Entre el 18 y el 19 de septiembre de 2025, Gaza ha sido escenario de una intensificación de la ofensiva israelí, en particular sobre la Ciudad de Gaza y el centro del enclave. Israel anunció el cierre de la ruta humanitaria temporal habilitada hacia el sur y ha advertido a la población civil sobre el uso de “fuerza sin precedentes” en los próximos días, con llamados insistentes a la evacuación masiva.

En las últimas 48 horas han muerto al menos seis personas solo en Nuseirat y en hospitales del centro de Gaza, pero se desconoce la cifra global debido al corte de las comunicaciones. El Ministerio de Salud palestino reporta más de 65,000 muertos acumulados desde octubre, aunque la ONU estima que la cifra real podría ser mucho mayor, considerando los miles de desaparecidos y la interrupción de comunicaciones. Los tanques israelíes han avanzado tanto en el norte como en el centro y ya se reportan desplazamientos forzados masivos; se calcula que unas 250,000 personas han logrado huir, pero la mayoría no encuentra refugio seguro ni acceso a agua u otros servicios básicos.

La ONU denuncia que al menos tres personas han muerto por hambruna en las últimas 24 horas, elevando el total de fallecidos por inanición a más de 420, incluidos 125 niños. Diez edificios de la UNRWA, entre ellos siete escuelas y dos clínicas, han sido destruidos en los bombardeos recientes y el único hospital de la zona norte ha interrumpido funciones.

A nivel diplomático, Estados Unidos ha vetado nuevamente en la ONU una resolución que exigía un alto el fuego inmediato. Relatores y organismos internacionales califican la ofensiva de posible genocidio, advirtiendo sobre el impacto devastador en la población civil, la destrucción sistemática de infraestructura y el asesinato deliberado de periodistas en Gaza.

En Jerusalén y otras ciudades, continúan las protestas contra la ofensiva y por la liberación de rehenes, mientras la presión internacional sigue creciendo y las condiciones humanitarias en Gaza se deterioran drásticamente.

Mientras, en las últimas 48 horas, Cisjordania ha vivido nuevos episodios de violencia y represión. El miércoles se registró un tiroteo cerca del cruce Allenby, donde un conductor jordano asesinó a dos soldados israelíes antes de ser abatido, lo que llevó a Israel a cerrar temporalmente el paso fronterizo con Jordania y suspender la entrega de ayuda humanitaria. En las últimas horas también se han reportado incursiones del ejército israelí en Ramala y otras zonas, con redadas, detenciones masivas y bloqueos adicionales en carreteras, aislando comunidades palestinas.

La presión de colonos israelíes sigue siendo muy alta, con ataques constantes a familias palestinas. Organizaciones humanitarias y la ONU documentan un promedio de cuatro agresiones diarias, incluyendo demoliciones de viviendas y estructuras básicas. En lo que va de septiembre, al menos seis palestinos y dos israelíes han muerto en Cisjordania por enfrentamientos directos, tiroteos y ataques con armas blancas.

El sistema de salud sigue en crisis, con hospitales y clínicas funcionando al mínimo y frecuentes restricciones de acceso para pacientes palestinos que necesitan tratamiento fuera de Cisjordania. El clima de tensión ha aumentado por el endurecimiento de los controles militares y las detenciones nocturnas. La comunidad internacional ha expresado preocupación por el deterioro acelerado de la situación humanitaria y el riesgo de que la violencia se extienda a otras áreas de la región.