“No es un mar, es un tablero. Sobre sus aguas flotan portaaviones, millones de Ton de mercancías y la promesa de un botín energético. Allí las potencias se miran en el espejo de la codicia y del miedo a perder el control”

El Mar de China Meridional es el corazón azul de las tensiones globales. Más del 30% del comercio marítimo mundial atraviesa estas aguas cargando mercancías con un valor anual que supera los 3,5 billones USD. Por esos estrechos y corredores pasa el petróleo que alimenta a Japón y Corea del Sur, los contenedores que abastecen a Europa y el gas que mantiene encendida la maquinaria industrial de China. Bajo la superficie aguardan 11.000 millones de barriles de crudo y 190 billones de pies cúbicos de gas natural que representan cerca del 10% de las reservas probadas a nivel mundial.

Este mar concentra la paradoja de nuestro siglo. Puede ser la autopista que garantice prosperidad compartida o la chispa que encienda un conflicto global. Las flotas que navegan bajo la bandera de la libertad de comercio lo hacen con misiles a bordo. Las islas que deberían ser refugio de pescadores son convertidas en bases aéreas. La pregunta es simple y brutal: ¿será el Mar de China Meridional un espacio de cooperación o el escenario donde se confirme que el poder pesa más que el derecho?

El valor económico del mar

El Mar de China Meridional es un multiplicador de riqueza y de tensiones. Cada día lo cruzan más de 200.000 buques que trasladan materias primas, combustibles y mercancías terminadas con un valor superior a 9.500 millones USD diarios. Esa cifra equivale al 7% del PIB mundial moviéndose sobre una sola ruta marítima. Ningún otro espacio acuático concentra tal volumen de riqueza en tránsito permanente.

La pesca es otro tesoro en disputa con más de 20 millones Ton anuales que equivalen al 12% de las capturas globales. El valor de esta industria supera los 100.000 millones USD al año y alimenta a cerca de 500 millones de personas en la región. El agotamiento de estas aguas por la sobreexplotación se convierte en una amenaza tan seria como un bloqueo militar. Para Japón, Corea del Sur y la propia China este mar es un seguro de vida económica. Para la ASEAN significa la diferencia entre el crecimiento sostenido y la dependencia externa. Lo que aquí se decide no es un simple negocio de barcos, es el pulso financiero del siglo XXI.

La disputa de soberanías

El Mar de China Meridional se ha transformado en un tablero de mapas contradictorios. Pekín dibuja sobre él la llamada línea de los nueve trazos que abarca casi el 90% de estas aguas, un reclamo que convierte a un espacio compartido en un mar casi exclusivo. Esa pretensión se superpone con los derechos históricos y jurídicos de Filipinas, Vietnam, Malasia, Brunéi y Taiwán que ven en esta apropiación una amenaza directa a su soberanía y a sus recursos vitales.

El caso más emblemático estalló en 2013 cuando Filipinas llevó su reclamo ante la Corte Permanente de Arbitraje en La Haya. Tres años más tarde en 2016 el tribunal falló de manera categórica que la línea de los nueve trazos carece de fundamento jurídico. La decisión fue celebrada por Manila como una victoria histórica, pero China la desestimó de inmediato y reforzó su presencia militar y económica en la zona. La paradoja es brutal. Un fallo internacional que reconoce derechos a un país de 110 millones de habitantes quedó neutralizado por el poderío de una economía de 18 billones USD y un ejército que crece más de 7% anual en gasto militar.

Las consecuencias trascienden lo jurídico. Si una sentencia internacional no puede ejecutarse, la legitimidad del derecho internacional queda herida. Para los pequeños estados ribereños la duda es existencial. O confían en un sistema legal debilitado o se alinean con potencias militares que prometen protección. La soberanía en este mar no se mide en mapas, sino en barcos y voluntad política.

El petróleo y el gas ocultos

Bajo las aguas del Mar de China Meridional no sólo circulan barcos mercantes. En sus profundidades se esconden reservas estimadas en 11.000 millones de barriles de crudo y 190 billones de pies cúbicos de gas natural. Es un botín energético cuyo valor supera los 2,5 billones USD al precio promedio de 2024. Este mar es por tanto un tablero energético disfrazado de conflicto territorial.

