Por José María Hidalgo

Tal día como hoy 17 de febrero de 1600 en Roma, la Inquisición quema vivo al matemático y astrónomo Giordano Bruno.

Las teorías cosmológicas de Giordano, sostenían que el Sol era solo una estrella y que el universo había de contener un infinito número de mundos habitados, lo cual difería de la visión sostenida por la Iglesia católica.

Sin embargo, en 1600 no había postura oficial de la Iglesia sobre esto y no era por tanto una herejía, por lo que Giordano fue quemado en la hoguera como hereje y no por sus escritos en apoyo de la cosmología de Copérnico.

Él afirmaba, entre otras cosas, que Cristo no era Dios, sino solo un mago excepcionalmente hábil o que el diablo se salvaría al final de los tiempos, por lo cual en 1576 fue acusado de desviarse de la doctrina religiosa.

En enero de 1593 se le encarceló, estando durante ocho años en los calabozos de la inquisición mientras se disponía el juicio, por blasfemia, herejía e inmoralidad y sobre los múltiples sistemas solares y la infinitud del universo.

Giordano Bruno se reafirmó en sus ideas y el Papa Clemente VIII ordenó que fuera entregado a las autoridades seculares, con sentencia en que se le declaraba herético, impenitente, pertinaz y obstinado, siendo expulsado de la Iglesia y quemados sus trabajos en público.

No fue, sin embargo, la afirmación de que el sol fuera solo una estrella el motivo de la condena, ni que hubiese vida en otros planetas, sino el hecho de la existencia de “otros Papas”, tema que Clemente VIII no pudo aceptar ya que él era único en el universo y al admitir Giordano que existían otros mundos también debía haber en esos planetas otros Papas.

Quizás por eso, se cambió el “protocolo”, pues siempre se mataba primero al hereje y después se quemaba su cuerpo y en este caso Giordano fue quemado vivo.

Menos mal que su “santidad”, se llamaba “Clemente”…