El domingo 14 de marzo se celebra el Día Internacional de Acción contra las Represas y en Defensa de los Ríos, el Agua y la Vida. Por sus particularidades geográficas, América latina es el continente con más represas en el mundo, con todo el impacto ambiental que eso comporta. Es por eso que muchos pueblos de la región se encuentran resistiendo de forma pacífica muchos proyectos de construcción.

En Perú, por ejemplo, pobladores de la región de Puno se oponen a la instalación de la central hidroeléctrica en Inambari, que afectaría a diferentes comunidades de la zona. El proyecto implica la construcción de una represa y embalse. El decano del Colegio de Ingenieros del Perú, Carlos Herrera Descalzi, explicó que además de afectar a la población, perjudicará al ecosistema por las emisiones de dióxido de carbono. La concesión esta a cargo de la Empresa de Generación Eléctrica Amazonas Sur (EGASUR). La entidad tiene tiempo hasta junio para convencer a los pobladores para la instalación de la hidroeléctrica. La congresista por Puno, Susana Vilca, explicó que “son 27 comunidades que temen por su actividad productiva, vivienda, minería y futuro de sus hijos”.

Por otra parte, ambientalistas argentinos advierten que la represa Yacyretá «se está rompiendo y será la mayor tragedia argentina”. Imágenes oficiales de la Entidad Binacional Yacyretá (EBY) demuestran el peligro de rotura que existe en la represa. La solución que proponen las comunidades locales es desmantelar la represa. Del mismo modo son 525 las que a nivel mundial se están desmantelando porque, en todos los casos, luego de 10 años se vuelven inútiles y son 90 las del país que no se desmantelan porque salen más caro hacerlo que volver a construirlas. Con motivo de conmemorarse el Día Internacional de Acción Contra las Represas y por los Ríos, el Agua y la Vida, el colectivo misionero “Energía sin Represas” está organizando disertaciones y proyección de videos este fin de semana en las localidades de Posadas, Apóstoles y Azara, con el fin de concientizar a la población.

En Brasil, esta semana hubo movilizaciones de afectados por represas hidroeléctricas en los estados de Mato Grosso y Rondônia. El lunes, unos 800 agricultores afectados ocuparon la presa de Manso, en Mato Grosso, para reclamar el cumplimiento de compromisos asumidos en 2005 por la energética estatal Furnas, encargada de su administración. Uno de los damnificados, Paulo Pereira Fernandes, explicó que la empresa compró hasta el momento solamente el 40% de las tierras necesarias para el reasentamiento de las 780 familias afectadas por su instalación, cifra que ha reconocido la propia Furnas.

Por otra parte, en las últimas horas también se puso en tela de juicio, por enésima vez, uno de los proyectos hidroeléctricos más resistido de Brasil: el complejo sobre el río Madeira. En el marco de las diversas acciones por el Día Internacional de la Mujer, unas 200 representantes del Movimiento de Afectados por Represas (MAB por sus siglas en portugués) y la Vía Campesina bloquearon durante algunas horas el acceso a las obras de la usina Santo Antônio, que integra el complejo ubicado cerca de Porto Velho, capital de Rondônia.

El Día Internacional de Acción contra las Represas y en Defensa de los Ríos, el Agua y la Vida se estableció en el transcurso del Primer Congreso Internacional de Afectados por las Represas, realizado en marzo de 1997 en la ciudad de Curitiba (Brasil). Estas construcciones han hecho surgir una nueva problemática socio-ambiental, originada en la acción antrópica y que pone en riesgo hábitat y ecosistemas sensibles, condenando a pueblos enteros al desarraigo y la pérdida de identidad cultural. En la actualidad, importantes instituciones internacionales han aceptado que estas megaobras, además de los cuantiosos recursos económicos que insumen, resultan de una negatividad extrema en lo que se refiere a la destrucción de valiosas tierras fértiles, la desaparición de zonas de alto valor histórico-cultural o paisajísticas y la dislocación de comunidades enteras, que engrosan la lista de refugiados ambientales, radicándose en las villas miserias de las grandes ciudades, agravando el problema de las megalópolis. Como bien lo ha expuesto el Programa de la Naciones para el Desarrollo (PNUD): “Los diques hidroeléctricos en gran escala han resultado la causa de la destrucción de valiosas tierras agrícolas, la dislocación de comunidades enteras y la introducción de enfermedades transmitidas por el agua”.