El futuro es algo no-cierto, y con esto, los que administran el futuro han pasado a ser tecnócratas y políticos. En la calle no se discuten proyectos de país, proyectos de sociedad, idealizaciones de cómo querríamos que fuera el nuevo mundo, y además estamos demasiado ocupados. No hay grandes utopías para elegir. Se comenzó entonces a adoptar cada vez más la filosofía del Carpe Diem o «vive el presente» porque a falta de futuro nos quedamos con el presente únicamente. No hay mucho gusto por revisar ni aprender del pasado ni tampoco se quiere entrar en una abierta discusión del futuro, porque además de que no hay certezas ni grandes esperanzas, muy pero muy rápido surgen diferencias tan abismales que sin el correspondiente nivel atencional la charla deviene rápidamente en discusión o en una rápida confrontación.

La apatía por el futuro genera que no haya imágenes con brillo ni carga suficientes como para movilizar a grandes conjuntos en una dirección común, no unificante, sino común. Pero además la falta de acuerdos dentro de la diversidad, la falta de puntos comunes que permitan la mancomunión para unirse en la diversidad, aceptandola, tolerándola, y aprendiendo de todos y cada uno, impide nuevamente que podamos abrir de par en par las puertas de un nuevo y mejor futuro para la humanidad toda sin discriminaciones violentas.
En un mundo desestructurado, individualista y mayormente insolidario, nos han dividido y nos han vencido, o mejor dicho, nos hemos dejado vencer, porque tampoco podemos descargar todas las culpas. ¿Hemos sido víctimas? Si. ¿Hemos dado todo por superar las limitaciones y condiciones actuales? No. ¿Nos hemos esforzado al máximo?, ¿Nos hemos revolucionado internamente al punto de generar grandes y brillantes proyectos por miles donde muchos pueden optar entre sumarse o crear los suyos? Para nada.
Para que el mundo no sea un lugar gris donde habitar hace falta darle color, ese color que solo la emoción y la intención de construir algo realmente «loco» y superador pueden brindar. Algo fuera de escala, fuera de los límites de la imaginación cotidiana. Mucha gente hoy día está apagada porque no encuentra entusiasmo ni brillo, y cuando lo encuentra rápidamente se suma. Insisto en que no hay ideas con brillo en cantidades suficientes, no hay discusión del futuro, y vuelvo a decirlo, el futuro se ha vuelto un tema tabú del que hay una negación por los problemas que surgen al abordarlo.

La diversidad es grandiosa, la naturaleza y el universo es el mejor exponente de la más increíble muestra de diversidad. Y nosotros como especie donde no hay dos seres humanos iguales en su ADN ni tampoco idénticos en su forma de ver, interpretar y vivir el mundo, tampoco nos hemos quedado atrás. Sin embargo si queremos avanzar como sociedades y habitantes de esta nave Tierra habrá que  primero despertar las ganas de crear algo nuevo y fuera de escala y comenzar a darle forma charlando e intercambiando. En esa charla habrá gentes de todas las razas, religiones, creencias, orígenes y pensamientos. Hay por tanto que desactivar toda una serie de pre-conceptos que son parte de la información y la educación contaminada que hemos consumido o de lo contrario no podremos sentarnos a hablar siquiera porque estaremos en rechazo antes de poder decir una sola palabra. Empezada la charla convertiremos lo desconocido en conocido, pudiendo compartir cada cual su cultura y su visión en un entorno de respeto y de apertura, con el pre-concepto de que podemos aprender muchísimo de la vida y cultura de todos y cada uno de los que se presenten a esta nueva experiencia de intercambiar a pensar el futuro.  Si nos imaginamos allí sentados con gente muy diversa compartiendo un momento muy interesante, muy gratificante, muy pacífico, aprendiendo y escuchando atentamente lo que cada uno aporta, seguramente nos genere unas ganas muy grandes de estar en un ámbito así. Si no sucede es probable que haya aún mucho por desactivar. Conocernos, quitarnos los pre-conceptos, acercarnos no solo física sino emocionalmente es el principio del fin de esta sociedad deshumanizada. Pero antes de comenzar a charlar sobre el futuro precisaremos unirnos en un punto virtual desde el cual nos sintonizamos con algo elevado, con deseos muy simplificados y puros, deseos sobre los cuales nadie tenga duda alguna que son comunes a todos los que deseamos ese futuro mejor. Deseos que nos eleven y nos pongan en una altura que nos permita mirar el mundo desde un punto de vista más alto superando las murallas, las fronteras y los sentimientos encontrados. Precisaríamos por tanto, a mi entender, adherir a una instancia universalista.

¿Por qué adherir? Adherir -no pertenecer- significa un acto libre de un ser humano que consciente del acto y sus alcances decide sumarse en forma plena a una causa común. Al hacerlo supera viejas forma de pertenencia y se convierte en un ser-que-decide libre y abierto al mundo.
¿Por qué universalista? Por qué además de ser un hermoso y sentido término, y a diferencia de los universalismos contrarios al pensamiento diverso y creativo, esta nueva instancia universalista es la instancia del re-encuentro, del re-nacimiento de las mejores aspiraciones y valores humanistas, donde sentir lo humano en el otro y su enorme valor y capacidad de aporte para construir el futuro.

Superar las limitaciones y divisiones de un mundo que nos impone demasiadas cosas, permite un «renacer» en una instancia universalista gestando valores, visiones y experiencias superadoras. Implica la comunión con la diversidad, con el todo. Implica la elevación de la visión y deseos individuales para sincronizarlos con el conjunto universal.

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