Por Howard Richards

En la actualidad ha habido un revuelo con respecto al peligro en el se encuentra Europa. Se dice que la continua existencia de los ideales centrales de Europa –en su propia esencia– está amenazada. El motivo del revuelo de hoy es la posibilidad de que la extrema derecha populista pueda arrasar en las elecciones de mayo de 2019. Así pues aprovecho esta oportunidad para cuestionar lo que considero que es la sabiduría convencional de la historia oficial.

La historia oficial, como lo percibo en los principales medios de comunicación, es que el mundo está dividido en dos tipos de personas.

Un tipo, la «gente buena», es la racional y civilizada. La que cree en la libertad, en los derechos humanos, en el libre comercio, en el capitalismo debidamente regulado; leen a Goethe; visitan los tesoros artísticos del Louvre y otros museos prestigiosos; escuchan a Luciano Pavarotti y apoyan a la Unión Europea. Algunos, como los 50 intelectuales que firmaron recientemente un manifiesto que declara que Europa está en peligro, también leen Erasmus, Dante y Comenius.

El otro tipo, la «gente mala», es una caja de sorpresas en donde se encuentran diversos extremistas, así pues lo que tienen en común es que son irracionales e incivilizados. Sus arquetipos son Hitler y Stalin. Entre ellos se encuentran Pol Pot y Osama bin Laden, ISIS y el régimen de apartheid en Sudáfrica, y recientemente Recep Erdogan, Nicolás Maduro, Donald Trump y el nuevo presidente de Brasil, Jair Bolsonaro. Incluyen tanto a la derecha populista como a los de izquierda que marchan y gritan como los del movimiento de los chalecos amarillos, los indignados y los protestantes del movimiento Ocupa Wall Street.

Según la versión oficial, la historia en sus líneas generales (no a diferencia de la historia universal del filósofo Immanuel Kant) trata sobre el progreso lento pero seguro de la libertad y la razón. La libertad y la razón se encuentran siempre amenazadas y a veces, se ven afectadas por la ausencia de las mismas. La peor amenaza de todas fue el holocausto nazi dado que en 1941, los nazis habían agobiado a casi todo el continente europeo.

Aquella vez, Europa (y por lo tanto, la civilización) solo se llegó a salvar porque los británicos resistieron y los yanquis llegaron al rescate. ¡Pero esta vez es peor! ¡Los británicos y los yanquis han cambiado de bando! Gran Bretaña ha caído ante los Brexiters y Estados Unidos ha sido tomado por sus lunáticos radicales.

Los partidarios de la libertad y la razón como Emmanuel Macron y Angela Merkel están atribulados en las tierras de la Ilustración, asediados desde la derecha y desde la izquierda. En todo el mundo, las naciones que nunca aceptaron la Ilustración, como los rusos y los chinos, ocupan un lugar central.

¡Europa está en peligro! ¿Pero por qué?

Quiero cuestionar la sabiduría convencional de la historia oficial.

Algo no está bien con el hecho de identificar los ideales y la esencia de Europa con la libertad, la razón, los derechos humanos, el libre comercio, el capitalismo debidamente regulado, los grandes libros, los tesoros artísticos del Louvre y otros museos prestigiosos, Luciano Pavarotti y la Unión Europea.

Lo que hace falta es la esencia de lo que el historiador económico Immanuel Wallerstein llamó Sistema Mundial Europeo. Como cuestión de historia real, fue ese sistema europeo el que se expandió para convertirse en el Sistema del Mundo Moderno. Es por eso que Europa y la civilización europea pueden pretender ser el origen, la pieza central y el ideal implícito de la economía global de hoy.

¿Y cuál es la esencia del sistema europeo global actual? Es la producción para la venta con fines de lucro que comienza con dinero y termina con más dinero, y así repite el ciclo una y otra vez, acumulándose. Eso es lo que los mercaderes aventureros europeos, respaldados por sus soldados y sus flotas, enseñaron al resto del mundo.

El sistema europeo es un sistema con perdedores, siempre ha sido así. Desde su inicio ha generado descontentos. Siempre ha sido impuesto por el poder y siempre ha encontrado resistencia. Siempre ha sido un sistema que genera sus propios enemigos. Y hasta el día de hoy lo sigue siendo.

Europa es un peligro para sí misma y también lo es para el resto del mundo.

Como Emmanuel Macron lo admitió recientemente a los protestantes del movimiento de los chalecos amarillos: «No hemos logrado crear una sociedad de iguales». Si bien ese fracaso no es nada nuevo, puesto que el sistema europeo siempre ha sido un sistema en el que si una persona pobre consigue un trabajo es porque una persona más rica se beneficia económicamente al contratarla.

La declaración de Macron era adecuada para una audiencia de izquierda. Por el contrario, si se hubiese dirigido a un público de derecha, él podría haber seguido el ejemplo de Angela Merkel, quien ha confesado que el esfuerzo por construir una civilización multicultural en Alemania ha sido un fracaso. O podría simplemente haber dicho: «No hemos podido establecer el orden público».

Desde cualquier punto de vista, los fracasos de Europa no son nada nuevo, pues estos han estado ocurriendo una y otra vez desde que este continente, tal y como lo conocemos, comenzó.

Cuando un sistema genera constantemente sus propios enemigos, siglo tras siglo, ¿no es obvio que las causas que amenazan su continua existencia no podrían encontrarse en la ira irracional, o en las ideologías tergiversadas de sus enemigos que pretenden ser racionales?

¿No es hora de que la «gente buena» acepte su parte de responsabilidad por el hecho de que la «gente mala» exista?


Traducido del inglés por Rosalía Briones