En un mundo que se caracteriza por todo tipo de violencia (física, económica, racial, psicológica, sexual, etc), en las tres grandes religiones monoteístas (cristianismo, judaísmo e Islam) se manifiesta con preocupante intensidad un aspecto fanático e intolerante.

Además de constituir una dramática realidad actual, la violencia inspirada, realizada o justificada por las religiones es un hecho histórico indiscutible. Y sin embargo la llamada Regla de Oro (“Trata a los demás como quieres ser tratado”) es un principio universal, presente con diversas formulaciones en todas las religiones y culturas, representando una dirección opuesta a la del dogmatismo, de la intolerancia y de la represión fanática. Todas las religiones surgen de una experiencia directa de contacto con lo Sagrado, de una espiritualidad que luego se ha perdido; quedaron solo ceremonias y ritos externos, que no permiten acceder a esta experiencia. Antes que una iglesia o una religión se institucionalizara, asumiendo a menudo una forma jerárquica autoritaria e intolerante, existía entre los fieles una experiencia directa y profunda que los orientaba hacia conductas basadas en la no-violencia, la compasión y el amor. Todo esto puede seguirse entre los escritos relativos a la figura de Buddha, Lao Tse, Cristo, Zaratustra, etc.

Las religiones han olvidado su mensaje original y ello ha llevado a manipulaciones de todo tipo. Podrán salir del callejón sin salida del fanatismo y de la discriminación solo si se decidieran a manifestar a través de sus acciones la Regla de Oro, terminando con los engaños a sus propios fieles. Si no lo hacen, la violencia hará sino aumentar.

Por otra parte, la experiencia de contacto directo con lo Sagrado es posible para quien quiera buscarla, sin necesidad de dogmas o intermediaciones. En el mundo actual la necesidad creciente de este tipo de espiritualidad se traduce en una búsqueda que asume varias formas y toma distintas vías. El Mensaje de Silo se inscribe en este contexto, describiendo en forma poética y sincera el camino que recorrer para superar la violencia interna y externa, salir de la oscuridad y realizar un proceso de cambio significativo. El Mensaje no es una religión; invita a experimentar esta nueva espiritualidad de modo directo, tanto personalmente como con otros, a superar el sufrimiento en sí y ayudando a los demás, haciendo de la no-violencia un estilo de vida. Constituye una de las muchas vías de reconocimiento de lo Sagrado que el ser humano ha buscado desde los tiempos más remotos.