Aún así permanece intocable; peor aún, ignorada.
Con el nombre de *“Echelon”* se conoce a la red de espionaje electrónico más importante del mundo. Comenzó a operar luego de finalizada la Segunda Guerra Mundial para espiar las comunicaciones de los soviéticos, pero como una suerte de Frankenstein desencadenado, ha continuado creciendo hasta límites difíciles de precisar.
Inicialmente fue operada por los Estados Unidos y Gran Bretaña, quienes formaron un organismo denominado UKUSA, sigla que refiere las iniciales de Gran Bretaña y Estados Unidos. Pero en la actualidad participan también Canadá, Australia y Nueva Zelanda, todos bajo control de la Agencia Nacional de Seguridad (NSA) de los Estados Unidos. Cada país participante tiene un área asignada para controlar. Así, Estados Unidos monitorea gran parte de las comunicaciones de América Latina, Asia, la Rusia asiática y el norte de China. Gran Bretaña controla a Europa continental, Rusia y África. Australia revisa las comunicaciones de Indochina, Indonesia y el sur de China, y Nueva Zelanda las del Pacífico occidental.
Según los investigadores Eliseo Oliveras y Antonio Fernández, los nodos de Echelon son: College Park (Maryland), Mountain View (California), Menwith Hill (Gran Bretaña), Bad Aibling (base militar en Alemania), Sugar Grove (Virgina, EE.UU), Sabana Seca (Puerto Rico), Leitrim (Canadá), Shoal Bay (Australia) y Waihopai (Nueva Zelanda).

**Espías secretos y espías públicos**

La red Echelon está formada por una serie de satélites espías que intercepta millones de comunicaciones telefónicas, email y faxes por hora. Con lo cual, tanto la diversidad de las fuentes, como el volumen de la información son enormes. Todo es revisado, desde las conversaciones telefónicas que viajan por cables submarinos, hasta las comunicaciones por Internet, cuyos nodos principales están casi todos en territorio norteamericano. Todo pasa por su sistema de filtrado de datos en computadoras guiadas a través de diccionarios de *“palabras clave”*.Cuando los programas detectan las palabras preseleccionadas en un mensaje o conversación telefónica, incluyen los datos de la misma en una serie de listas que reflejan potenciales riesgos de seguridad.
La existencia de Echelon fue denunciada por primera vez por el periodismo a mediados de los años ‘70, pero nada alteró su crecimiento. Cumpliendo profecías de la ciencia-ficción, Echelon se extendió y profundizó su capacidad, en gran medida, debido a los avances en la potencia de cálculo de las computadoras actuales
En 1996, el periodista neocelandés Nick Hager publicó una investigación en la que describía el funcionamiento de Echelon. A su vez, Jeffrey Richelson, investigador de la Universidad George Washington, encontró ese mismo año el nombre **“Echelon”** en un documento de seguridad norteamericano desclasificado.
Luego, en 2000, salieron a la luz varios informes más, incluyendo un extenso documento presentado al Parlamento Europeo el 5 de septiembre de 2001. A partir de entonces, Echelon pasó de estar del terreno de las especulaciones conspirativas para instalarse definitivamente entre los hechos. Aquel informe incluyó documentación y hasta entrevistas a ex empleados del sistema. Y con ello se pudo reconocer, no sólo la enorme capacidad de procesamiento y acopio de datos, sino que los Estados Unidos también espiaban a sus propios aliados europeos y a diversas organizaciones internacionales, como la Cruz Roja y Greenpeace. A partir de entonces, la Eurocámara recomendó a los ciudadanos europeos encriptar sus comunicaciones para eludir el espionaje, y pidió a los Estados miembros que promovieran acciones para impedirlo.

**También espionaje industrial**

Va de suyo que los objetivos políticos de la red de espionaje han ido cambiando con los tiempos. Del contexto de la Guerra Fría contra la ex Unión Soviética y sus aliados, se pasó a otros requerimientos también globales, como lo son el surgimiento de los movimientos antiglobalización, la lucha contra el narcotráfico y, más recientemente, la denominada por Estados Unidos, como *“Guerra contra el Terror”*.
Sin embargo, esta enorme red ilegal no se ocupa sólo de rastreos políticos. Según denuncias algunos países europeos, los estadounidenses hace tiempo que han orientado las orejas de Echelon hacia el espionaje industrial. Así lo reconoció en 2000 el ex jefe de la CIA, James Wolsey. Algunas fuentes sostienen que las empresas europeas incluso perdieron contratos millonarios a manos de grupos norteamericanos que contaban con información precisa de la competencia obtenida desde Echelon. Entre las perjudicadas, se suele citar a la empresa francesa Thompson, que perdiera el contrato de instalación de radares en la Amazonia a manos de la británica Rayteon.
De todas formas, la Unión Europea anunció una primera réplica. Invertirá para desarrollar en los próximos años un sistema seguro de comunicaciones basado en criptografía cuántica. Y esto supondrá la creación y distribución de llaves ‘irrompibles’ que significarían un espacio de comunicaciones *“seguras”* y libres de la vigilancia electrónica anglo-estadounidense. Claro, una pregunta surge de inmediato: ¿se compartirán los nuevos códigos con Gran Bretaña, miembro pleno de la Unión Europea y, a la vez, socio fundador de Echelon?
Desde ya que los gobiernos que se molestan por el funcionamiento de Echelon, no lo hacen por razones puramente éticas. La red de espionaje global es una amenaza directa a la privacidad de las personas, empresas y organizaciones, pero la *“rebelión europea”* partió del hecho elemental de haber quedado afuera de este sistema de obtención y distribución de la información
Estados Unidos y sus aliados anglos han conformado la red de espionaje global más grande de la historia. Sin embargo, el ejemplo de Echelon explicita las dificultades normativas de la sociedad internacional en tiempos de la revolución de las comunicaciones. Cuando los Estados espían a sus propios ciudadanos, se colocan fuera de la ley. Pero cuando los Estados espían a los ciudadanos, a las empresas o a las organizaciones de terceros países, el vacío de normas campea y, entonces, la impunidad es la regla. En otras palabras, el debate acerca de la privacidad en las comunicaciones incluye a Echelon, pero lo excede.