Por Purificación Gónzalez de la Blanca – Ojos para la Paz

La nueva tragedia ocurrida en aguas próximas a la isla italiana de Lampedusa, con el naufragio de una barcaza procedente de Libia, en la que los muertos se cuentan por centenares, abre todos los foros y desata comentarios que a nosotros, en muchos casos, se nos antojan desinformados, desvergonzados e incluso abominables. “Hay que dar soluciones a África”, “no estamos haciendo todo lo que debiéramos por África”, “no escarmentamos, y reincidimos” (comentario este último del Sr. Morenés, Ministro de Defensa de España, vinculado a dos empresas de armamento).

Nadie se plantea lo que Occidente está haciendo en África, porque el silencio forma parte de los planes. Ignoran también que la Unión Europea exigió a los países del Tratado la modificación de sus códigos penales de modo que si antes era delito la omisión de un deber de socorro, ahora el delito es socorrer, sobre todo si es en alta mar, porque se considera inmigración clandestina, que incluso se persigue extraterritorialmente.

El próximo 20 de octubre se cumplirán dos años del asesinato del Coronel Gadafi, a manos de mercenarios de la OTAN. (Y perdonen que me repita, lo voy a hacer anualmente). El hombre que había promovido una revolución modélica en Libia, en donde no solo no existía el desempleo sino que además encontraban trabajo dos millones y medio de inmigrantes extranjeros; que repartía entre su pueblo las rentas que el petróleo generaba; que implantó la medicina universal y gratuita; que instituyó el derecho constitucional a la vivienda; que creó universidades y dio becas (de 1.600 €/mes) a los estudiantes libios; que había sido felicitado por la ONU un mes antes de producirse la invasión por haber llevado a Libia a la escala más alta del índice de desarrollo humano de toda África, fue brutalmente torturado, linchado y asesinado.

El gobierno de Libia -un país sin deuda externa-, había tenido también una brillante idea, que contaba con grandes posibilidades de prosperar: la implantación del dínar de oro en toda África, para dar independencia económica al continente. Esta idea fue apoyada por el entonces Director General del F.M.I., Dominique Strauss-Kanh, que consideraba que el dólar estaba hundido y no podía continuar siendo moneda de cambio internacional (ya sabemos lo que le sucedió), pero despertó las iras de Francia, que controla la economía de los 14 países francófonos. Y de los EE.UU.

Libia fue bombardeada indiscriminadamente, ante el cómplice silencio mediático. El que fuera director del hospital de Sirte contó a una comisión de Ojos para la Paz -entre la que me encontraba-, que la OTAN bombardeaba esa ciudad día y noche, implacablemente, insistentemente, entre la desesperación de la gente, que no podía ni enterrar a sus muertos. No se libró de los bombardeos el hospital, después de que los mercenarios de la OTAN llegaran por tierra y entraran a saco asesinando a todos los enfermos y a todos los médicos (salvo a la persona que vivió para contárnoslo, por eso estaba perseguido). Hospitales, barrios, aldeas, barcos, rebaños, centrales eléctricas, conducciones de agua, universidades, colegios, todo fue arrasado por la OTAN, mientras los libios eran asesinados, torturados, secuestrados, encarcelado, privados de todo derecho.

A día de hoy, Libia ha desaparecido como Estado, y los invasores han iniciado los movimientos para dividirla en tres trozos: Tripolitania, Fezzan y Cirenaica. EE.UU., que asaltó los bancos libios, embolsándose 200.000.000.000 $, más un buen número de toneladas de oro (porque Libia sí respaldaba su dinar con oro), está beneficiándose también del petróleo libio, que se reparte con Francia y Reino Unido, principalmente. A España, es decir a un grupo de empresas supuestamente españolas, les dieron como premio por participar en la destrucción de Libia las obras del AVE La Meca-Medina.

Egipto ha tenido que enfrentarse al retorno de 1.500.000 emigrantes que trabajaban en Libia. Una convulsión.

No queda todo ahí. EE.UU. se ha instalado en Libia con el AFRICOM, después de imponer un gobierno títere de doble nacionalidad, libia y estadounidense, y llenar el país de bandas armadas. Las potencias coloniales han iniciado el nuevo reparto de África. Desde Libia han saltado a la República Centroafricana y a Mali. Ya estaban en Somalia (con el pretexto de los piratas), en Sudán, en Kenia, en Costa de Marfil, en Níge (e insisten en Egipto y en Túnez), dispuestas a saquear los recursos de los países africanos que no pudieron llevarse en otras fechas, saqueo que pasa previamente por la desestabilización y la guerra.

España se ha sumado a todo ello a través del Programa Masar («Programa de acompañamiento a los procesos de gobernanza democrática en el Mundo árabe”), de la AECID (no leen mal, es la Agencia Española de Cooperación Internacional al Desarrollo), que desarrolla los conflictos que financian algunas instituciones norteamericanas, como la famosa USAID -que, además de las “primaveras” y “revoluciones de colores”, tiene en nómina a Al Qaeda, operando en Siria-, el Club de Madrid Foundation Inc., una entidad financiada por el Departamento de Estado de Estados Unidos, el Banco Mundial, o el Rockefeller Brothers Fund. No se puede prostituir más a una agencia que se creó para la cooperación. Solo en los primeros seis meses del año, España ha recibido 2.500 solicitudes de asilo político de malienses y sirios (de Libia no se dan datos, no existe)

Los medios de comunicación, convertidos en medios de propaganda, continúan guardando silencio sobre lo que han hecho con Libia y encubriendo las mentiras que se difunden sobre África (al igual que sobre Siria). Será por eso probablemente por lo que mucha gente se extraña todavía de que los africanos en su huida vengan a morir al mar Mediterráneo.