Septiembre de 2025 será recordado como el mes en el que la Asamblea General de la ONU atravesó su prueba más dura ante el genocidio en Palestina. Ya no caben eufemismos ni cautelas diplomáticas: los testimonios, las cifras y la presión de una mayoría mundial exigen llamar genocidio al genocidio, como reclama Francesca Albanese, relatora especial de la ONU para Palestina. Los números son brutales y deben mencionarse: al menos 680,000 muertos en Gaza tras casi un año de asedio, más de la mitad niños. Cada cifra es una historia apagada, una ausencia insuperable para una sociedad que está siendo devastada en todos sus cimientos.
Los datos duros, sin anestesia
El Ministerio de Salud palestino y cálculos de organismos internacionales confirman que hay más de 65,000 muertos recuperados y documentados, pero la cifra real supera los 680,000 cuando se incluyen cuerpos bajo los escombros y desaparecidos.
Más de 1.5 millones de desplazados internos no acceden a agua, alimentos ni refugio seguro.
El 70% de la infraestructura urbana está destruida, incluyendo hospitales y escuelas, como confirman datos de la ONU y agencias sobre el terreno.
Denuncias imparables documentan la violencia sistemática contra niños palestinos detenidos —desnudos, golpeados, vendados, sometidos a abusos continuos por el ejército israelí—, una herida abierta en la conciencia internacional, como muestra el último informe de Save the Children.
La prensa y personal humanitario son también blanco directo: cerca de 1,600 trabajadores de salud, 250 periodistas palestinos y más de 340 empleados de la ONU han sido asesinados en Gaza, una cifra sin precedentes.
El viraje en la ONU: la lucha por la verdad y el derecho
La Asamblea General de la ONU, en su 80º sesión, fue escenario de una votación que produjo un quiebre histórico en la correlación de fuerzas. 145 países votaron a favor de la participación de Palestina en el plenario, solo 5 en contra (Estados Unidos, Israel, Paraguay, Nauru y Palau) y 6 abstenciones. El presidente Mahmud Abbas y la delegación palestina intervendrán por videoconferencia, ante el veto y denegación de visados por EEUU, una medida inédita que también recalca el aislamiento diplomático cada vez más severo hacia Tel Aviv y Washington.
La votación es más que simbólica: legitima el reclamo palestino, debilita el poder de veto estadounidense y traza un nuevo mapa diplomático donde el Sur Global, América Latina, Europa y África se alinean por los derechos de Palestina, abriendo una grieta irreversible en el pacto de impunidad que sostuvo la excepcionalidad israelí por décadas.
El contexto global y la presión social
Portugal acaba de reconocer oficialmente al Estado palestino y otros países europeos y latinoamericanos están en vías de sumarse durante estas semanas, consolidando una masa crítica de 154 países que ya han dado el paso.
Protestas multitudinarias de judíos antisionistas, movimientos de derechos humanos y sectores progresistas internacionales marcan la pauta en Nueva York y ciudades del mundo: la complicidad silenciosa ha acabado, se exige acción, sanciones y justicia.
Personalidades como la parlamentaria japonesa Mari Kushibuchi interpelan a sus jefes de Estado para que dejen de preocuparse por enfadar a EEUU y tomen decisiones valientes, en reconocimiento a Palestina.
La verdad como mandato ético
El logro más elemental de esta Asamblea es el triunfo de la verdad. La brutalidad del genocidio en Gaza se asume por fin desde la dignidad de las víctimas y no desde las necesidades geopolíticas de las potencias. Ya no puede aceptarse la narrativa de neutralidad o “conflicto” cuando se trata del exterminio sistemático de una sociedad, de una generación entera de niños perdidos para siempre.
La ONU enfrenta una encrucijada: o actúa sobre la verdad y construye justicia, o renuncia a su mandato histórico y a la confianza de los pueblos en el sistema multilateral. Las nuevas mayorías planetarias demandan sanciones concretas, tribunal internacional y reparación a las víctimas y sus familias. El derecho internacional está siendo reconfigurado por la presión de la sociedad civil, de las víctimas y de los Estados que se atrevieron a decir basta.
Decisiones responsables y futuro
Hoy, responsables políticos, diplomáticos y líderes sociales deben entender que solo la verdad trae luz. El conteo de víctimas es también el recuento de quienes deben ser honrados, reparados y protegidos. Cada número, cada testimonio, cada vida perdida es motivo de urgencia ética: lo que está en juego no es solo la causa palestina, sino el sentido mismo de la justicia universal, de la dignidad y del sistema internacional.
La Asamblea General de la ONU marca este septiembre el inicio de una nueva era: la luz solo puede venir de la verdad cruda, sin concesiones ni silencios. Decidir con responsabilidad frente al genocidio es sacudir la conciencia global, y es lo único que puede, a largo plazo, devolver sentido, paz y futuro a Palestina y al mundo.













