Las Islas Canarias son conocidas en todo el mundo por sus playas soleadas, sus paisajes volcánicos y su clima agradable. Pero bajo la belleza y el turismo se esconde una verdad más profunda y a menudo olvidada. Estas islas fueron en su día el hogar de un antiguo pueblo con fuertes raíces en el norte de África, los amazigh, también conocidos como bereberes. Mucho antes de la conquista española, las Islas Canarias no estaban vacías ni sin descubrir; estaban habitadas por sociedades indígenas amazigh que desarrollaron sus propias formas de vida únicas, al tiempo que conservaban los lazos con las culturas del norte de África (Tamazgha). Su historia, enterrada bajo siglos de colonización, sigue siendo uno de los capítulos más ignorados de la historia del Mediterráneo.
Los amazigh, a menudo denominados bereberes por los forasteros, son el pueblo indígena del norte de África, con una presencia cultural y lingüística que se remonta a miles de años. Han habitado regiones desde Marruecos hasta Egipto, a través de las montañas del Atlas, el desierto del Sáhara y más allá. La palabra «amazigh» significa «pueblo libre» o «pueblo noble» en su propia lengua, el tamazight. Aunque a menudo ignorados en la historia oficial, los amazigh han mantenido su identidad, su lengua y sus tradiciones a lo largo de las oleadas de colonización, desde los antiguos imperios hasta las dinastías árabe-islámicas y las potencias europeas modernas. Hoy en día, millones de amazigh viven en todo el norte de África y en comunidades de la diáspora en toda Europa, y siguen luchando por el reconocimiento, los derechos culturales y la preservación de su lengua.
La presencia amazigh en las Islas Canarias es uno de los ejemplos más notables de hasta dónde llegó su cultura y cuánto tiempo perduró. Hace unos 3000 años, grupos de amazigh cruzaron el mar desde el norte de África y se establecieron en las islas. Los hallazgos arqueológicos, como viviendas en cuevas, lugares de enterramiento e inscripciones rupestres, muestran claras conexiones con las culturas amazigh del continente. Las pruebas de ADN también confirman este vínculo, revelando que los canarios modernos siguen teniendo una fuerte ascendencia materna amazigh.
Cada isla tenía su propia comunidad, con su propio nombre y costumbres. Los habitantes de Tenerife eran conocidos como los guanches, quizás el grupo mejor documentado. Gran Canaria era el hogar de los canarii, una sociedad conocida por sus guerreros y su liderazgo estructurado. La Palma albergaba a los benahoaritas; La Gomera, a los gomeros; y Fuerteventura y Lanzarote estaban pobladas por los majos o mahos. Aunque estas comunidades vivían aisladas unas de otras, compartían elementos culturales clave: un estilo de vida pastoral centrado en el pastoreo de cabras, una profunda relación espiritual con la tierra y tradiciones orales que preservaban la historia a lo largo de las generaciones.
Los habitantes de las islas adoraban el mundo natural: el sol, la luna, las estrellas y las montañas. El Teide, el imponente volcán de Tenerife, era considerado un lugar sagrado. En La Gomera, la gente desarrolló un lenguaje silbado llamado silbo gomero, que se utilizaba para comunicarse a través de los profundos valles de la isla, una innovación cultural que no se encuentra en ningún otro lugar del mundo. Algunos grupos practicaban la momificación, conservando cuidadosamente los cuerpos de sus muertos, una tradición que también se observaba entre los antiguos pueblos amazigh de Libia.
En el siglo XV, la Corona española lanzó una brutal conquista de las Islas Canarias. A lo largo de casi un siglo, las islas fueron conquistadas una a una mediante la guerra, la esclavitud y la conversión religiosa forzosa. En 1496, la conquista se completó. Se prohibieron las lenguas indígenas. Se suprimieron las creencias tradicionales. Gran parte de la población fue asesinada, desplazada o absorbida por la sociedad colonial. Pero la resistencia fue feroz. Líderes como Bencomo de Tenerife, Tanausú de La Palma y Doramas de Gran Canaria se opusieron a la invasión, y sus historias se recuerdan hoy como símbolos de fuerza, dignidad y resistencia.
Incluso después de la colonización, el legado amazigh no se borró por completo. Muchas familias rurales canarias aún conservan el ADN de los primeros pueblos de la isla. Los topónimos de las islas conservan sus raíces originales. La lengua silbada de La Gomera ha sobrevivido y ahora se enseña en las escuelas y está protegida por la UNESCO. Algunas fiestas tradicionales, historias y prácticas curativas reflejan la antigua cosmovisión amazigh. Y en los últimos años, una nueva generación de canarios y norteafricanos ha comenzado a redescubrir y reivindicar este patrimonio compartido.
Las Islas Canarias no nacieron con la llegada de los barcos europeos. Ya eran el hogar de una civilización, conectada con África, con la tierra y con las estrellas. Esa civilización era la amazigh. Su cultura puede haber sido silenciada, pero nunca se extinguió. Sobrevive en los paisajes de las islas, en los corazones de sus descendientes y en la memoria de un pueblo que aún se llama a sí mismo «libre». La historia de los amazigh en las Islas Canarias merece ser escuchada, no como una nota al pie en la historia colonial, sino como un legado orgulloso y vivo que aún hoy da forma a las islas.
Traducido del inglés por Tino Prieto













