Al agredido periodista se lo retuvo incomunicado durante toda la noche y se le acusa de “desobediencia y atentado a la autoridad y lesiones”. Las lesiones no pueden ser otras que las infringidas por los agentes mientras el redactor, que firma como Santiago Zárraga, informaba en directo los acontecimientos vía twitter (@al_segundo).

Lo que para algunos medios fue una batalla campal, continuó siendo una masiva manifestación no-violenta que no renuncia a recuperar el kilómetro cero de Madrid, un lugar emblemático para el movimiento de los indignados y del que fue desalojado su stand de información de manera brutal la noche del lunes.

Desde el desalojo, la policía ha creado un cerco a la plaza. A la cual arriban 13 calles diferentes y es un punto neurálgico de los transportes madrileños. Sin embargo la decisión de la Delegación del Gobierno obliga a las fuerzas del orden a cambiar el trazado del recorrido de los autobuses y al cerrar las estaciones de metro y trenes impiden la libre circulación de todos los habitantes de Madrid, ya que se trata de una de las conexiones más importantes de la metrópoli.

No hay dudas que el gobierno quiere sembrar el malestar general contra los indignados y minar así el apoyo popular que recibe. No hay que olvidar tampoco la pronta llegada del Papa Benedicto XVI, para la cual el gobierno municipal ha previsto agasajos y cortejos. Siendo un evento rechazado por un número grande de ciudadanos y del que se prevén conflictos.

El adelanto de las elecciones presidenciales y la gran demostración de fuerza del movimiento de los indignados del fin de semana del 23 y 24 de julio muestran a las claras el temor de la clase política. Una clase política que jamás se enfrentó a una repulsa generalizada como a la que están siendo sometidos.

En Estados Unidos 200 mil familias pierden su hogar cada mes, en España empiezan a producirse desalojos masivos y son los indignados quienes aglutinan un movimiento de apoyo y ayuda a las víctimas, ya sea evitando el desahucio o brindándoles asesoramiento y comida. La solidaridad se abre camino entre los escombros de un capitalismo que, como dice José Luis Sampedro, “se hunde por su propio peso”.