La catástrofe humanitaria en Gaza no terminó con el alto al fuego. La población civil sigue muriendo no solo por violencia directa, sino por la destrucción sistemática de toda infraestructura básica, el bloqueo sostenido de ayuda vital y la violencia de las políticas administrativas sobre la asistencia internacional. En este contexto, Médicos Sin Fronteras (MSF) advierte que las nuevas normas de registro impuestas por las autoridades israelíes amenazan con dejar sin atención médica a cientos de miles de personas en 2026, profundizando un desastre humanitario que ya es irreversible para muchos.
La crisis humanitaria en Gaza ha entrado en una fase de devastación silenciosa que amenaza con borrar cualquier vestigio de alguna garantía de sobrevivencia, incluso después del alto al fuego formal de octubre de 2025. Para Médicos Sin Fronteras (MSF), una de las organizaciones médicas más importantes presentes en la Franja, las últimas normativas impuestas por las autoridades israelíes sobre el registro de organizaciones no gubernamentales internacionales suponen una amenaza directa al acceso a atención médica vital y a servicios humanitarios básicos que sostienen a cientos de miles de civiles. Las nuevas reglas podrían conducir a que INGNO (organizaciones no gubernamentales internacionales) pierdan su registro a partir del 1 de enero de 2026, lo que en términos prácticos significaría la retirada de servicios esenciales de asistencia, tratamiento y apoyo que ya hoy son la principam red de sûervivencia para la población palestina en Gaza y Cisjordania. MSF ha señalado que el sistema de salud de Gaza “ya está destruido”, y que la pérdida de acceso de organizaciones humanitarias independientes y con experiencia “sería un desastre para la población palestina”.
Pascale Coissard, coordinadora de emergencias de MSF para Gaza, ha sostenido claramente que «si obtenemos el registro, tenemos previsto seguir reforzando nuestras actividades en 2026”, subrayando que «en el último año, nuestros equipos han tratado a cientos de miles de pacientes y han distribuido cientos de millones de litros de agua”. Solo en 2025, MSF realizó casi 800.000 consultas ambulatorias, manejó más de 100.000 casos de trauma, llevó a cabo 22.700 intervenciones quirúrgicas, asistió en más de 10.000 partos, administró 45.000 vacunas y proporcionó apoyo de salud mental a decenas de miles de personas, además de distribuir más de 700 millones de litros de agua y producir casi 100 millones de litros de agua potable. Coissard enfatiza que si se pierde el registro para operar en 2026, una gran parte de la población gazatí perderá acceso a la atención médica crítica, agua y apoyo vital, servicios que no están disponibles de forma adecuada en ninguna otra parte de la Franja debido al colapso del sistema sanitario.
Desde el inicio de la guerra en octubre de 2023, el Ministerio de Salud de Gaza ha reportado que más de 70.600 palestinos han muerto y más de 171.000 han resultado heridos como consecuencia de la ofensiva y sus secuelas directas e indirectas, cifras que incluyen a mujeres, hombres, niñas y niños que vivían en un territorio densamente poblado y sin zonas seguras. Incluso con el alto al fuego que entró en vigor el 11 de octubre de 2025, las violaciones continuas del cese de hostilidades han provocado que alrededor de 405 palestinos hayan sido asesinados y más de 1.115 resultaran heridos desde esa fecha, con la recuperación de 649 cuerpos de entre los escombros, de acuerdo con las mismas estadísticas recogidas por autoridades sanitarias palestinas.
Más allá de los impactos estrictamente relacionados con ataques, hay una dimensión humanitaria que está costando vidas de manera indirecta, especialmente entre niños y niñas. A medida que el invierno golpea Gaza y los refugios siguen siendo precarios o inexistentes, muertes por hipotermia entre la infancia se han vuelto una trágica realidad, consecuencia de la falta de alojamiento adecuado, ropa de abrigo suficiente y condiciones mínimas de supervivencia que corresponderían a cualquier zona civilizada en paz. Organizaciones de derechos humanos y medios independientes han documentado casos en que bebés y niños muy pequeños han muerto de frío en hospitales o refugios improvisados, un fenómeno que debería ser inaceptable en cualquier contexto humanitario moderno.
La destrucción de infraestructura civil en Gaza ha sido sistemática desde el inicio del conflicto: hospitales, escuelas, redes de agua potable, sistemas de saneamiento y hogares han quedado en ruinas, y los campamentos de refugiados, que alguna vez representaron espacios de resistencia y solidaridad comunitaria, han sido objeto de ataques repetidos. El patrón de destrucción no solo elimina vidas, sino que borra las condiciones necesarias para la recuperación social y sanitaria. Las consecuencias de esta destrucción incluyen no solo muertes directas por violencia, sino secuelas prolongadas de falta de acceso a tratamientos básicos para enfermedades comunes, complicaciones de salud evitables y el colapso de servicios que sostienen a la población en vida diaria.
En este contexto, el llamado de MSF es claro y urgente: las autoridades israelíes deben garantizar que las ONG internacionales puedan mantener y continuar su respuesta imparcial e independiente en Gaza, porque la respuesta humanitaria —ya gravemente restringida— no puede ser desmantelada aún más sin consecuencias fatales para la población civil. La advertencia de MSF no es abstracta, sino fundamentada en la operación diaria de equipos médicos que han visto cómo cada reducción en capacidad de atención se traduce en muertes evitables. La organización continúa buscando una negociación constructiva con las autoridades competentes para asegurar la continuidad de los servicios en 2026, pero el tiempo se agota y las vidas que penden de esa negociación son incontables.
Gaza no es solo un conflicto medido en estadísticas: es un paisaje social y humano donde la ausencia de servicios básicos mata tanto como las balas, y donde obstáculos administrativos —como requisitos de registro para ONG— pueden tener efectos tan letales como un ataque directo. Las cifras palestinas sobre muertes desde el alto al fuego y los índices de mortalidad total revelan no solo la magnitud de la catástrofe, sino que el ciclo de destrucción, bloqueo de ayuda y colapso institucional continúa marcando el destino de una población que sigue luchando por sobrevivir.













