La benevolencia, un vínculo universal que alimenta a la humanidad
La benevolencia es uno de los gestos humanos más simples y, sin embargo, entre los más profundos: querer sinceramente el bien de los demás. Toma mil formas: escuchar, empatía, atención, respeto, y se colorea de acuerdo a las culturas, los caminos de la vida y la sensibilidad. A través de varios encuentros, este artículo explora esta noción universal que conecta a los seres y alimenta a lo más humano en nosotros.

La benevolencia, una presencia que conecta
Un domingo por la mañana, junto a un lago, encontré un conocido con quien quise conversar. Muy rápidamente, nuestra conversación abandona los temas ordinarios: trabajo, familia, proyectos para deslizarse hacia preocupaciones más profundas.
Este hombre tiene curiosidad por todo: filosofía, comportamiento humano, memoria, humanismo. Responsable de un servicio en una institución, tenía su propia mirada sobre la cuestión de la benevolencia, una mirada ciertamente personal, lúcida y matizada.

Cuando le pregunto qué es la benevolencia para él, responde sin dudarlo:

“Estar atentos al otro cuando expresa lo que le concierne. Ponerse en su lugar para comprender realmente su mensaje. Comunicarse activamente, escuchar, demostrar que entendemos y que nos sentimos preocupados”. Una definición sencilla pero justa.
Si podemos reformularla de manera diferente – La benevolencia surge cuando la comunicación circula sin distorsión: el mensaje se recibe claramente, se reconoce y se recibe claramente. Es una forma de presencia interior, atenta y abierta.

Otras formas de escuchar pueden revelar diferentes matices: buscar comprender en profundidad los pensamientos y emociones del otro, imbuirse de su sensibilidad, su personalidad, su vida. Pero hay un límite sutil: querer captar todo desde el otro, convirtiendo la atención en intrusión. Escuchar bien es mantenerse presente y disponible, para entender sin cruzar nunca esta delicada línea.

Metta: la benevolencia como disciplina interna
Un fin de semana, hablé con Stephen, un profesor de filosofía que vive en Estambul. Él me habla de un concepto budista que aprecia particularmente: Metta, el arte de desear sinceramente el bien a todos los seres.

“Desear el bien a los que se cruzan, cultivar la compasión a través de la meditación, en la mente y en el alma”, explicó Stephen.
Este concepto me ha marcado profundamente. Se abre una nueva dimensión: la benevolencia como un trabajo interior, alimentado por la meditación y la conciencia.

La benevolencia como la negativa a dañar
Otro intercambio con un extraño, más breve pero igual de esclarecedor, me deja esta frase:

“La benevolencia es la voluntad de no dañar a otros, sino de respetarlo, de ser justos con él”, dijo.

Cuando el ser humano perturba la vocación social
Una persona comprometida con el entorno social, con una larga experiencia en el campo social y en lo colectivo, me ofrece una mirada más crítica:

“Incluso en entornos de trabajo asociativos o colectivos, que sin embargo tienen una vocación social y colaborativa, vemos la aparición de ambigüedades humanas: juegos de poder, dominaciones, sabotajes discretos, manipulaciones, dinámicas de grupo a veces ambiguas, generando tensiones y malentendidos.
En estas condiciones, o lo dejamos ir o empezamos a jugar el juego, y, en ambos casos, terminamos traicionándonos a nosotros mismos.
La benevolencia no puede promoverse sin principios claros, sin ética, sin intención sincera desde el principio. El poder no puede ser el objetivo”, insistió Philip.
Le pregunto cómo actuar en una dinámica similar. Él sonrió antes de responder:

“No es obvio, a veces casi imposible: depende. Es necesario aprender a dar un paso atrás, y especialmente abrir el diálogo, si es posible, porque la obstinación en una postura determinada puede prevenir esta última. Entonces nos enfrentamos a un diálogo de sordos en tal contexto. Si logramos crear benevolencia en todos, entonces una estructura o un grupo de trabajo realmente pueden florecer”, concluyó Philippe.
Esta reflexión nos recuerda que la benevolencia nunca es ingenua: se enfrenta a la complejidad humana.

Un mosaico de experiencias y culturas
Cada persona lleva su propia concepción de la benevolencia, moldeada por su historia, su cultura, su viaje.
Todas estas percepciones forman una gran matriz cuyos fragmentos: gestos, intenciones, visiones que conforman un todo universal. La benevolencia varía de una cultura a otra, pero una dimensión común permanece: el impulso interno de querer aliviar la vida de los demás y hacer el bien se hace necesario.

