Desde Pitágoras (Siglo VI Antes de Cristo) hasta la actualidad, varios científicos estudiaron la relación entre las matemáticas y la música. Pablo Amster, argentino de 41 años, retomó esa tradición, un poco por ser músico, y otro poco por ser científico. Invitado a charlas y actividades en todo el mundo, Amster rescata la importancia de la divulgación científica en la sociedad.

La vida cotidiana está rodeada de las matemáticas, más allá del lugar común de las cuentas en el supermercado.
Sí, por supuesto. Es muy difícil entender cuando se es chico qué es específicamente la matemática. Durante el primario y el secundario uno aprende la gramática básica de las matemáticas, pero en el fondo se empieza a ver después. Y es verdad que se manifiesta en varios lugares, como en la música, o en los acertijos.

¿Cómo se acercó a la música?
Desde chico toqué la guitarra y llegué a pensar en vivir de eso. Di conciertos, clases y estudié bastante, pero vi que como profesión me gustaba más la matemática.

¿Por qué?
Para mí, la matemática es el lugar donde puedo poner muchas pasiones y creatividad. Igual, no sé hasta donde hubiera llegado con la música. Es una carrera que requiere mucho esfuerzo. En la matemática me puedo explayar mucho más, tiene un lenguaje muy amplio.

¿En qué momento se dio cuenta de la relación entre la música y las matemáticas?
En realidad, de alguna manera hay una relación implícita. No te das cuenta, pero estás manejando número y relaciones, en el armado de la armonía, por ejemplo. Cuando empecé a estudiar teoría musical, quedó latente la relación con la matemática. Eso fue a partir de los 20 años, más o menos.

¿Cuándo decidió empezar a investigar esta relación y a escribir libros?
Fue surgiendo naturalmente, porque siempre me gustó escribir. Pasé de lo literario a la divulgación, con un lenguaje ameno para llegar a un público amplio. Al principio las primeras publicaciones vinculaban a la matemática con la literatura y el arte en general. Después, a instancias de Diego Golombek, director de la colección “Ciencia que ladra”, fue que me decidí a escribir un libro sobre música.

¿Cuál es la repercusión que usted cree que tuvieron sus publicaciones?
Todas las cosas que fui publicando tuvieron buena repercusión. Eso se traduce en varias charlas de divulgación en las que me invitaron a participar. Específicamente con la música, inesperadamente, también tuvo buena repercusión. Fue una apuesta. Quería que el lector tuviera una visión acabada del tema.

¿Qué rol cree que tiene dentro de esta corriente de científicos que intentan bajar al llano la ciencia? ¿Cómo vivió su partición en el ciclo de Ciencia y Música que organizó el Ministerio de Ciencia y Tecnología? Varias de las personas a las que consulté sobre el tema me dijeron que debía charlar con Pablo Amster.
La verdad es que no sé qué lugar ocupo. Específicamente dentro del ciclo, la diferencia con Alejandro Gangui, por ejemplo, es que ellos no se dedicaron específicamente a la música. Ahora, creo que el aspecto diferencial es que Alberto Rojo y yo fuimos los que nos metimos en aspectos matemáticos de las obras en sí. El resto de los conciertos fueron un músico, como Horacio Lavandera, tocando, y los otros científicos explicando. Esa era la pequeña ventaja que tuve.

¿A qué sector nota más abierto para recibir esta relación entre la matemática y la música, a los músicos o a los matemáticos?
Un poco y un poco. Si tengo que responder rápido, te digo a los matemáticos, porque es obvio desde el momento en que trabajas en el sonido. Un músico, quizás, no lo tenga tan claro. Pero aquellos que estudiaron seriamente música, saben que hay una relación atrás.

En la historia, ¿cuándo se empieza a estudiar esta relación?
En la teoría musical occidental, todos reconocerían en Pitágoras al primer teórico de la música, y se basó en proporciones de la escala musical. Por lo que podemos ver que es un estudio que viene de la antigüedad.

¿En qué obras se puede ver la “belleza matemática” a la que usted hace referencia siempre?
Se puede ver en la Novena Sinfonía o en Frederic Chopin, por ejemplo. Pero a veces no es tan explícito. Cuando se usan elementos matemáticos para las obras, a veces no se logra lo buscado. Hay obras muy intelectuales que como oyente ni te enterás que atrás hay una idea matemática. (Ianis) Xenakis tiene un montón de obras. Hay muchas sobre todo en música contemporánea, que nos son fáciles de escuchar. John Cage también tuvo varias ideas que son matemáticas. La más conocida es 4:33, que son 4 minutos y 33 segundos de un silencio casi absoluto.

La matemática también se puede encontrar en la literatura y en las artes plásticas
Por su puesto. Atrás de todo lenguaje, de todas estructuras, hay matemática. En las plásticas está la geometría de forma explícita. En la literatura, cuando hay una sintaxis, por ejemplo, detrás está la matemática. (Jorge Luis) Borges era un estudioso de la matemática y la aplicaba a sus escritos.

¿Es la matemática un arte y la música una ciencia?
La matemática para mí del todo no es una ciencia, porque crea su propio mundo, no tiene como fin explicar el existente. Y también tiene algo de arte. Y la música no es una ciencia, pero tiene mucho de ella. Se dijo muchas veces que los músicos son matemáticos aplicados.