La magnitud de estas cifras explica el interés febril de las potencias. China ha invertido más de 20.000 millones USD en prospecciones y plataformas marinas durante la última década. Vietnam y Filipinas han firmado contratos con corporaciones extranjeras con la esperanza de extraer parte de este tesoro submarino. Para la ASEAN el gas de estas aguas podría cubrir hasta el 15% de su demanda energética en 2030 reduciendo la dependencia de proveedores inestables en Medio Oriente.

El dilema surge porque ninguna de estas reservas está en un territorio claro. Las concesiones se solapan, los mapas se contradicen y los barcos de perforación operan bajo escolta militar. La energía que podría alimentar la transición de Asia hacia fuentes más limpias amenaza con convertirse en chispa de un enfrentamiento naval. En lugar de cooperación técnica la región ha preferido el juego de la intimidación. El mar no solo guarda petróleo y gas guarda la prueba de que la codicia energética puede hundir cualquier discurso de paz.

La pesca como botín estratégico

En el Mar de China Meridional los peces son tan codiciados como el petróleo. Cada año se extraen más de 20 millones Ton de captura que sostienen una industria valorada en 100.000 millones USD. Lo que para algunos países es un negocio de exportación para otros es una cuestión de supervivencia. En Filipinas la pesca aporta el 1,5% del PIB y da empleo directo a más de un millón de personas. En Vietnam la cifra se eleva a casi 3 millones de empleos que dependen de estas aguas.

El problema es que el mar no es infinito. Estudios de la FAO advierten que cerca del 50% de las especies podrían colapsar hacia 2040 debido a la sobreexplotación. El atún, la caballa y el camarón ya muestran caídas de hasta 30% en sus poblaciones en la última década. La respuesta de los gobiernos no ha sido reducir las capturas sino aumentar la presencia de barcos y subsidios. China mantiene una flota pesquera de más de 200.000 naves, muchas de ellas operando en estas aguas disputadas bajo protección de la guardia costera.

El alimento que llega a la mesa de 500 millones de personas en Asia depende de este mar. Lo que debería ser un recurso compartido se convierte en una guerra silenciosa de redes y motores. Si la pesca colapsa el costo no será solo económico. Será social y humano. El hambre y el desplazamiento reemplazarán al pescado en los platos de las familias costeras.

El dilema internacional

El Mar de China Meridional es una caja de resonancia del orden mundial. La ASEAN ha intentado durante dos décadas redactar un código vinculante que limite la militarización y regule la explotación de recursos, pero los borradores terminan en reuniones sin efecto. Mientras los países del sudeste asiático acumulan más de 600.000 millones USD en comercio anual con China, no encuentran la forma de contener su avance en las aguas disputadas. La dependencia económica se convierte en silencio diplomático.

Estados Unidos juega la carta opuesta. Ha reforzado alianzas con Filipinas, Japón y Australia mediante ejercicios militares conjuntos y con el acuerdo AUKUS que compromete más de 70.000 millones USD en submarinos nucleares para la próxima década. La Casa Blanca no habla de derecho internacional, habla de libertad de navegación y lo hace con portaaviones en movimiento. En 2024, más del 25% del presupuesto de defensa estadounidense en Asia se destinó a operaciones en este mar.

El dilema es evidente. Una región que representa el 7% del PIB mundial y concentra hasta el 10% de las reservas globales de gas funciona como laboratorio de la multipolaridad. Aquí se mide hasta qué punto los recursos compartidos pueden administrarse con cooperación y no con cañones.

La posición de la ASEAN

La ASEAN nació como un bloque de cooperación regional pero frente al Mar de China Meridional aparece fracturada. Sus diez miembros oscilan entre la confrontación directa y la diplomacia prudente. Vietnam y Filipinas denuncian la expansión china y fortalecen vínculos militares con Washington, mientras Camboya y Laos se alinean con Pekín bajo el peso de inversiones que superan los 10.000 millones USD en infraestructura.

