Imaginemos a una ciudadana keniana de 62 años. Si hubiera podido envejecer con dignidad, habría podido disfrutar de los frutos de la educación, la salud, el respeto y de oportunidades en la vida. Sus hijos estarían formados, sanos y llenos de esperanza. Su comunidad sería una realidad social cohesionada; y su voz, escuchada; sus derechos, protegidos. Participaría de la riqueza del país, en lugar de observarla desde la marginalidad o la exclusión.
por Tracey Kadada.
Sin embargo, muchos kenianos y kenianas de 62 años, justo la generación nacida con la independencia, se enfrentan hoy a ahorros erosionados, pensiones inciertas y una preocupante pérdida de reconocimiento social. Sus hijos y nietos luchan contra la desigualdad, con una educación insuficiente, se encuentran con una sanidad costosa y empleos precarios. La voz cívica se ve amenazada, los Servicios Públicos se van debilitando y la esperanza se vuelve frágil.
Los informes de Oxfam Kenia, TISA, y demás organismos internacionales que velan por los Derechos Humanos, nos devuelven un reflejo veraz e inegable. No debemos romperlo esta suerte de “espejos”. Dejemos que muestren lo que realmente hay. Solo mirando y encarando la verdad reflejada puede comenzar la sanación.
A medida que Kenia se aproxima a las Elecciones Generales de 2027, el debate central no debería girar en torno cuál de unos u otros actores políticos son la opción, sino mas bien encarar también la disyuntiva moral: Justicia o su negación, Igualdad o corrupción, Dignidad o desesperanza.
El camino hacia adelante exige verdad, solidaridad y empatía, así como el coraje necesario para reconstruir lo que ha sido dañado. El liderazgo auténtico consiste en sostener la imagen que la realidad le devuelve, resolver y no rehuirla. Exige reconocer los fallos sistémicos, practicar la transparencia y actuar con decisión en favor de la Justicia, la Igualdad y el Bienestar Social. Sin ese liderazgo, el espacio cívico se encogerá aún más, la desigualdad se profundizará y la Nación deriva hacia una vejez frágil, marcada por heridas no cerradas y sueños aplazados.
Pero llegar a los 62 años no implica, necesariamente, estar quebrado. Con cuidado, respeto y un compromiso renovado con la humanidad, aún es posible erguirse con dignidad. Aún es posible guiar el camino, no desde el poder, sino desde la sabiduría, la justicia, la compasión y el respeto.
Kenia no merece menos que eso.
(Hoy se cumplen 62 años desde que Kenia alcanzó su independencia, el 12 de diciembre de 1963. Es un día de orgullo, reflexión y celebración del recorrido, la resiliencia y la unidad del país.)
¡Feliz Jamhuri Day a todo el pueblo keniano. Que el espíritu de paz y progreso siga brillando con fuerza!













