Hoy, 24 de mayo, es día feriado en Ecuador. El motivo es la conmemoración de la Batalla del Pichincha que, según la historia, ocurrió en la misma fecha pero en el año 1822. Con esa batalla se selló la independencia del país y el inicio de su vida como república. Hoy, 24 de mayo, una amplia mayoría de habitantes del país está de fiesta: es el juramento de posesión de Rafael Correa como mandatario ecuatoriano para un segundo período.

La agenda oficial comenzó el día miércoles en la tarde, con el arribo de los primeros mandatarios y delegaciones oficiales que acompañarán los actos de posesión y continuó ayer durante todo el día. Catorce mandatarios y noventa delegaciones oficiales serán testigos del inicio de cuatro años más del proceso de Revolución Ciudadana, liderado por Correa quien, con cincuenta años y formación como economista, ha liderado desde el año 2006 un período inédito en la historia del Ecuador: en cuatro años más, el país podrá relatar una década completa de estabilidad gubernamental.

Solamente este hecho es un hito en la historia más reciente del país. El otro, es la reelección de un mandatario por segundo período consecutivo y, en el 2017, será el mandatario con más años en el ejercicio presidencial. Correa recibe hoy al Ecuador que el mismo ha conducido en los últimos siete años. Es interesante: recibe su propia herencia. Vale la pena entonces preguntarse ¿cuál es el Ecuador que recibe hoy el presidente Correa?

Llegué a vivir a Ecuador en el año 1991. He sido testigo del mejor momento de las organizaciones indígenas del país, de su capacidad de movilización y la tenacidad con la que visibilizaron su agenda y la pusieron en la hoja de ruta política, social, cultural, de un país que negaba esas existencias. He sido testigo de la estafa bancaria, del sufrimiento de miles de ecuatorianos/as robados por el sistema financiero. Viví la dolarización y el choque simbólico que significó (y para mi sigue significando) pagar en dólares en las coloridas y deliciosas plazas de mercado de Quito. Viví las sucesivas caídas y posesiones de presidentes durante una década. Así, sin datos “duros”, cifras, ni indicadores, puedo afirmar que a partir del 2006 y seguramente impulsado por la historia anterior, este país ha vivido cambios muy relevantes.

En un proceso profundamente participativo, diverso e incluyente, el país dio a luz una nueva constitución. Entre 2006 y 2008, el diseño de esta nueva carta constitucional concentró el debate, la movilización, las múltiples voces de todo el territorio nacional. La Constitución del 2008 es el reflejo de un proceso que marcó el punto de llegada de los años de movilización, demandas, propuestas y luchas y el punto de partida del momento en el que hoy nos encontramos. Hacer carne la carta constitucional es una exigencia mayor que ha sido enfrentada con aciertos y errores, como era de esperarse. Falta todavía, pero el camino es menos largo hoy. Desde algunos sectores sociales se expresa el temor a que se introduzcan reformas constitucionales que limiten el espíritu garantista de la Constitución del 2008. La denominada revolución constitucional, el primero de los cinco ejes que marcó el presidente Correa en su discurso de posesión en el año 2009, está en marcha y es necesario profundizarla.

Dar cuenta de las transformaciones que se han vivido en un pequeño artículo, es imposible. La inversión pública en educación y salud exhibe cifras con diferencias astrónomicas en comparación con el pasado; el empleo y sobre todo, las condiciones dignas de ese empleo y la seguridad social a la que se ha insertado ya el 80% de los trabajadores empleados; los esfuerzos de reestructuración del Estado y la modernización en su funcionamiento; la infraestructura vial; la atención e inclusión de las personas con discapacidad en la vida misma del país; el giro total en el tratamiento de la deuda externa; la “puesta en vereda” al poder mediático; el esfuerzo sostenido a nuevos procesos de integración regional y las posiciones en defensa de la soberanía son, entre otras muchas, expresiones concretas de un giro que, por decirlo de alguna manera, “pone al día” una lista infinita de asuntos pendientes en el país. En el terreno de los tangibles, el Ecuador de hoy no se parece al Ecuador de hace solamente seis años.

Queda mucho por hacer, como el propio presidente lo expresa de manera reiterada, pero ese camino ya está en marcha y se profundizará con el desafío que Correa ha marcado contundentemente desde el día de su triunfo electoral: el cambio en la matriz productiva. Un cambio que cuyo eje es la diversificación de la producción. Mover una  economía basada en recursos no-renovables y en la agroexportación, hacia una economía basada en el único “recurso” – en palabras del presidente Correa- que no se agota: el conocimiento. Políticas comerciales orientadas hacia la sustitución de importaciones y no solamente hacia la “conquista” de nuevos mercados. Con un enfoque de eficiencia y éxito, seguramente, la tarea se hará.

Con el pasado como punto de referencia, la revolución ciudadana ha logrado saldar muchas deudas pendientes. No todas, claro está. No se saldan deudas centenarias en siete años pero el país que recibe hoy, de sus propias manos, el presidente Rafael Correa es otro país en aspectos fundamentales.Ojalá el punto de referencia, a partir de hoy, sea el futuro y ese futuro inspire, más allá del bienestar para todos y todas, un Ecuador comprometido ética, política, económica, social y culturalmente, con la no-violencia, la no-discriminación, la democracia participativa, la construcción del conocimiento y no de verdades absolutas, la interculturalidad en el único y pleno sentido de la palabra, la garantía total a los derechos humanos de todas y todos, la armonía y el equilibrio con la naturaleza, el Buen Vivir hecho carne. En fin, un Ecuador radicalmente humano.

Es este, el terreno del sentido mayor, del horizonte ancho y profundo, de los intangibles, el que se inspira en el futuro. Y es en este terreno donde hay más páginas en blanco. Sobre eso reflexionaremos en los próximos días. Hoy seremos también testigos, siempre entusiastas y esperanzados, del inicio de este segundo período.