina del palacio presidencial. Los medios opositores se cansaron de hablar de su estado de salud, de su silencio, de su “desaparición” y los medios globales se hicieron eco de esa situación de “acefalía del gobierno argentino”.

Huir hacia adelante

El establishment económico y financiero le exige a la Argentina ajustes, que disminuya los gastos públicos. En definitiva, que siga las recetas del Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial que tan bien le están haciendo a Europa, Estados Unidos, África y Asia. Hay que recordar que desde el gobierno de Néstor Kirchner (2003-2007) se retiró la oficina del FMI en el país y la Argentina consiguió soberanía económica renegociando y pagando la deuda que había contraído el país durante las últimas décadas y que habían desembocado en el default declarado en 2001.

La política económica que recuperó la industria, el empleo y la producción nacional se basó en fortalecer el mercado interno, en la sustitución de importaciones y en la recuperación de empresas estratégicas que habían sido privatizadas en los años 90, como YPF (la petrolera nacional), Aerolíneas Argentinas, los fondos de pensiones y jubilaciones o los ferrocarriles.

El Jefe de Gabinete, Jorge Capitanich, lo expresaba con claridad hace pocos días: “Cuando uno ve y observa las críticas de los diarios con impronta financiera en el mundo, uno observa claramente que el precio de mantener autonomía y ejercicio pleno de la soberanía para defender los intereses de los argentinos, en definitiva, conspira contra estas editoriales y lo que nosotros tenemos que hacer es defender lo nuestro, defender la producción, defender nuestra industria, defender el empleo y defender la producción nacional”.

Con una mirada más precisa, Raúl Dellatorre, jefe de redacción de economía del diario Página 12, escribió el primero de febrero: “La decisión de aplicar una devaluación del 18 por ciento en un solo paso, la apertura de venta de divisas para atesoramiento a particulares y las intervenciones del Banco Central en el mercado lograron recuperar cierta calma en el mercado cambiario. Pero sólo ha pasado una semana. Las amenazas de nuevas tormentas no desaparecieron del horizonte. La fuente principal de inestabilidad, en el diagnóstico del Gobierno y de varios analistas, se encuentra en la decisión de un grupo reducido pero muy poderoso de comercializadores de granos de seguir demorando la liquidación de sus exportaciones, con lo cual estrangulan la oferta de dólares en el mercado. Hay quienes ven en ello una forma de presión para lograr una devaluación mayor; otros adivinan detrás de estas maniobras la intención de desgastar al Gobierno. Las principales firmas exportadoras de cereales, núcleo central de este grupo de presión, han sido convocadas a la Casa Rosada para el próximo lunes”.

Esta pelea surge en un momento de gran disputa por los ingresos, las patronales reclamando por el excesivo costo de los trabajadores, la puja de los formadores de precios, provocando una inflación que les asegure pingües ganancias y el pulso para obtener un beneficio adicional en las exportaciones con una fuerte devaluación del peso argentino.

A esta avanzadilla financiero-patronal que reclamaba una reducción del 35 % en los impuestos a las exportaciones el gobierno le respondió con una redistribución de ese ingreso fiscal, lanzando el plan PROGRESAR (Programa de Respaldo a Estudiantes Argentinos), que podría alcanzar a 1,5 millones de jóvenes entre 18 y 24 años que ni estudian, ni trabajan o lo hacen informalmente o ganando menos que el salario mínimo, para que reciban una ayuda de 600 pesos mensuales para que puedan continuar o comenzar sus estudios. Esta fórmula de responder a la agresión y al reclamo del establishment de reducir el gasto público, aumentándolo, es una fórmula típica de este gobierno. Que insiste en demostrar que potenciar el mercado interno de consumo es lo que fomenta el empleo, la producción nacional y el atesoramiento de reservas y el desendeudamiento. No es menor que en 10 años la Argentina haya pasado de tener el 160% de su PBI como deuda externa a un 8% en la actualidad y con la deuda pública nacional, acumulada, no alcanza el 45% del PBI.

El hijo de Marx

El ministro de economía, Axel Kiciloff, ha tenido una labor en los últimos años de fuerte enfrentamiento con los grandes empresarios argentinos. Participando del directorio de la productora del 95% de los metales para la construcción en la Argentina, luchando en el directorio de Papel Prensa, la única productora argentina de papel para periódicos en manos de dos diarios que ejercen una política extorsiva y de desabastecimiento con la competencia y se venden a pérdida a ellos mismos. También estuvo involucrado en la nacionalización de YPF, Aerolíneas Argentinas y tiene la espalda curtida de la cantidad de agresiones sufridas de la parte del establishment que lo acusa de marxista y de ser un amante secreto de la presidenta. Lo mismo que se dijo en su momento del anterior ministro de economía y actual vicepresidente, Amado Boudou.

Sedición policial

La Argentina sufrió durante el mes de diciembre un levantamiento policial que derivó en saqueos y represión. Que le costó la vida a 14 argentinos, estos saqueos, se siguen investigando por la participación directa e indirecta de los mismos policías que liberaron las zonas comerciales de sus ciudades. Muchos de estos policías están detenidos y algunas provincias han desestimado los aumentos otorgados a los policías bajo condiciones de extorsión y en un acto sedicioso que atentó contra la seguridad nacional.

Especulación planetaria

El contexto global no es menos flamígero que el argentino, aunque los líderes europeos aprovechen para criticar a los países sudamericanos por su situación económica. Lo que no dicen es que se trata de una vendetta y un discurso dictado por los magnates de las finanzas que provocaron en el mes de enero, corridas financieras en Brasil, Turquía, India, Tailandia, Sudáfrica y Rusia. Su negocio es el desorden, donde pueden conquistar a golpe de talonario victorias feroces contra las economías regionales.

No en vano la cumbre de la CELAC incluyó en su declaración un mensaje de preocupación frente a estos movimientos especulativos que atentaban contra las economías sociales de la región.

El panorama indicaría que el lunes, tras la reunión que tendrá el equipo económico del gobierno con las principales exportadoras de granos de la Argentina (10 empresas concentran el 95 % del negocio), habrá novedades. El reclamo de la creación de una Junta Nacional de Granos o de tomar medidas que defienden el interés nacional por encima de intereses personales o empresariales, aumentan y agitan un fantasma que espanta a los defensores del liberalismo a ultranza, que verían así cumplidos sus peores pronósticos de intervención estatal en la economía argentina.

Mientras más acorralan al gobierno de Cristina Fernández, más huye hacia adelante, profundizando un modelo nacional y popular, de inclusión e igualación de derechos y posibilidades.