Lucio, Manfredo y Stefano están en los barcos de la Global Sumud Flotilla y contarán su aventura para Pressenza. Este es su primer diario de a bordo.
¡Buen viento!, les desea toda la redacción.
Un tsunami de humanidad está a punto de zarpar para intentar liberar a Gaza del bloqueo a la ayuda. Queremos romper el asedio ilegal de Israel con la fuerza de la solidaridad noviolenta, una fuerza de la humanidad y para la humanidad. Miles de personas participan en este extraordinario movimiento internacional que quiere ayudar a todas las personas inocentes de Gaza.
Mientras una parte de la flotilla partió de Génova hacia Barcelona, aquí en Sicilia trabajamos para preparar los barcos: verificar las condiciones de seguridad, abastecer la despensa y las velas, revisar los motores, junto con compañeros y compañeras internacionales que formarán la tripulación.
Entre las muchas personas que se mueven entre los barcos en preparación, algunas echan una mano en tareas específicas que a menudo van más allá del ámbito náutico: motores, instalaciones eléctricas, limpieza y retirada de materiales de antiguos propietarios que no servirán para la misión. Así, sucede que los navegantes que participan en los controles y verificaciones parecen funámbulos colgados de una cuerda a veinte metros de altura, revisando jarcias, cabos y velas; los armadores más exigentes planifican estas inspecciones con regularidad.
Por eso, términos como “banzigo” (un asiento con arnés para izar a una persona hasta lo alto del mástil), sarties voladores(cables de acero adicionales que refuerzan el eje del barco cuando este queda a 90 grados y necesita más sujeción en ciertas maniobras), requieren explicaciones típicas de un instructor de vela para los más curiosos. En realidad, estas explicaciones serán útiles durante la misión para quienes, aunque no tengan experiencia en navegación, subirán a bordo como periodistas, personas influyentes en política o redes sociales, médicos o mecánicos.
El puerto es un bullicio de gente que va y viene en busca de herramientas o de apoyo para tareas complejas y pesadas, como arriar una vela o abrir un grillete atascado por años de sal.
Se respira una atmósfera de gran colaboración, pero también de tensión y esperanza. Hemos comentado entre nosotros las amenazas del ministro de Seguridad Nacional israelí, Itamar Ben Gvir, que ha hablado de la posibilidad de un arresto prolongado en condiciones muy duras. Sin duda, contar con el respaldo de amplios sectores de la población en Europa y en el mundo nos da seguridad y también esperanza. Al mismo tiempo, nos preparamos para entrenamientos sobre cómo actuar en situaciones tensas o de emergencia.
Mientras tanto, nos hemos enterado de que todos los barcos que partieron de España han tenido que invertir el rumbo debido a vientos de 30 nudos y mar tormentoso. Los imprevistos, en una misión como esta, son cosa de todos los días.
Me he preguntado muchas veces por qué decidí participar en la misión, desde que en marzo tomé parte en la Marcha Global a Gaza. Llegué a la conclusión de que ya no era suficiente hacer manifestaciones y actividades políticas en el Arci, ni organizar boicots con el movimiento BDS.
Sentí la necesidad de hacer algo más fuerte, más radical: el deseo de no quedarme callado cuando el mundo calla ante una masacre y un genocidio, frente a otra vergüenza de la historia reciente, donde vemos cada día cómo un pedazo de humanidad se precipita al abismo.
Decidí participar pensando en las lecturas que me marcaron: Hannah Arendt, con su capacidad de describir la “banalidad del mal” y la necesidad de no estar nunca de ese lado; Martin Luther King, para quien lo más doloroso no eran las personas malvadas, sino quienes guardaban silencio ante la injusticia. También pienso en Dietrich Bonhoeffer y la Iglesia confesante contra el nazismo, aquella pequeña comunidad que entendió que Hitler era un enemigo terrible al que había que enfrentarse en todos los frentes.
A veces es útil buscar modelos también en nuestra propia historia, figuras positivas como Antonio Gramsci, que decía que había que ser partidista, que no se podía permanecer indiferente. Todas estas palabras, estas vidas de hombres y mujeres de nuestro pasado me ayudan a motivarme, a profundizar, a ser consciente y a afrontar esta elección no como héroes occidentales blancos, sino con humildad y también con un poco de miedo, pensando en nuestros seres queridos, en nuestros hijos, padres, compañeros.
Tal vez lo haga para poder responder con dignidad y conciencia cuando la dimensión monstruosa de lo que está ocurriendo al pueblo palestino se vea aún más clara, si alguien me dirige la fatídica pregunta:
“¿Y tú qué hiciste cuando todo esto sucedía?”













