Por Juan Emilio Drault

Siempre me pregunto si mientras veo la TV o uso la computadora hubiera al lado mío un niño desnutrido cayéndose de su silla, o si en mi living hubiera una madre desesperada que no encuentra ayuda para su hijo enfermo, o un jóven hecho un ovillo en un rincón deprimido y pasado de drogas, ¿Podría ignorar tales realidades? ¿podría alegremente reirme del chiste en la TV o matar el tiempo viendo las últimas imágenes simpáticas del muro de Facebook mientras ellos estuvieran ahí en mi living? ¿podría hacer zapping en la TV mientras alguien muriera desangrado a unos metros míos por la bala de alguna de las tantas guerras y conflictos? Sin dudas que ninguno de nosotros podría hacer tal cosa porque ese acercamiento de las más crudas realidades del mundo actual romperían con lo que yo llamo la anestesia de la impercepción. Algo así como una necesaria droga de tipo ansiolítica que nos permite vivir “una vida normal”, mirar las noticias de la guerra e irnos a jugar a algo, o ver las noticias de los refugiados desnutridos en Africa y acto seguido buscar algo en la heladera para seguir haciendo zapping.

¿Cómo es que una mitad del mundo, la de los más favorecidos, podemos vivir una “vida normal” mientras la otra mitad o más pasa por situaciones apremiantes, donde pierden la vida, la salud, la dignidad, u otras tantas cosas? La respuesta de nuevo parece ser: la “Anestesia de la Impercepción”. No registrarlos, no tenerlos co-presentes, no empatizar… todo esto los hace imperceptibles y nos permite gozar de esa anestesia necesaria para tolerar estos niveles de injusticia y violencia.

¿Podríamos vivir si tuviéramos algún sentido que nos mantuviera las 24 horas conectados a esas realidades e injusticias? Probablemente sería muy difícil. Entraríamos en algún tipo de neurosis, mientras el estrés y la falta de sueño nos destrozarían. Los extremos son malos, siempre lo son. ¿Pero acaso no hemos sido capaces de enfrentar y resolver situaciones difíciles y estresantes en nuestra vida? ¿Qué tanto más livianas se hacen esas situaciones cuando se las puede enfrentar en grupo contando con el apoyo de familiares y amigos? ¿Qué tan importante es no saberse sólo y desamparado frente a las situaciones que nos tocan vivir? Mantengamos estas preguntas en mente porque son muy importantes.

Esta anestesia incluso nos permite, dentro de esta cultura planetaria mayormente insolidaria, ser felices en el mismo instante en que miles y millones son enormemente infelices. ¿Esta mal? ¿tenemos que todos ser solidariamente infelices? no lo creo! pero ¿podemos pretender que nada pasa y ser felices?

Volvamos al living con ese niño desnutrido que ya casi no se puede mantener en su silla y nos mira con esos ojos sobresalientes preguntándose cómo es posible que yo pueda estar tan tranquilo mientras él está ahí muriendo de hambre. Si un tercero mirara la situación, y si yo lo ignorara mientras sigo haciendo “mi vida” ¿no podría decir con justa razòn que lo que hago es muy violento y moralmente incorrecto? sin dudas que sí!, y aquí es donde se conectan los puntos de dos palabras clave que nos van a permitir entender mucha de la violencia actual en el mundo: violencia y moral. Es social y moralmente aceptado que cuando se está cerca de alguien en situación límite o en problemas, incluso de un animal, quienes ven esa situación lo asistan y ayuden. De no hacerlo estas palabras que conectamos van a describir el resultado de la inacción: violencia moral. Pero también remarqué algo importante: “quienes ven esa situación”. ¿Y qué si el mundo mira para otro lado y no lo ve porque prefiere no verlo tal como pasa con ese pobre niño que va por la calle pidiendo monedas? ¿por qué se lo invisibiliza? Seguramente es porque estamos con la dosis diaria de anestesia de la impercepción.

Esta suerte de droga de las “sociedades modernas” es la que provoca por contraposición la más grande dosis de violencia moral en el mundo actual. Y esa violencia no es gratuita. Siempre nos dicen que lo que no se enfrenta hoy vuelve mañana doblemente potenciado. Sea un tema de nuestra biografía que no hemos resuelto, o sea una mala relación, o una decisión que no llega nunca. El no enfrentarnos a todas esas realidades y decidirnos por tomar el futuro en las propias manos para beneficio del conjunto de los que habitamos este planeta, nuestros hijos y los que están por venir, es una de las más grandes violencias morales que nos estamos infringiendo como individuos y como sociedades.

Deberíamos entonces comenzar por desintoxicarnos de esta “droga” que se nos ha hecho tan adictiva y necesaria en nuestra vida diaria. Avanzar con resolución agitando corazones y cohesionando en la acción, porque para despertar a alguien del letargo que produce esta anestesia primero precisamos generar una agitación emocional que lo entusiasme. Si somos efectivos en la tarea habremos generado una reacción tal que generará ganas de sumarse a la tarea!. Pero creo que para ordenar y priorizar la acción del presente precisamos despertarnos y discutir abiertamente el futuro que queremos y así los recursos que hoy precisamos para resolver los grandes males y los grandes problemas de este mundo irán surgiendo en la medida que logremos unirnos en la diversidad por un objetivo común.

El poder del humo que nos anestesia como a abejas les permite quitarnos la más dulce miel de la coherencia. Millones y millones de recursos en entretenimiento nos mantienen alienados y anestesiados. Pero es decisión propia decir basta y mirar lo más valioso y útil que podemos mirar, el futuro.