Estados Unidos y Rusia navegan una tensión creciente con el caso ucraniano como epicentro. Trump lanzó una exigencia firme, alcanzar un acuerdo de paz en Ucrania en 50 días o enfrentar sanciones del 100 % a Rusia y sanciones secundarias a países aliados que comercien con Moscú. Además anunció envío de misiles Patriot y respaldo militar a Kiev.
Putin, en tanto, se mantiene impasible. Según fuentes cercanas al Kremlin, considera que no cederá a presiones económicas y seguirá avanzando en territorio ucraniano hasta que Occidente acepte sus condiciones: retirada del este ocupado, reconocimiento de Crimea y neutralidad ucraniana. Moscú descarta además una reunión con Zelenski como inicio de negociaciones, y sostiene que sólo se dará como paso final tras acuerdos técnicos previos.
Turquía aparece como mediadora potencial. Erdogan ha expresado interés en organizar un encuentro entre Trump y Putin, posiblemente durante los actos en Beijing por el aniversario de la Segunda Guerra Mundial. El Kremlin no descarta la cita, aunque pide que esté bien preparada y no sea simbólica. Trump ha afirmado que ese encuentro sucederá, insistiendo en que una cumbre tripartita con Zelenski y Erdogan podría viabilizar la Paz.
En Estambul se llevó a cabo otra ronda de conversaciones entre Ucrania y Rusia, sin resultados en materia de alto al fuego, pero sí con un canje de unos 1 200 prisioneros. Zelenski ha insistido en que una reunión directa entre Putin y él sería un punto de inflexión si cuenta con respaldo internacional real.
El contexto diplomático también avanzó en febrero en Arabia Saudita, donde delegaciones de EE.UU. y Rusia se encontraron sin representantes europeos ni ucranianos. Sentaron las bases para futuras negociaciones, lo que en su momento generó tensiones con aliados europeos. Desde ese momento Trump recalcó que Europa y Ucrania deben participar en cualquier proceso real de paz, pese a haber impulsado el proceso bilateral.
Mientras tanto el Congreso de EE.UU. debate sanciones adicionales; el senador Blumenthal advierte que el respaldo global a Ucrania depende de su compromiso con reformas anticorrupción. Kiev ya sufre protestas masivas por una nueva ley que debilita el rol de agencias independientes, lo que amenaza su credibilidad frente a Occidente .
La dinámica entre Trump y Putin ilustran el choque entre ultimátum y obstinación. Trump adopta un discurso duro y amenaza con sanciones masivas y secundarias para forzar un resultado rápido. Putin mantiene una línea intransigente: solo acepta negociar desde posiciones de fuerza. La tregua actual es frágil, los objetivos siguen distantes y las diferencias estructurales persisten como barrera.
Lo más relevante podría ocurrir en Beijing en septiembre si Trump asiste a los 80 años del fin de la guerra. La expectativa de una cumbre bilateral con Putin, en presencia o mediada por Xi Jinping, genera expectativa y nerviosismo diplomático. Europa observa con cautela: sostiene que no habrá paz justa si Ucrania y sus aliados están al margen, un mensaje reforzado por la nueva coalición europea de apoyo militar para Kiev.
Así las cosas el mundo espera el siguiente capítulo de esta tensión: si Trump logra forzar un cambio en Moscú o si Putin impone la lógica de la victoria. La guerra continúa y el plazo expira.













