Las comitivas llegadas de todo Europa para manifestar el malestar creciente que se vive en todos los países de la zona euro fueron recibidos por infinidad de controles policiales, que debían amedrentar a los manifestantes de quedarse en Cannes. La solución era participar en Niza del Foro Alternativo “Primero las personas, no el dinero”. Que trabajó sobre seis ejes: no a los planes de austeridad, ni a la desigualdad; las personas, no el mercado; cambiemos el sistema, no el planeta; no jueguen con nuestros alimentos; Indignados, rebeldes y solidaridad y por último: ellos son 20, nosotros millones.

La presidenta de Brasil Dilma Roussef ya se había manifestado a favor de los reclamos de los indignados, que ella encontraba lógicos y adecuados, el trabajo por delante del capital y una democracia verdaderamente participativa que combata la corrupción.

Así que su presencia en la reunión del G20 dejaba ver que no logra imponerse el pensamiento único que enarbolan los gurúes económicos y los tecnócratas de turno de las grandes potencias.

Cristina Fernández de Kirchner tampoco es de la partida fundamentalista que aboga por desregular los Mercados y esperar que las poblaciones sigan tragando sus planes de ajuste y salvatajes ficticios.

Si la presidenta argentina viene de ser reelecta con el 54 % de los votos y con más de 35 puntos de ventaja del segundo candidato es, entre otras cosas, por no encolumnarse a las políticas que dicta el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial y hacer su prioridad de gobierno la inclusión social, a través del empleo y la educación y sanidad gratuitas para todos los habitantes.

En su discurso frente al B20, los empresarios de las 20 empresas más grandes del planeta, instó a los gobiernos democracifóbicos europeos a escuchar los reclamos de la gente en la calle y actuar por ellos y no en defensa del sistema financiero global. Ante las propuestas de controlar y grabar el sistema productivo, ella opuso una regulación de los fondos especulativos, de los mercados financieros que intervienen sobre los sistemas de producción, sacando beneficios sin ofrecer ningún bien ni servicio, si no, por el contrario, generando burbujas y crisis que benefician a unos pocos y perjudican a los pueblos.

Pidió a los gobiernos de las naciones más poderosas cuidar la democracia y no vaciarla de significado y que tengan el valor de tocar los grandes intereses particulares. Es imposible avanzar en el interés general sin afectar ciertos intereses privados, explicaba.

La Argentina con un 8,7% de deuda pública con entidades privadas es un buen ejemplo a seguir para los países endeudados. La salida de las crisis es a través de la inclusión social, de revolucionar el mercado productivo. En definitiva y según sus palabras “volver a un capitalismo en serio y abandonar este anarcocapitalismo donde nadie controla a nadie”, dando a entender que los gobiernos son presa de los grandes fondos especulativos y las agencias de calificación.

De este modo, si bien los indignados no fueron recibidos por los mandatarios, si, al menos, muchos de sus reclamos han sido expuestos por unas representantes de lujo, venidas de Sudamérica.

Queda por verse si todas las alabanzas y gestos de buena voluntad que muestran ahora algunos políticos, empresarios, e incluso la presidenta del FMI Christine Lagarde, se transforman en hechos y acciones en una dirección que permita aflojar un poco la presión asfixiante sobre el cuello de las poblaciones del mundo.