El comercio es el gran condicionante. El intercambio de la ASEAN con China ya supera los 600.000 millones USD anuales y convierte a Pekín en su principal socio económico. Esa dependencia hace que la presión por un código vinculante para resolver disputas marítimas termine diluyéndose en comunicados vagos que nadie cumple. En 2023 las exportaciones de Malasia hacia China equivalieron al 17% de su PIB, un recordatorio de que la economía habla más fuerte que la geopolítica.

La contradicción interna es clara. Los países costeros reclaman seguridad ante incursiones chinas, mientras otros miembros bloquean cualquier resolución que pueda incomodar a su mayor inversionista. La ASEAN se presenta al mundo como una voz unida, pero en el mar disputa su credibilidad. El resultado es una organización atrapada entre la necesidad de soberanía y la realidad de la dependencia.

Estados Unidos y sus aliados

Para Estados Unidos el Mar de China Meridional no es una disputa lejana: es un corredor vital para el 25% de su comercio marítimo con Asia. La Casa Blanca sabe que cualquier bloqueo elevaría los precios globales del petróleo en más de 20% en cuestión de semanas y golpearía a sus propias cadenas de suministro que dependen de semiconductores y productos manufacturados que cruzan este mar.

Su presencia militar es visible. Bases en Japón, Guam y Filipinas aseguran la capacidad de respuesta inmediata con más de 80.000 soldados desplegados en la región y una flota de portaaviones que consume un presupuesto anual superior a 50.000 millones USD. En 2024 Washington aumentó un 8% el gasto en defensa marítima en Asia, con énfasis en patrullajes de libertad de navegación.

El acuerdo AUKUS firmado con Reino Unido y Australia destina más de 70.000 millones USD a submarinos nucleares que reforzarán la disuasión en el Pacífico. A esto se suman ejercicios conjuntos con Japón y Corea del Sur que movilizan decenas de miles de efectivos cada año. Estados Unidos proyecta así su poder, no sólo para proteger rutas comerciales, sino para enviar un mensaje claro a Pekín: el mar no pertenece a una sola bandera.

El riesgo global para el comercio

El Mar de China Meridional es la arteria invisible del comercio mundial. Por sus aguas pasa el 60% de las exportaciones de Asia oriental lo que equivale a más de 2 billones USD al año en bienes que viajan hacia Europa y América. Esta concentración convierte cualquier tensión en una amenaza inmediata para la estabilidad de los mercados internacionales.

Japón depende de estas rutas para importar el 80% de su petróleo. Corea del Sur y Taiwán dependen en más del 70% de los mismos flujos energéticos y de mercancías estratégicas. En 2023 más de 15 millones de barriles diarios de crudo atravesaron estos corredores marítimos y cada barco que se retrasa impacta en los precios de la energía y de los alimentos.

El Fondo Monetario Internacional advierte que una interrupción de apenas dos semanas elevaría el costo global de la energía en 20% y podría recortar hasta 1,5% del PIB mundial en un solo trimestre. En un sistema económico interconectado un incidente en estas aguas no se queda en Asia sino que multiplica la inflación en Europa, el desempleo en América Latina y la volatilidad financiera en África. El mar se convierte así en un termómetro de la economía planetaria.

El papel del derecho internacional

El Mar de China Meridional es también un espejo de las limitaciones del derecho internacional. La Convención de Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar, aprobada en 1982 y ratificada por más de 160 países, establece que las aguas internacionales deben garantizar libertad de navegación y que las zonas económicas exclusivas llegan a 200 millas náuticas.

Sobre ese marco Filipinas llevó a China ante la Corte Permanente de Arbitraje en 2013 y en 2016 obtuvo un fallo favorable que invalidaba la línea de los nueve trazos.

El problema es que el derecho sin fuerza ejecutiva se convierte en papel mojado. China desestimó el fallo e incrementó su presencia militar en las islas artificiales. La incapacidad para obligar a una potencia que concentra el 18% del PIB mundial y destina más de 220.000 millones USD anuales a defensa deja en evidencia la fragilidad del sistema.

