La reciente hospitalización del ex presidente de Sudáfrica y premio Nobel de la Paz, Nelson
Mandela ha causado una fuerte inquietud en el país, tanto entre los políticos como entre
la población y los medios de comunicación. Aunque ya fue dado de alta, continúan las especulaciones.

El líder sudafricano de 92 años fue trasladado ayer de su casa del barrio de Houghton al
Hospital de Milpark, en Johannesburgo, para realizarse unos exámenes de rutina, según
la Fundación que lleva su nombre.

Los rumores sobre la delicada salud de Mandela se habían reproducido en los últimos
días y, el pasado martes, el también premio Nobel de la Paz y arzobispo emérito de
Ciudad del Cabo, Desmond Tutu, dijo que lo encontró «frágil».

«No está en peligro y está animado», informaron ayer desde la Fundación Mandela
mediante un comunicado en el que anunciaban su hospitalización para unas pruebas de
rutina.

El neumólogo Michael Plit confirmó al periódico que había examinado a Mandela y
declaró que «ha sido ingresado para estudiar su estado». Esa fue hasta ahora la única
información clínica sobre el estado del ex gobernante, el primer presidente negro de
Sudáfrica elegido en 1994 tras la caída del régimen segregacionista del «apartheid».

Ante esta inquietud, que se refleja en los medios de comunicación, que dedican amplios
espacios y tiempo a la hospitalización de Mandela, el CNA pidió «calma» a la población
y su portavoz, Jackson Mthembu, reclamó que «no se apriete el botón de alarma
innecesariamente».

Un gran número de familiares y amigos de Mandela, así como correligionarios del
partido gobernante en Sudáfrica, el Congreso Nacional Africano, han visitado el
hospital, alrededor del que se han concentrado docenas de periodistas de medios locales
y gran cantidad de público.