Cuando el gobierno del argentino Néstor Kirchner decidió pagar al Fondo Monetario Internacional los humanistas nos opusimos aduciendo que había que destinar ese dinero a salud, a educación y a empleo decente. Nos equivocamos. Al poco tiempo, considerando el nuevo contexto latinoamericano y cómo podía perjudicarlo el capital financiero a través del FMI, comprendimos la necesidad de romper relaciones y revisamos la postura.

Considerando la amenaza para los sectores más débiles de la sociedad que significan las políticas que ese organismo impone, no cabe duda que fue correcto cancelar la deuda y cortar relaciones, algo que hoy es certeza para los gobiernos progresistas en todo el mundo, particularmente a la luz de la última crisis del capitalismo.

De todos modos, el sistema mantiene aún instituciones como el Banco Central, ajustado a una normativa impulsada por la Banca Internacional que sigue imponiendo en la conducción de esas entidades a personajes de la derecha dispuestos a privilegiar sus indicaciones antes que las resoluciones del gobierno. Fue el caso de Argentina con Martín Redrado. En cualquier parte del mundo, los presidentes de esos bancos opinan que “las reservas no deben utilizarse para pagar deuda” pero no dicen cómo debe hacerse para pagar. Es obvio que quieren -lo quiere el Fondo- un “ajuste” en el gasto público, es decir, otra reducción de salarios y jubilaciones como el que impuso el Presidente De La Rúa o bien, un mayor endeudamiento. O sea, mientras que por las reservas el BCRA percibe 0,5% anual se le sugiere que debería pedir dinero prestado a los bancos extranjeros y pagar una tasa del 14 % anual.

Eso es lo que indica el FMI a los países que aún siguen sus dictados por tener créditos con bancos que “aconseja” ese ente financiero.

Es de interés observar lo que pasa con países como España, Grecia y Portugal. El FMI acaba de recomendares bajar los salarios, justo en el momento en que esos países han llegado a cifras record de desocupación. De esa manera “el Estado ahorra” y las empresas “se vuelven más competitivas”.

Como es habitual, han sacado a la palestra a uno de sus mandaderos, el economista jefe Olivier Blanchard, para que recite el discurso del sacrificio: “restablecer la competitividad” en esos países “implica ajustes penosos”, informa un cable de la agencia REUTER. Lo que no agregó Blanchard es que el sacrificio no será de la clase política, no de los empresarios que podrían resignar ganancias, no de los funcionarios, si de los asalariados.

La reforma que había prometido al Grupo de los 20 Dominique Strauss-Kahn para que le ayudaran a depositar su trasero en el sillón principal del Fondo no se ve por ninguna parte. Lo único diferente que hay respecto del asado es -por suerte- que tiene menos influencia sobre muchos pases.

Los que aún siguen sus indicaciones son un ejemplo de desastre social y marginación humana. Miremos a Rumania donde se bajaron sueldos y jubilaciones, algo que fue una que la obediencia deidaconstante en la relación de Argentina con el FMI.

Ahora es el turno de España, Grecia y Portugal, las economías débiles de la “eurozona”. Estaría bueno que los gobernantes estudiaran a fondo la historia de las recomendaciones del ente financiero y las compararan con los “beneficios”, a ver si se les ocurre alguna idea más original que la obediencia y, sobre todo, que priorice a la gente.