Un principio compartido por los filósofos y las espiritualidades
La benevolencia pasa por los tiempos y las tradiciones.

Para Aristóteles, corresponde a una forma de amistad profunda: querer el bien de los demás para sí mismo.
Para los estoicos, es una nobleza interna: actuar correctamente, cualesquiera que sean las circunstancias.
La psicología contemporánea lo ve como una habilidad emocional: empatía, escucha, regulación, presencia.

En las tradiciones espirituales
Islam
En la tradición islámica, la benevolencia aparece en nociones esenciales como:

Ihsan, que significa actuar con excelencia y profundidad de corazón;
Rahma, misericordia, el fundamento de la acción justa y compasiva;
Adala, Justicia Justa.
Estos conceptos nos recuerdan que la benevolencia es un requisito del corazón, pero también de la lucidez y el equilibrio.

Cristianismo

El cristianismo llama a amar al prójimo, a apoyar a los más vulnerables, a responder a la dureza con gentileza y justicia interior. La benevolencia es un acto de fraternidad tanto como un compromiso espiritual. Es un gesto de amor hacia el prójimo y hacia cada ser.

Sufismo

En el sufismo, se expresa a través de la apertura del corazón, la purificación de la intención y el reconocimiento de la profunda dignidad de cada ser humano.

Budismo

El budismo lo convierte en una disciplina mental y espiritual: cultivar la compasión, practicar Metta, disolver la hostilidad interior y generar una presencia lúcida.

La benevolencia según el Siloísmo: una transformación del yo para transformar el mundo
El movimiento humanista fundado por Silo considera la benevolencia como una expresión esencial de la no violencia activa.
No es solo una postura social: es un trabajo interior, una forma de aliviar el sufrimiento en uno mismo y alrededor de uno mismo.

Según la enseñanza de Silo, el cultivo de la benevolencia pasa por tres etapas fundamentales:

Atención consciente a los demás
Reconoce al otro en su profundidad, liberarse de juicios inmediatos, percibir el sufrimiento o los deseos que lo animan.
Esta atención abre la puerta a la compasión.

Coherencia interna
La benevolencia es imposible sin consistencia: pensar, sentir y actuar en la misma dirección.
La contradicción interior genera violencia y confusión; la coherencia alimenta la paz y la claridad.

No violencia activa
No se trata solo de abstenerse de hacer daño:
Se trata de tomar medidas para reducir el sufrimiento, crear diálogo, aliviar las tensiones, apoyar la dignidad humana.
Es un compromiso valiente, a veces exigente, pero profundamente transformador.

A través de esta práctica diaria, la benevolencia se convierte en un motor de cambio personal y colectivo.

Un antídoto contra las tensiones del mundo contemporáneo
En un contexto social marcado por la velocidad, los malentendidos y el individualismo, la benevolencia aparece como un remedio raro y precioso.
Aclara las relaciones, fortalece los equipos, calma a las familias.
Su desaparición da paso al cinismo; su presencia abre un espacio de respiración.

También actúa dentro de todos: desear que el bien calme la mente, fortalezca la confianza, estabiliza las emociones.
La bondad no es débil: es una fuerza silenciosa e inteligente, tan bien invertida.

Una práctica antes de ser un concepto
Nuestras sociedades teorizan mucho, pero realmente integran poco.
La bondad requiere trabajo diario, coraje, introspección.
Ella pregunta:
Practica el Ehsan, el Rahma, respeta al otro,
Controla su ego y emociones de miedo
Reexamina tus intenciones y vuelve a trabajar la sinceridad
Escuchen realmente con amabilidad y
Para dar la bienvenida a la bondad, incluso cuando perturba,
Observar sin juzgar demasiado rápido,
Tomarse el tiempo de entender mediante el retroceso,
Para hacer un gesto sincero,
Para ser auténtico contigo mismo,
¿Y por qué no, cultivar a Metta?
Cada día es una oportunidad para vivir la benevolencia.

Conclusión: una manera de conectar con el mundo
En las relaciones humanas, a menudo se distinguen los hechos, las palabras y las imperfecciones inherentes al ser. Aquí, no se trata de juzgar perfiles, sino de reconocer la importancia de una intención benévola, esta intención que puede, a través de palabras y hechos, fortalecer o debilitar la confianza en las relaciones humanas. Especialmente en una sociedad contemporánea, marcada por la competencia, el deseo de dominar, de controlar, con un ego sin límite. Por lo tanto, la benevolencia no es sólo una virtud moral en este tumulto del mundo moderno: es un compromiso. Es una forma de habitar el mundo, de conectar con los demás, y a veces incluso un camino de transformación personal.