“No hay océano sin dueño, ni hielo sin precio. El deshielo abre rutas, pero también reclamos que valen más que el petróleo.”

La Ruta Marítima del Norte (RMN), también conocida como Paso del Noreste, es una ruta de navegación a lo largo de la costa norte de Rusia, que conecta el océano Atlántico con el Pacífico. Es la ruta más corta entre la parte occidental de Eurasia y la región de Asia-Pacífico. La mayoría de la ruta se encuentra en aguas del Ártico y algunas partes solo están libres de hielo durante dos meses al año.

La RMN comienza en el estrecho de Kara y termina en el estrecho de Bering.

Es una ruta estratégica para Rusia, especialmente para el transporte de petróleo y recursos minerales desde el Ártico. Se está invirtiendo en infraestructura y desarrollo de la ruta para atraer el tráfico marítimo internacional.

La ruta enfrenta desafíos climáticos y de infraestructura. Se compara con el Canal de Suez y el Estrecho de Malaca debido a su importancia estratégica.

Se espera que la RMN se convierta en un importante centro económico y logístico, especialmente con el calentamiento global y el deshielo del Ártico. La RMN es un tema de interés geopolítico y económico, con implicaciones para el comercio internacional y el desarrollo de la región ártica.

 La nueva frontera del planeta

Cinco países tienen reclamos directos sobre el Ártico y todos tienen razones que combinan geografía, seguridad y economía.

  • Rusia quiere blindar su control de la Ruta Marítima del Norte y de sus reservas de gas y petróleo; ha militarizado la zona y desplegado la flota de rompehielos más grande del mundo.
  • Canadá busca consolidar su soberanía sobre el Paso del Noroeste, considerándolo aguas interiores, y garantizar acceso a sus recursos minerales.
  • Dinamarca, a través de Groenlandia, reclama áreas del lecho marino que se extienden hasta el Polo Norte por la cresta de Lomonósov.
  • Noruega explota ya parte del mar de Barents y quiere ampliar su zona económica exclusiva para extraer hidrocarburos y minerales.
  • Estados Unidos, con Alaska como base, acelera su presencia para no quedar marginado del comercio y la explotación de recursos.
  • Y en la sombra, China (sin territorio ártico) invierte en ciencia, infraestructura y acuerdos para influir en las reglas del juego, buscando un brazo polar para su Nueva Ruta de la Seda.

El Ártico siempre fue un territorio remoto, más cercano al mito que a la realidad. Un desierto blanco custodiado por hielo milenario, inaccesible para el comercio global y demasiado inhóspito para la ambición humana. Pero el siglo XXI ha comenzado a reescribir esa geografía. El deshielo avanza a un ritmo que ya no es tema de debate, sino de cálculo. La capa de hielo marino del Ártico se reduce un 13% por década, según datos del National Snow and Ice Data Center. En verano, la extensión mínima ha caído un 50% desde finales de los años 70, y el océano que antes estaba sellado nueve meses al año empieza a mostrar pasajes navegables durante periodos cada vez más prolongados.

Esta transformación climática ha abierto una de las rutas más estratégicas del siglo que es la Ruta Marítima del Norte. Este corredor, que bordea la costa rusa desde el mar de Barents hasta el estrecho de Bering, acorta en hasta un 40% el tiempo de transporte entre Asia y Europa en comparación con el Canal de Suez. Un viaje desde Shanghái hasta Rotterdam, que por Suez toma alrededor de 35 días, podría reducirse a menos de 22. La diferencia no es solo tiempo: es combustible, costos y capacidad de mover mercancías con mayor velocidad y menor exposición a cuellos de botella como los de Suez o Panamá, donde un solo incidente puede paralizar el comercio mundial.

El valor potencial de esta ruta es gigantesco. Estudios del Arctic Economic Council proyectan que hacia 2040 el comercio anual que podría transitar por el Ártico alcanzaría los 700.000 millones de dólares. No se trata solo de contenedores con productos electrónicos o textiles, sino de minerales estratégicos, hidrocarburos, cereales y, en un futuro próximo, hidrógeno y amoníaco verde para la transición energética global. El Ártico es tanto un pasillo de tránsito como una bodega de recursos.

