Todo eso sin contar con que llueven invitaciones de personas próximas que festejan su onomástico (¿tanta gente nace en primavera? Parece una broma de National Geografic); otros intentan reunirse para tener al menos un encuentro en el año. Algunos, más previsores nos están avisando sus actividades del mes de enero o el ciclo de verano completo. Antes que nada, gracias.

Estamos saturados y sin saber con qué criterio elegir a qué evento acudir, aunque sea a uno por día. Si tomamos el juicio de la afinidad ideológica, casi todos cumplen el requisito; si nos guiamos por la amistad, igual; si es por la conveniencia política, ninguno es inconveniente; si es por la proximidad, ninguno está lejos; si es por la motivación, todos parecen interesantes. Peor que no saber cómo elegir es acertar con qué descartar. Porque, como es obvio, todo lo que no sea elegido será descartado. ¿Vamos a cumplir con uno y a dejar de lado a dos, o tres, cada vez?

Hay gente que camina para pensar; otra que prefiere sentarse y otros, de onda más sub-real, se echan sobre una cama. Aunque no tenga arriba, en la cabecera, un cartel que ponga “silencio, poeta trabajando” igual buscan una salida lírica a sus encerronas existenciales de fin de año. No es nuestro caso, que preferimos sentarnos frente a la notbook y esclarecernos escribiendo, como un modo de aflojar la racionalidad y dejar que fluya otro estado de conciencia capaz de encontrar el modo de tomar tan graves decisiones.

Y ya van apareciendo algunas conclusiones que compartimos con ustedes. Ante todo, y como es sabido, lo correcto es declararse inocente y, mejor aún, culpar a otro. Por ejemplo: “No sé por qué planifican tan mal las actividades del año que colman los meses de noviembre y diciembre y uno se ve forzado a no asistir a dos de cada tres, o tres de cada cuatro invitaciones.” No tenemos culpa por esto, ella -la culpa- está con los otros.

Descargados de responsabilidades pensamos que tal vez podríamos ir a alguno de esos eventos, ni siquiera a uno por día, alguno…

Pensándolo más, no sé si iremos a uno. Después de todo, no hay por qué hacer público los lugares a los que faltamos o a dónde faltaremos. A esta altura, nos asalta un recuerdo: un amigo se quejaba de que nadie había acudido a su convocatoria y lo hizo con una frase de Macedonio Fernández, un poeta argentino ingenioso de verdad que, frente a una situación similar dijo: “Faltó tanta gente, que si faltaba uno más, no cabía”.

Pero también podemos decir, con seriedad, a todos quienes nos han invitado a sus eventos de fin de año, amigos, parientes, compañeros, todos aquellos frente a quienes no hay una excusa válida y, para peor, tenemos ganas de complacer, que no será posible. Porque no estaremos, nos vamos de viaje. Circunstancias inesperadas nos fuerzan a alejarnos de la ciudad hasta mediados de enero.

Nuestros amigos sabrán comprender que tengamos razones para no revelar el sitio en el que nos encontraremos desde hoy hasta entonces. Pero daremos señales en este blog, en Twitter y, a veces, en Facebook.

Imaginamos que nadie pensará que esta es una excusa para no asistir a los eventos de fin de año. Es un simple viaje y volveremos.

En nuestra opinión el mundo seguirá -al menos un tiempo más-, no habrá una tercera guerra mundial -al menos por ahora- y hay más posibilidades de que la humanidad sucumba por nuestras actividades depredadoras del planeta que por un bombazo extraviado. En cualquier caso, será dentro de un tiempo y no vamos a pensar en nada de esto. Por cierto, ustedes que tienen la posibilidad, no dejen de cumplir con todos aquellos que los hayan invitado.