Desde otra parte del país, esta mañana recibí un correo electrónico de un activista muy bien intencionado, en el que exhorta a la gente a acudir hoy a una vigilia *»de emergencia»* para conmemorar la muerte del soldado estadounidense N.º 1000 perecido en Afganistán.

Sin ánimo de desalentar este esfuerzo, debo decir que no creo que sea la manera más eficaz de organizarse para poner fin a una guerra interminable. ¿Por qué se trata de una emergencia la muerte del milésimo soldado? ¿Por qué no la del número 500 o la de los 10.000 civiles inocentes muertos en aquel país devastado por la guerra? Y lo que tal vez sea lo más importante, ¿de qué manera el organizador de la manifestación *»de emergencia»* concientiza a sus conciudadanos locales acerca del impacto verdadero de estas guerras?

Estoy a favor de las manifestaciones. Las amo y creo que cumplen una función significativa. Yo mismo organizo en mi ciudad una vigilia cada semana. Pero la mayoría de las vigilias de paz no han cambiado el mensaje de sus pancartas desde que comenzó el estupor en el año 2003. El público ya leyó lo que dicen las pancartas: La guerra no es la respuesta, No al petróleo por sangre, Traigan a las tropas ya. De acuerdo, ya lo entendieron. Entonces, adaptemos el mensaje y avancemos en el programa a un nivel diferente.

En el movimiento de paz a menudo mostramos una actitud reactiva. Sin embargo, para conseguir con éxito el objetivo de terminar con la guerra, debemos cambiarla por una más proactiva y así forzar a los que están en el poder a que reaccionen a nosotros. A menos que comencemos un debate estratégico dentro de la comunidad de paz, esto probablemente no suceda.

La campaña *Devuélvannos los fondos de guerra* es sólo un ejemplo del proceso proactivo. En la asamblea legislativa estatal en Augusta, Maine, hay dos representantes estatales que ahora están haciendo circular una carta entre sus pares para exhortar a nuestros congresistas en Washington para que voten a favor de devolver los fondos de guerra a la nación. En este momento tenemos grupos de paz locales a lo largo del estado instando a sus senadores y representantes estatales a que adhieran a esta carta con su firma. Esto está causando una profunda reflexión de parte de mucha de esta gente, ya que se ven enfrentados con dos asuntos clave. El primero es que los políticos locales y estatales sostienen que la política exterior no está dentro de su área de responsabilidades. El otro es que a algunos de ellos se les hace difícil solicitarle a un colega demócrata que se haga oír y se oponga al presupuesto de guerra del presidente. Así, esto pone a todos estos funcionarios electos en una actitud reactiva.

Precisamente hoy supimos de que anoche en Bangor, Maine, un activista se hizo oír durante la asamblea del municipio al hablar de la campaña *Devuélvannos los fondos de guerra*. Cerca de otros 20 lo acompañaron y su hija adolescente pasó una petición e hizo que la multitud la firme. Ella y una amiga han hecho circular ampliamente la petición que exige el financiamiento de cosas como la educación pública; además las jóvenes tienen la intención de hacerla llegar a su congresista para que deje de votar por el presupuesto de guerra.

Este es un ejemplo de cómo hacer llegar el mensaje de guerra directamente a la vida cotidiana del público y relacionarla justamente con las preocupaciones acerca de los servicios gubernamentales locales en decadencia. Estos organizadores locales hacen una conexión entre la guerra y la *»emergencia»* local para que la gente comience a entender la relación y reaccionen a ella.

Lo que también está sucediendo es que nuestros dos congresistas de Maine, representantes en Washington, comienzan a percibir el ardor de esta campaña y se sienten obligados a *»reaccionar»* y a ver fuera de sus burbujas de costumbre. Entonces cuando nos arrastramos fuera de nuestros límites habituales de seguridad organizada mediante la creación de una campaña antibélica proactiva, esto causa repercusión que fuerza a todos los demás a readaptarse. Eso es lo que se denominaría un movimiento. Se trata de física en realidad, toda acción fuera de lo normal causa reacción.

Ayer, un vecino miembro de *Veteranos por la paz*, Tom Sturtevant de Winthrop, Maine, pasó por casa para pedir prestada la pancarta de la campaña *Devuélvannos los fondos de guerra*. Va a presentar una resolución en su comunidad y quiere colgar la pancarta en frente del municipio durante una semana aproximadamente antes de elevar la resolución a la ciudad. Así, se asegura de que alguna nueva clase de debate va a suceder en Winthrop en relación con la guerra, no solamente el antiguo lema *»Devuélvannos nuestras tropas»* que ya es monótono y estéril. En cambio, este es un mensaje nuevo y significativo que emite con vehemencia a la conciencia de los ciudadanos; un mensaje que no están acostumbrados a ver proviniendo del movimiento de paz y ahora tendrán que pensar en él.

Esta misma manera de organizarse ya ocurre en Portland, Brunswick, Bath, Windham, Augusta, Deer Isle, Solon, Showhegan, Freeport, Farmington y en muchas otras comunidades a lo largo de Maine. Las cartas sobre este tema están apareciendo prácticamente en todos los periódicos a lo largo del estado y la gente se está viendo obligada a pensar acerca de las guerras de una manera diferente.

Si verdaderamente deseamos que el movimiento de paz avance, todos debemos reevaluar si nuestro trabajo local es reactivo o proactivo. Cuanto más pronto comencemos a hacerlo, menos manifestaciones *»de emergencia»* tendremos que organizar cuando la cantidad de soldados estadounidenses muertos ascienda al número de 1.500, 2.000 o más.

*Bruce K. Gagnon es Coordinador de la Red Mundial contra el uso de Energía y Armamento Nuclear en el Espacio* – *www.space4peace.org*

(*Traducción: Sandra Cravero*)