Las normas internacionales buscan limitar el poder, pero en este mar ocurre lo contrario. La fuerza naval impone reglas y el derecho se convierte en un argumento político más que en una garantía efectiva. Para los países pequeños el mensaje es claro. Confiar sólo en tratados significa arriesgar soberanía frente a quienes pueden comprar barcos de guerra y desafiar resoluciones sin consecuencias reales.

Los pueblos del mar

En el Mar de China Meridional la geopolítica se mide en barcos de guerra, pero la vida cotidiana se mide en redes y en peces. Cerca de 500 millones de personas dependen directamente de estas aguas para alimentarse y para trabajar. Comunidades enteras en Filipinas, Vietnam y Malasia han vivido durante siglos de la pesca costera y hoy enfrentan un doble golpe: la sobreexplotación de recursos y la militarización que limita sus movimientos.

La presencia de guardacostas y flotas extranjeras expulsa a pescadores artesanales que ya pierden hasta un 30% de sus ingresos anuales. En Filipinas el sector pesquero que representa el 1,5% del PIB ve cómo sus capturas se reducen mientras los costos aumentan. En Vietnam los conflictos en el mar han provocado que miles de familias abandonen la costa y migren hacia ciudades donde terminan engrosando cinturones de pobreza.

Los derechos humanos quedan diluidos entre comunicados diplomáticos. Cada vez que un pescador muere en un incidente marítimo, las cifras quedan invisibles bajo el ruido de portaaviones. Lo que debería ser un mar compartido se ha convertido en un campo de exclusión donde los más débiles pagan el precio de la confrontación. Para millones de familias la seguridad no se mide en mapas sino en la posibilidad de llevar alimento a la mesa.

Escenarios hacia 2030

El futuro del Mar de China Meridional puede tomar caminos opuestos y cada uno tiene costos medibles en dinero y en vidas. Un escenario es el de una guerra limitada entre China y aliados de Estados Unidos que, aunque breve, podría interrumpir flujos comerciales por un valor superior a 3 billones USD al año. El Banco Asiático de Desarrollo calcula que un conflicto regional reduciría hasta 5 % el PIB del sudeste asiático y arrastraría al mundo a una recesión inmediata.

Otro escenario es el de acuerdos de reparto de recursos donde China, Vietnam y Filipinas compartan la explotación de petróleo y gas. Bajo esa fórmula los ingresos podrían superar 50.000 millones USD en dos décadas y aliviar la presión sobre la soberanía. Sin embargo, la desconfianza histórica hace que esta opción sea vista como un espejismo más que como una salida real.

La alternativa multipolar sería la creación de códigos comunes de navegación bajo un marco de cooperación regional. Esto garantizaría el libre tránsito de mercancías que equivalen al 30% del comercio mundial y reduciría el riesgo de incidentes militares. Para la economía global este escenario significaría estabilidad y un crecimiento adicional estimado en 1% del PIB mundial hacia 2030. El dilema es claro. O se impone la lógica de la confrontación o se abre paso un pacto que convierta este mar en un espacio de prosperidad compartida.

Quién tiene más derecho sobre el Mar de China

La pregunta central atraviesa todas las disputas. ¿Quién tiene más derecho sobre el Mar de China Meridional y sus islas? Pekín sostiene que el 90% de estas aguas le pertenece por razones históricas y culturales. Washington responde que está al otro lado del mundo, pero defiende la libre navegación porque de estas rutas depende el 25 % de su comercio marítimo con Asia y más de 1 billón USD en bienes anuales.

  • China construye islas artificiales y despliega una flota que ya supera las 350 naves de guerra.
  • Estados Unidos mantiene bases en Japón, Guam y Filipinas y un presupuesto de defensa en el Pacífico que ronda los 60.000 millones USD al año.
  • La disputa no es solo por soberanía sino por el control de corredores energéticos y tecnológicos que decidirán la próxima década.
  • Taiwán aparece como un punto inevitable en este tablero.

Si Pekín busca consolidar su dominio marítimo no puede dejar fuera a la isla que produce más del 60% de los semiconductores del planeta. Para Washington defender a Taiwán es defender su propia cadena tecnológica. Este mar no es solo un espacio físico sino el preludio de un conflicto mayor que podría decidir el equilibrio global del siglo XXI.

