Una vez
más, las fotos de niños desnutridos y madres desesperadas recorren la prensa masiva. Se trata de una situación que empeora día a día, y los expertos estiman que hay por lo
menos 10 millones de personas afectadas.
Los miembros de los cuerpos de ayuda humanitaria internacional afirman que jamás
habían presenciado una crisis como la actual: los refugiados del hambre se alimentan
a base de raíces para sobrevivir durante el camino. “El estado de las personas que
recogemos en la frontera con Somalía empeora cada semana”, aseguró al diario alemán
Süddeutsche Zeitung Emmanuel Nyabar de la Agencia de la ONU para los refugiados
(ACNUR) en Kenia.

Aquellos que logran sobrevivir son recibidos en los campos de Dollo Adoo, en el
sudoeste de Etiopía, o Dadaab, en el norte de Kenia. Allí comienza una nueva lucha
por sobrevivir. Dadaab es el campo de refugiados más grande del mundo, y los recién
llegados deben registrarse para recibir una ración de alimento y encontrar, con suerte,
un lugar propio para dormir.

Dadaab es el campo de refugiados más poblado del mundo, por lo que las nuevas olas de
refugiados lo han terminado de saturar. De hecho, se estima que la actual cifra de 300
mil habitantes podría pasar a medio millón en las próximas semanas.

De acuerdo a ACNUR, no existe más lugar disponible en Dadaab. Pero la posibilidad de
abrir un nuevo campo depende de la aprobación del gobierno keniata, que no mira con
buenos ojos la iniciativa. La xenofobia contra la población somalí inmigrante también
es un factor de peso para la negativa.

“Es imprescindible que la ayuda llegue de forma directa a los ciudadanos somalíes”,
afirmó Nyabara. Pero debido a la guerra civil esto resulta impracticable, en parte
por la negativa del grupo islamista somalí al-Shabab de permitir la entrada de ayuda
internacional. Sin embargo, la nueva situación parece haber doblegado la intransigencia
del grupo.

Fallas de previsión

El “sistema de alerta temprana” con el que cuentan los organismos internacionales
es una herramienta que permite generar imágenes de la hambruna en el “Cuerno de
África”. Meteorólogos, geólogos, ingenieros agropecuarios e investigadores de la
NASA han unido sus bases de datos, midiendo las precipitaciones por metro cuadrado y
comparando fotos satelitales. El rojo, que significa hambruna en el este de Etiopía o en
el norte de la capital somalí, Mogadishu, abunda.

Desde la óptica del periodista Tim Neshitov, especialista en la actual situación de
África, “el mundo está viviendo la hambruna mejor documentada de la historia”. Los
investigadores afirman con precisión milimétrica que hay porciones de Somalía dónde
se han perdido hasta la mitad de los rebaños de ovejas y que el precio de los alimentos
se ha duplicado.

Todos coinciden en que se trata de la situación más dramática de los últimos 50 años, y
que 10 millones de personas, sobre todo en Kenia, Somalía, Etiopía y Yibuti precisan
de ayuda urgente. Sólo en Kenia se contabilizaron 65 mil niños con riesgo de perder la
vida y en situaciones de desnutrición que los afectarán por el resto de sus vidas.

A pesar de que la sequía había sido advertida en enero, las acciones de ayuda humanitaria comenzaron recién en la última semana, con la confirmación de la
continuación de la sequía y los primeros niños muertos. Esto mismo fue admitido por
las oficinas de Agricultura y Alimentación de la ONU (FAO) y los representantes del
programa de nutrición en África de OXFAM.

“Se perdió la oportunidad de preparar a la gente para la sequía”, explicaba en una
columna de opinión Neshitov. Y agregó: “El problema es que sólo se consiguen los
fondos necesarios cuando las catástrofes ya están en desarrollo”. Los analistas de
OXFAM aseguran que se podría llegar a una situación similar a la de la hambruna de
1984 y 1985 en Etiopía, en la que murieron casi un millón de personas.

Debate por el destino de los fondos

La cantidad y el destino de los fondos necesarios para enfrentar la crisis también se
encuentran en el centro de la problemática. La ineficiencia en los programas de ayuda
se traduce en problemas cíclicos. El programa de ayuda de Estados Unidos, el principal
aportante extranjero en la región, destinó por ejemplo 561 millones de dólares en
2008 para alimentos. Pero menos de 60 millones fueron destinados a programas de
capacitación para granjeros en materia de fertilización o nuevas técnicas de cultivo.

De acuerdo a un informe de la Organización para la Cooperación Económica y el
Desarrollo (OECD), que este tipo de programas reciben menos del 1 por ciento del
presupuesto total de ayuda para el desarrollo. La comunidad internacional, afirman, solo
reacciona frente al hecho consumado.

El cambio climático, por otro lado, está generando sequías cada vez más habituales
en la región (se calcula que para 2025, tres de cada cuatro años serán de sequía). Sin
embargo, afirma el periodista Tim Neshitov, existen otras causas como “la deficiente
política agraria que lleva adelante la administración somalí de Meles Zenawi” y la
violencia de la milicia islamista al-Shabaab, que “impide el ingreso de alimentos
básicos y trabajadores humanitarios”.

Asimismo, la suba en el precio de los alimentos encuentra una explicación directa en
la intervención de los mercados especulativos en el comercio internacional de granos:
un reciente estudio de la Universidad de Bremen demostró que la especulación en los
mercados a término fueron responsables por una subida del 15 por ciento en el precio de
los granos comerciados.

Frente a la actual situación, el Programa Mundial de Alimentos (PAM) de la ONU
ha decidido priorizar la protección “a los niños, así como a las mujeres embarazadas
o en periodo de lactancia a través de un plan nutricional especial», según afirmó
Josette Sheeran, su directora. El PAM amplió en consecuencia la entrega de
productos alimenticios suplementarios y ricos en vitaminas para los primeros 1.000
días de vida, que son distribuidos a través de sus más de 30 delegaciones y casi 1200
personas trabajadores distribuidos en el “Cuerno de África”.

En declaraciones a la prensa, Sheeran instó a las potencias mundiales a respaldar a la
agencia, ya que en el momento en el que su ayuda más es reclamada, “el balance del
segundo semestre de 2010 presentó un déficit de 140 millones de euros”.