Bajo su superficie se estima que se concentra el 13% del petróleo no descubierto del planeta y el 30% del gas natural. También alberga depósitos significativos de níquel, cobalto, tierras raras y otros minerales críticos para baterías, turbinas y tecnologías limpias. En un contexto de disputa por la soberanía energética y tecnológica, estos recursos convierten al Ártico en un tablero de poder que ningún actor global quiere dejar fuera de su mapa.

El problema es que el mapa no es claro. Los reclamos territoriales se superponen y se tensan.

  • Rusia ha expandido su infraestructura militar y sus rompehielos para reforzar el control de su costa ártica, argumentando derechos históricos y geográficos.
  • Canadá defiende su soberanía sobre el Paso del Noroeste como aguas interiores, mientras Estados Unidos lo considera un corredor internacional.
  • Dinamarca, a través de Groenlandia, disputa áreas del fondo marino que se extienden hasta el Polo Norte, en conflicto con Moscú.
  • Noruega, que ya explota recursos en el mar de Barents, ve en el deshielo una oportunidad para ampliar su zona económica exclusiva.
  • Estados Unidos, que históricamente miró al Ártico con menor urgencia, ha acelerado su estrategia en la última década, no sólo por seguridad nacional, sino para evitar que Rusia y China definan las reglas.
  • China, sin territorio ártico, se autodenomina “Estado cercano al Ártico” y ha invertido en rompehielos, investigación científica y acuerdos con países nórdicos para posicionarse como actor en el futuro comercio polar. Su interés no es romántico: el control parcial de la Ruta del Norte puede reforzar la Iniciativa de la Franja y la Ruta con un brazo polar, reduciendo dependencia de rutas vulnerables al bloqueo naval.

El Ártico, que durante siglos fue una frontera natural, se ha convertido en la nueva frontera económica y estratégica del planeta. Y como toda frontera, atraerá inversiones, disputas y, posiblemente, incidentes que pongan a prueba la diplomacia y la capacidad de gestión internacional. La diferencia con otras regiones en disputa es que aquí el cambio climático actúa como catalizador: cuanto más rápido se derrite el hielo, más rápido se calienta la competencia. Y en un mundo donde la logística es poder, el Ártico es la llave de un nuevo orden marítimo y comercial.

Las rutas que cambiarán el comercio mundial

El deshielo del Ártico no solo abre un corredor, abre dos rutas que podrían redefinir la logística mundial. La primera es la Ruta Marítima del Norte (Northern Sea Route, NSR), que bordea la costa rusa desde el mar de Barents hasta el estrecho de Bering. La segunda es el Paso del Noroeste (Northwest Passage, NWP), que serpentea entre las islas del archipiélago ártico canadiense hasta conectar el Atlántico con el Pacífico. Ambas son distintas en accesibilidad, costos y control político, pero tienen algo en común: rompen la lógica de los monopolios geográficos que dominaron el comercio durante siglos.

La NSR es el gran proyecto de Moscú. Bajo control casi total de Rusia, con una infraestructura que incluye decenas de puertos, estaciones de monitoreo y la mayor flota de rompehielos del planeta, esta ruta es la apuesta geopolítica más ambiciosa de Vladimir Putin en el siglo XXI. Moscú proyecta que hacia 2035 podría mover hasta 80 millones de toneladas de carga anual, comparadas con apenas 30 millones en 2022.

El tránsito incluye gas natural licuado (GNL) de Yamal, petróleo de Siberia y minerales estratégicos que Rusia necesita colocar en Asia con rapidez. El ahorro es sustancial: un barco de contenedores desde Shanghái a Hamburgo por Suez recorre 20.000 kilómetros; por la NSR son menos de 12.800. El tiempo se reduce en 12 a 14 días y el costo en decenas de miles de dólares por viaje.

El Paso del Noroeste, en cambio, es más incierto. Canadá lo reclama como aguas interiores, lo que implicaría soberanía plena y derecho a controlar quién entra y quién sale. Estados Unidos y la Unión Europea lo consideran una ruta internacional, abierta a la libre navegación. Esa diferencia jurídica es más que semántica: significa el poder de cobrar peajes, imponer regulaciones y, en última instancia, decidir quién circula por un corredor que, en pleno deshielo, podría convertirse en alternativa seria a Suez y Panamá.

