El futuro no está en los tubos, está en la soberanía. Y Chile aún no toma el control.

Cuánto vale el hidrógeno verde y quién lo controla

El hidrógeno verde no solo es una solución energética. Es una apuesta financiera global. Hoy, producir una tonelada de hidrógeno verde cuesta entre 3.000 y 7.000 dólares, dependiendo del país, la tecnología y el precio local de la energía renovable. En Chile, gracias al sol del norte y el viento del sur, ese costo podría caer a 1,5 o 2 dólares por kilo hacia 2030, lo que lo convertiría en uno de los más competitivos del planeta.

Una tonelada de hidrógeno verde puede generar el equivalente energético de 2,6 barriles de petróleo. Si el barril se cotiza a 80 dólares, la tonelada de hidrógeno podría valer entre 200 y 250 dólares como energía de reemplazo. Pero el mercado no es el mismo. El hidrógeno puede transportarse como amoníaco, convertirse en e-combustible o alimentar industrias enteras sin emisiones. Eso eleva su valor agregado hasta los 800 o 1.000 dólares por tonelada, según proyecciones de Bloomberg y la IEA.

El mercado global del hidrógeno verde podría mover más de 1,4 billones de dólares al año en 2050. El 60 % de ese mercado estará fuera de los países que lo producen. Alemania, Japón, Corea del Sur e incluso China, serán los grandes compradores. La pregunta es quiénes serán los dueños del suministro. Hoy no son los Estados. Son las mismas empresas que ya dominan el litio, el gas, la energía eólica y la electricidad. Total, Engie, Shell, Repsol, Siemens, BP, Hyundai, Enel, ExxonMobil.

Chile tiene el recurso, pero no la llave. Y mientras no tenga control sobre la molécula, solo será territorio de paso.
El futuro no está en los tubos. Está en la soberanía. En decidir si el viento será chileno o alemán, si el sol será para nosotros o para Porsche. En saber si esta vez el mapa no se dibuja con sangre ni con firmas ajenas.

Los gigantes del mundo y la carrera por la molécula

La competencia ya empezó. Alemania ha comprometido más de 10 mil millones de euros en subsidios e infraestructura para asegurar su abastecimiento de hidrógeno verde, incluso si debe importarlo desde Namibia, Australia o Chile. Ya instaló sus primeras plantas en Baja Sajonia y Hamburgo, con capacidad para 1 GW de electrólisis en fase inicial y proyección de exportación a Países Bajos y Bélgica. Su objetivo es reemplazar el 20 % del gas ruso con hidrógeno antes del 2035.

Australia avanza con proyectos de escala continental. Solo el megaproyecto Western Green Energy Hub proyecta una inversión de 70 mil millones de dólares para producir 3,5 millones de toneladas anuales de hidrógeno verde, equivalentes a casi 9 millones de barriles de petróleo.

China, en tanto, ha invertido más de 20 mil millones de dólares en hidrógeno desde 2015. Aunque hoy lidera en hidrógeno gris (producido con carbón), ya inició su transición tecnológica con más de 100 proyectos de hidrógeno verde en fase piloto, sobre todo en las provincias de Hebei y Mongolia Interior. Su objetivo no es solo producir, sino controlar la cadena completa de valor: electrolizadores, compresores, baterías, turbinas, amoníaco sintético.

Y Chile, mientras tanto, aparece en los mapas internacionales como proveedor ideal por su energía barata. Pero no figura entre los dueños. No tiene una empresa pública. No participa en el diseño industrial. No lidera tecnología propia. Solo pone el viento, el agua, la tierra y el silencio.

El mercado global al 2030 y el lugar que Chile podría ocupar

Según la Agencia Internacional de Energía, el hidrógeno verde podría cubrir hasta el 10 % del consumo energético global para el año 2030. Eso implicaría una producción superior a las 100 millones de toneladas anuales, con un mercado proyectado en más de 1 billón de dólares.

