Barack Obama se apresuró a explicar que los asesinatos cometidos en Denver durante la proyección de la última película de Batman no eran un acto de terrorismo. De lo que se deduce que no les provoca terror a los estadounidenses poder ser víctimas de la horda de psicópatas que inundan su cultura (cine, televisión, literatura, música, etcétera).

 

Pero los parámetros del terror no son homogéneos. Los umbrales del dolor difieren entre las personas, también difieren los motivos de sufrimiento, lo que da miedo y lo que no, lo que infunde terror tampoco es lo mismo en un país o en otro, en una clase social o en otra y se podría seguir haciendo distinciones hasta el infinito.

Hay hechos lo suficientemente catastróficos para que sean considerados terroristas por todos y cada uno de nosotros. La definición del diccionario (RAE) nos dice: terrorismo, 1. m. Dominación por el terror. 2. m. Sucesión de actos de violencia ejecutados para infundir terror.

 

Naomi Klein

 

Naomi Klein en el libro “La doctrina del Shock” desmenuza el funcionamiento del neoliberalismo y el aprovechamiento del terror para llevar adelante sus planes. Los magnates del corporativismo aprovechan las catástrofes naturales y las guerras, fenómenos que provocan un profundo terror. Pero la voracidad de estos pragmáticos tecnócratas los llevó a declarar guerras, a fingirlas, a potenciarlas y a no evitar desastres naturales previsibles o dejar que haya el mayor número de víctimas posibles para que el golpe de efecto fuera mayor y les permitiera llevar adelante sus proyectos.

La tesis se basa en que en estado de shock las poblaciones son incapaces de dar respuestas organizadamente y no tienen tampoco la capacidad de ver lo que sucede en la periferia del conflicto, así es posible imponer leyes retrógradas que atentan contra las libertades o justificar masacres para evitar otras masacres.

 

Eduardo Galeano

 

Eduardo Galeano se refería a Guantámano como un ejemplo global adoctrinador. Que fuera público el uso de la tortura y que hubiera una impunidad inusitada pudiendo cualquiera de nosotros ser víctima de acusaciones falsas y terminar encerrado con un mameluco naranja formaban parte de una estrategia para infligir terror y mandar a sus casas a los millones de manifestantes que hubo en todo el mundo en febrero y marzo del 2003 oponiéndose a la guerra de Irak.

“No más sangre por petróleo” era uno de los lemas que recorrió el mundo y que mostraba el escaso apoyo popular de la arremetida de Bush, Blair y Aznar basándose en informes ficticios y acusaciones falsas.

 

Crisis y riesgo país

 

Además de estas versiones sangrientas del terror, encontramos también versiones más sutiles. Los castigos infligidos a Haití por haberse rebelado al poder de los colonizadores y abolir la esclavitud, no han pasado desapercibidos por el resto de las colonias. Ante el terror de encontrarse en la misma situación miserable de abandono y expolio los martiniqueses, jamaiquinos, puertorriqueños y otros pueblos colonizados han preferido el yugo consentido que la libertad a precios altos.

El aumento de las tasas de suicidio de todos los países mediterráneos estos últimos años, la invitación de los propios gobiernos de invitar al exilio a los jóvenes y la condescendencia para con los saqueadores financieros son una demostración cabal del terror. El pánico a perder los privilegios o los derechos o lo mínimo que pudiera tenerse, sumado a un bombardeo de estímulos negativos (enseñanza competitiva; medios informativos falaces; publicidad consumista; modelos y valores deformados) animan el desánimo y los estados aterrorizados de consciencia.

Las crisis como terrorismo y las cifras del riesgo país o las notaciones financieras evalúan o ponen nota al grado de terror que podemos permitirnos.

 

Corrupción endémica

 

Todas estas fórmulas de terrorismo tienen operadores, lobistas, ejecutores e ideólogos. Los hay los que trabajarán por una convicción antihumanista deseando la extinción de nuestra raza, pero la gran mayoría lo hacen por intereses, o sea corrompidamente. Cualquier interés que prime sobre la vida humana y el bienestar de todos es corrupto, se opone a los ciclos naturales, a la pulsión de vida que anima nuestra existencia.

Esta forma corrupta de ver el mundo, de manejarse, de relacionarse, de disponer de lo de todos en beneficio propio puede ser un acto consciente o irreflexivo, pero el resultado es el mismo: terrorismo.

Vivir dependiendo de lo que unos inescrupulosos hagan o dejen de hacer en la instalación y mantenimiento de una central nuclear es terrorífico. Dormir pensando que hay “iluminados” que tienen un botón rojo al alcance de su mano es terrorífico. Que se puedan incendiar bosques para construir luego en esas tierras quemadas algún negocito es terrorífico. Que una pandilla de facinerosos emprenda campañas de difamación para manipular a la opinión pública mundial en el consentimiento de bombardeos masivos de otros pueblos, e incluso del propio, es terrorífico.

La idea no es enumerar las causas por las cuales deberíamos sentirnos aterrorizados, creo que ya se han expuesto suficientes, lo que se intenta desmontar con estas ideas es el mito del terrorismo como una respuesta para desestabilizar el status quo, cuando en realidad se trata de un instrumento de los poderes corporativos para perpetuarse en el ejercicio de ese poder. Una sociedad de valientes pone en peligro este sistema de cosas, de allí que se fomente la ignorancia y el desasosiego.

Hoy, más que nunca, debemos apelar al coraje y al conocimiento. Debemos romper esa cadena del terror que nos paraliza y nos divide. Continuemos nuestras luchas, afiancemos nuestras construcciones, pero sin terror. Sabiendo cuál es el efecto que los funambulistas de la mentira nos quieren inocular podemos poner nuestros esfuerzos en dar otro tipo de respuestas y en contrarrestar las desgracias y la tristeza que quieren anidar en nuestro corazón.