El problema es que la accesibilidad del NWP es más compleja: los hielos tardan más en retirarse y la infraestructura portuaria y de rescate es casi inexistente. Sin embargo, estudios del Consejo Ártico estiman que hacia 2050, con veranos libres de hielo, el tránsito comercial podría superar los 300 buques anuales, frente a apenas 20 que lo intentaron en la década de 2010.

El atractivo de estas rutas no es solo el ahorro de tiempo. En un mundo donde los cuellos de botella se convierten en vulnerabilidades geopolíticas, el Ártico ofrece la promesa de un corredor alternativo que reduzca la dependencia de los dos grandes canales artificiales.

El Canal de Suez, por donde pasa alrededor del 12% del comercio mundial, mostró en 2021 su fragilidad con el encallamiento del Ever Given, que paralizó el tránsito global durante seis días y costó al comercio internacional más de 9.000 millones de dólares diarios.

El Canal de Panamá, presionado por sequías y por la competencia creciente del ferrocarril transísmico mexicano, enfrenta restricciones de calado y capacidad que limitan su futuro. El Ártico aparece como la tercera opción ya que es más peligrosa, más cara en seguros y tecnología, pero mucho más rápida y con potencial de convertirse en la vía del siglo XXI

El interés de Asia en estas rutas es evidente. Para China, Corea del Sur y Japón, cada día menos en tránsito equivale a millones de dólares ahorrados en combustible, salarios y costos logísticos. China ya ha bautizado la NSR como la “Ruta de la Seda Polar”, incorporándola a su estrategia de la Franja y la Ruta.

  • Empresas chinas han invertido miles de millones en proyectos de GNL en Yamal y en investigación ártica, con la visión de tener un brazo polar que reduzca la dependencia de Malaca, Suez y Panamá. Para Pekín, la NSR no es una opción exótica, es un seguro estratégico contra bloqueos navales en tiempos de crisis.
  • Europa, por su parte, observa con ambigüedad. Alemania, Francia y los Países Bajos ven en el Ártico una vía que podría reducir costos de importación de manufacturas asiáticas y acelerar sus exportaciones tecnológicas. Pero la dependencia de infraestructura rusa y la incertidumbre legal en el Paso del Noroeste generan cautela.
  • Bruselas empuja por un marco internacional que limite el control absoluto de Moscú y Ottawa, pero la realidad es que, sin inversión directa, la UE podría quedar como simple usuaria, pagando tarifas a otros por un corredor vital.
  • En paralelo, Estados Unidos no quiere quedar fuera. Con Alaska como plataforma, Washington acelera inversiones en puertos, rompehielos y tecnología de navegación polar. Su objetivo no es solo comercial, sino estratégico: garantizar que ni Rusia ni China se conviertan en árbitros del tránsito ártico. El Pentágono ya incluyó el control de rutas polares en su Estrategia de Seguridad Nacional 2022, señalando que “el Ártico será un dominio crítico para el comercio y la defensa en las próximas décadas”.

Las cifras muestran la magnitud de este nuevo tablero. Hoy, apenas el 0,1% del comercio marítimo mundial cruza por el Ártico. Pero proyecciones de la IEA y del Consejo Ártico señalan que hacia 2040 podría escalar al 8%, equivalente a más de 700.000 millones de dólares anuales en mercancías. La diferencia entre que esas rutas estén bajo control ruso, canadiense o bajo un régimen internacional no es un detalle técnico, es la clave de la próxima diplomacia marítima.

En la Parte 2 de esta columna analizaremos:

  • El oro blanco bajo el hielo
  • La militarización silenciosa
  • La Ruta del Norte, la autopista congelada del comercio
  • Recursos enterrados bajo el hielo

El deshielo del Ártico ha convertido dos corredores imposibles en dos autopistas estratégicas.

No se trata de rutas secundarias ni de caprichos climáticos, sino de quién controlará los caudales del comercio en el siglo XXI. Suez y Panamá fueron los canales que definieron el orden marítimo del siglo XX.

El Ártico, con sus pasajes naturales, amenaza con definir el del siglo XXI….

 

Bibliografía resumida

  • US Geological Survey (USGS). Circum-Arctic Resource Appraisal: Estimates of Undiscovered Oil and Gas North of the Arctic Circle. 2008.
  • S. Energy Information Administration (EIA). International Energy Outlook 2023.
  • International Energy Agency (IEA). World Energy Outlook 2023.
  • Arctic Council. Arctic Shipping Status Report 2022.