Cifras duras del Mar de China Meridional

  • El Mar de China Meridional no es solo un mapa de islas disputadas, es un océano de cifras que revelan su peso estratégico en el planeta.
  • Por sus aguas circula alrededor del 30 % del comercio marítimo global, equivalente a 3,5 billones USD al año.
  • Transporta más de 15 millones de barriles de petróleo diarios, casi el 25 % del comercio mundial de crudo.
  • Contiene reservas estimadas de 11.000 millones de barriles de petróleo y 190 billones de pies cúbicos de gas natural (US EIA 2023).
  • Los bancos de pesca sostienen la seguridad alimentaria de más de 300 millones de personas en Filipinas, Vietnam, Malasia y China.
  • China ha construido más de 3.200 hectáreas de islas artificiales desde 2014, con 7 bases militares capaces de recibir bombarderos y misiles de alcance medio.
  • La flota pesquera china en la zona supera los 12.000 barcos, respaldados por la llamada “milicia marítima”.

Tabla

  • Comercio global: 30 % | 3,5 billones USD
  • Petróleo: 15 M barriles diarios | 25 % comercio mundial
  • Reservas: 11.000 M barriles petróleo | 190 TCF gas natural
  • Islas artificiales: 3.200 ha | 7 bases militares

Gastos y presencia militar en el Mar de China Meridional (aprox. 2023–2024)

  • Estados Unidos: invierte más de US$ 50.000 millones anuales en operaciones navales en la región del Indo-Pacífico (Pentágono, 2023). Mantiene la Séptima Flota en Japón, con más de 50 buques y 20.000 efectivos desplegados.
  • Japón: destinó en 2024 un presupuesto de defensa récord de US$ 52.000 millones, con parte de sus nuevas fragatas y submarinos enfocados en el Mar de China Meridional y en su alianza con EE. UU.
  • Malasia: gasta alrededor de US$ 5.000 millones al año en defensa; en 2023 compró nuevos buques de patrulla costera y radares para proteger sus reclamaciones en el mar.
  • Vietnam: invierte unos US$ 6.000 millones anuales en defensa; adquirió submarinos rusos Kilo y misiles costeros para reforzar su posición en las islas disputadas.
  • Filipinas: aumentó su presupuesto de defensa en 2024 a US$ 4.000 millones, firmando acuerdos con EE. UU. para el uso de bases y ampliando su flota de patrulleras.
  • Rusia: aunque no es reclamante directo, ha vendido armas por más de US$ 7.000 millones a Vietnam y otros países del sudeste asiático en la última década, reforzando indirectamente el equilibrio militar.
  • China: sigue siendo el actor principal, con un presupuesto militar de más de US$ 225.000 millones en 2023, y una parte significativa destinada a su Armada y a las islas artificiales militarizadas.

Tabla

  • UU. 50.000 M USD | Japón 52.000 M USD | China 225.000 M USD
  • Vietnam 6.000 M USD | Malasia 5.000 M USD | Filipinas 4.000 M USD | Rusia 7.000 M USD (ventas de armas)

 

Un mar que podría unir culturas y alimentar pueblos hoy es campo de batalla de buques y corporaciones.

El Mar de China Meridional no está condenado a ser la chispa de una guerra global. Puede ser el laboratorio de una cooperación inédita que garantice rutas abiertas recursos sostenibles y respeto al derecho internacional. La elección está abierta: convertirlo en un mar de sangre o en un mar de justicia para la humanidad.

El mundo no necesita más trincheras, sino acuerdos. Convertir este mar en un espacio de encuentro y no de confrontación es la prueba que definirá si las potencias están dispuestas a gobernar el planeta con responsabilidad y no con cañones.

 

Bibliografía

  • United Nations Convention on the Law of the Sea UNCLOS
  • Permanent Court of Arbitration Award in the Matter of the South China Sea 2016
  • US Energy Information Administration South China Sea Energy Estimates 2024
  • ASEAN Secretariat Trade and Maritime Reports 2023
  • SIPRI Military Expenditure Database 2023