Luego de la jornada que dejó al menos 80 muertos y cerca de 800 heridos, el gobierno golpista volvió a amenazar con responder con «toda dureza» a cualquier intento de «perturbar el ambiente», pese a lo que los islamistas prometieron seguir en las calles.

Apenas un día después de la jornada más violenta desde el golpe de Estado que derrocó al presidente islamista y democráticamente electo, Mohamed Mursi, y pese a la lluvia de críticas de gobiernos extranjeros y organizaciones de derechos humanos, el ministro del Interior no dudó hoy en lanzar una nueva amenaza.

«Aseguro al pueblo de Egipto que los hombres de la Policía se comprometen a lograr la seguridad y la estabilidad en el país y no permitirán a ningún envidioso que perturbe el ambiente», prometió Ibrahim en un acto de graduación de estudiantes de la Academia de la Policía, según informó la agencia de noticias EFE.

Los islamistas no reaccionaron a la advertencia del ministro del Interior, excepto aumentando las medidas de seguridad alrededor de la plaza de Rabaa al-Adaweya en El Cairo, donde acampan desde el golpe de Estado en reclamo por la vuelta al poder de Mursi.

El vocero de la Coalición Nacional para la Defensa de la Legitimidad, que aglutina a varios grupos islamistas, entre ellos los Hermanos Musulmanes, adelantó hoy que convocarán más marchas.

Ahmed Nashar explicó que recién anunciarán el lugar y la hora de las protestas a último momento para evitar ataques de la policía como los del día de ayer.

Mientras tanto, el gobierno golpista afila sus herramientas legales para poder terminar con la ola de protestas.

El presidente de facto, Adly Mansour, emitió hoy un decreto que concede a su primer ministro, Hazem Beblawy, el poder de autorizar al Ejército a arrestar a civiles, sin intervención policial ni judicial, según informó el diario estatal Al Ahram.

El decreto también le concede al premier de facto el poder de suspender cualquier veredicto judicial, con excepción de los casos de asesinato, que sólo podrán ser rescindidos por la Corte de Seguridad Nacional de Emergencia, una corte ad hoc.

Además, Ibrahim, el ministro del Interior de facto, había adelantado el sábado que reestructurarán el aparato de Seguridad Nacional, que sustituyó a la temida Seguridad del Estado, símbolo de la represión del gobierno del depuesto Hosni Mubarak.

Según explicó, restablecerán el departamento de actividades religiosas, una oficina que había sido eliminada por Mursi por considerarla un símbolo de la persecución que existía contra los grupos religiosos, entre ellos los Hermanos Musulmanes.

Este movimiento islamista y conservador fue perseguido durante décadas en Egipto, y tras el levantamiento popular que derrocó al ex presidente Hosni Mubarak en 2011, se convirtió en la principal base de apoyo popular para el candidato que ganó al año siguente las primeras elecciones democráticas en el país, Mursi.

La reestructuración del aparato represivo del Estado provocó el repudio no sólo de los islamistas, sino de algunos aliados del gobierno golpista.

Uno de los más enfáticos fue la plataforma civil Tamarrod (rebelión), el movimiento de jóvenes que lideró las multitudinarias marchas en contra del gobierno de Mursi en la víspera del golpe.

«La revolución del 25 de enero (del 2011, contra Mubarak) y su réplica del pasado 30 de junio se celebraron para lograr la libertad para todos los egipcios y no para hacer frente a una cierta corriente», aseguró el vocero del movimiento, Mahmud Badr, a través de un comunicado, informó EFE.

Con el correr de las horas, la tensión se volvía más palpable en El Cairo y en el resto del país.

La jornada de ayer había dejado un tendal de muertos y heridos -según la cifra oficial del Ministerio de Salud de facto, al menos 80 muertos en El Cairo y cerca de 800 heridos en todo el país- y una sensación de que el país caminaba con paso certero hacia un derrame de sangre masivo.

Anoche a lo largo de la madruga nuevos enfrentamientos entre partidarios y opositores al golpe de Estado dejaron un saldo de un muerto y 28 heridos.

Según la agencia de noticias oficial Mena, los choques comenzaron anoche cuando un grupo de hombres leales al presidente derrocado dispararon contra la iglesia de Mar Girgis en la ciudad de Port Said, en el norte de Egipto.

Los islamistas, que participaban del funeral de una de las víctimas de la represión del gobierno golpista, destruyeron varios vehículos civiles y policiales, y, según Mena, dispararon contra las personas reunidas frente a la iglesia, entre ellas un joven de 18 años que falleció por un tiro en la espalda.

Desde el gobierno golpista repudiaron los ataques en Port Said y «lamentaron» la violencia de ayer, pero advirtieron que no se puede «sacar del contexto de terrorismo» que está viviendo el país, según explicó hoy uno de los asesores del presidente Mansour, Mostafa Hegazy, según Al Ahram.

En esa misma sintonía, el ministro del Interior de facto prometió hoy que «pronto se ocuparán de los dos acampes» que mantienen desde hace casi un mes los Hermanos Musulmanes y otros grupos islamistas en El Cairo en protesta contra el golpe.

En medio de este clima de amenazas, temores e incertidumbre, la representante de la Unión Europea para Asuntos Internacionales, Catherine Ashton, debía llegar hoy a El Cairo para reunirse con las máximas autoridades golpistas e intentar frenar la escalada de violencia de los últimos días.