El Estado era la salvaguardia de las poblaciones, era quien regía las políticas, los presupuestos, quien velaba por una suerte de igualdad, por una justicia ética y un desarrollo sostenido. Durante los años 80 se alcanzó el cenit de crecimiento posible. A partir de ese momento debían repartirse las cartas de nuevo.

Los Estados Unidos en su frenética persecución del dominio global se enroló en guerras a diestra y siniestra, sus conquistas parecían hundir al bloque soviético. Ciertos gurúes económicos descubrieron que la guerra era más beneficiosa que la paz.

A partir de los años 80, donde la producción comenzó a volverse más costosa, se desató la mayor campaña de desestabilización planetaria de la que se tengan precedentes. De la mano de Reagan y Thatcher el mundo comprendió que nadie podía dormir tranquilo. Se globalizó el miedo, dando entrada al discurso de la Seguridad y la Prevención.

**Fundamentalismo especulativo y colonización de las conciencias**

Esta actitud fundamentalista se sostenía con la especulación y se convirtió a las Bolsas de valores y las divisas en armas de guerra. La psicosis prendió como la pólvora y en todas las latitudes los gobiernos se convirtieron en serviles amasadores de sangrientas fortunas. El negocio de la guerra y la especulación se adueñó de continentes enteros.

El poderío miliar fue exportado como único medio válido para asegurar el bienestar. Pero no todos compraron el modelo, fueron necesarias invasiones, dictaduras y mucha, mucha corrupción. Primero se introdujeron asesores en todos los gobiernos, que más adelante se convirtieron en ministros de economía, siempre al servicio del Complejo Militar-Industrial. Las políticas económicas de estos ministros y de las dictaduras títeres permitieron a esa Corporación de hacerse cada vez más fuerte, adquiriendo los medios de comunicación, los medios de transporte, la producción energética, el agua, los espacios aéreos y marítimos. Estaba naciendo la era Monopolista, el poder en manos de muy pocos.

Invadiendo y colonizando la subjetividad de las poblaciones consiguieron, no sólo tener los ministros de economía, sino el gabinete entero, incluidos los presidentes. Ya no era necesario aplastar a la gente, generando descontento, ahora se podía sembrar de ilusión el imaginario colectivo y hacer creer a las poblaciones que vivían en democracia y que eran libres. El canto de sirenas empezó a oler mal a fines de siglo, con manifestaciones multitudinarias que reclamaban que el Estado volviera a ocuparse de sus ciudadanos.

**Terrorismo global o políticas de inclusión**

El S.XXI arrancó inventando el enemigo necesario. La lucha antiterrorista legitimaría una nueva oleada de carnicerías múltiples. Las poblaciones sumidas en el estupor y el miedo no vieron el engaño. Pero la mentira tiene patas cortas y los pueblos no experimentan ni la libertad ni la democracia, muy por el contrario se sientes esclavizados a un sistema que vuelve más ricos a los ricos y más pobres a los pobres. Las diferencias se volvieron tan groseras que el descontento monta y se manifiesta en el norte de África, en Medio Oriente, en Europa, en Estados Unidos y en Latinoamérica.

Hablando con egipcios, turcos, tunecinos he podido constatar que su revolucionismo no busca emular la trampa europea, esa democracia de cartón que esconde los afilados colmillos del Corporativismo Monopolista, sino que sus modelos son los países latinoamericanos. Los países australes que encontraron gobernantes que amaban su tierra, sus gentes, las futuras generaciones y que no claudicaron ni ante el canto de las sirenas, ni ante la corrupción, ni ante las presiones violentistas. Hugo Chávez, Néstor Kirchner, Luiz Inácio Lula Da Silva, Evo Morales, Rafael Correa, Cristina Fernández, Pepe Mujica, Dilma Roussef y esperemos que Ollanta Humala tenga la misma fortaleza de principios y de apoyo popular para incorporarse a este grupo de valientes que enfrentan de manera quijotesca la liberalización total, la privatización absoluta y la represión como medio de resolución de los conflictos.

Sudamérica es un continente libre de armas nucleares, que lleva años sin agresiones entre países, con excepción de los intentos desestabilizadores perpetrados por la CIA y el Pentágono. Pero si en África y Medio oriente miran con respeto al sur de América es también por su compromiso por la causa palestina pero, sobre todo, por haber enviado a casa a los enviados del Fondo Monetario Internacional. Esos dictadores de traje y corbata que desenfundan planes de ajuste y privatizaciones, que glorifican las deudas y que se encomiendan al Dios Mercado para que les asegure la entrada a los Paraísos fiscales. El poder de ese 1% sobre el resto del mundo es indiferente, es brutal y es codicioso.

Hasta ahora, aparte del amor que han mostrado los líderes latinoamericanos, la única respuesta visible es la indignación, el hartazgo. Pero ese inconformismo irá cobrando forma a medida que madure y que se vaya despegando de la subjetividad formateada por las Corporaciones que han dirigido no sólo los medios, sino también los planes educativos, de salud, el ocio, los valores de una época… Soltar ese lastre nos liberará del Mercantilismo antihumano que se autojustifica enarbolando la palabra «crisis». George Soros, magnate de la especulación y uno de los mandamases del grupo selecto del 1% lo advirtió hace tiempo: “El Mercado es amoral”.