En ese escenario, los países que logren producir barato y exportar en volumen liderarán el mapa energético. Chile, con una de las energías solares más baratas del planeta y vientos costeros estables, tiene potencial para producir más de 25 millones de toneladas anuales, según estimaciones del Ministerio de Energía. Esa cifra representa cerca del 25 % de la demanda futura esperada a nivel mundial. Pero no de nuestras decisiones.

Hoy, las proyecciones más conservadoras indican que si Chile logra materializar sus proyectos, podría facturar más de 30 mil millones de dólares anuales hacia 2035. Eso es más que lo que recauda actualmente el cobre. Pero sin empresa pública, sin propiedad sobre las tecnologías, y sin una participación soberana, todo eso será apenas una comisión.
Cuando el mundo respire hidrógeno, algunos países venderán aire limpio y otros comprarán promesas. Que Chile sea de los primeros. Que no repita su historia. Que no deje pasar la molécula más importante del siglo.

Qué debemos hacer ahora y qué debemos evitar para no repetir la historia

Chile ha llegado tarde a demasiadas revoluciones. Perdió el salitre cuando tenía el desierto más rico del planeta. Perdió el litio cuando tenía el salar más estratégico del mundo. Perdió el acero, privatizó el agua, desmanteló ENAMI, y entregó sus puertos a multinacionales.

El país necesita crear hoy una Empresa Nacional de Hidrógeno Verde que investigue, invierta, diseñe, produzca y exporte bajo control público. Una empresa que piense a 50 años y opere con autonomía técnica, eficiencia industrial y propósito nacional.
Debe haber una reforma legal para que Codelco, Enap o Corfo puedan ser parte de este diseño. Debe garantizarse la propiedad del agua, de la energía solar y eólica que alimentarán los electrolizadores. Y debe trazarse un plan de transición justa que integre a comunidades, universidades y trabajadores.

Australia ha comprometido más de 10.000 millones de dólares públicos. Alemania ha financiado 62 proyectos piloto con participación estatal. China ha fusionado hidrógeno verde y baterías como parte de su plan quinquenal.
¿Y Chile? Por ahora, firma memorándums. Pero aún está a tiempo.

Los otros 30 proyectos y el nuevo mapa energético chileno

Chile tiene más de 30 proyectos de hidrógeno verde en distintas fases de evaluación. En conjunto, suman más de 45.000 millones de dólares en inversión proyectada. Pero el 98 % son de propiedad extranjera o mixta.

Chile tiene el 20 % del potencial mundial para producir hidrógeno verde. Si todos estos proyectos entraran en operación hacia 2030, el país podría exportar más de 8 millones de toneladas anuales, equivalentes a ingresos por más de 20.000 millones de dólares al año. Pero ese número, en el actual esquema, no será para Chile.
Será para quienes lo controlen.

Cada vez que Chile exporta sin gobernar, vende futuro. Cada vez que firma sin exigir, regala poder. Y cada vez que repite la historia, se olvida de sí mismo.

El hidrógeno verde, columna vertebral

Chile ya perdió el salitre. Perdió el acero. Perdió el litio. Perdió la mitad del cobre que alguna vez fue suyo. Y no por falta de recursos, sino por falta de decisión. Por creer que los contratos valen más que los pueblos. Por dejar gobernar a las consultoras. Por entregarse a la tecnocracia que calcula en dólares pero no en dignidad.

Hoy el país está frente a una oportunidad que no se repetirá. El hidrógeno verde no es una moda. Es la columna vertebral del nuevo mapa energético global. Y Chile lo tiene todo. Tiene sol, tiene agua, tiene ingenieros, tiene mar, tiene viento, tiene ciencia.
Pero no tiene poder político que defienda lo suyo. Y sin soberanía, no hay desarrollo. Solo hay renta.

El hidrógeno verde no debe ser negocio, debe ser soberanía, debe ser Estado, debe ser futuro. Y quien no lo entienda, no debe gobernar este país. Chile no necesita más tratados ni más excusas. Necesita una empresa pública que represente a su pueblo, que controle su energía y que diga.

Esta vez no se vende. Esta vez se queda.