İlhan Sami Çomak, el poeta kurdo, fue recientemente reconocido con el Premio de Poesía Jack Hirschman, entregado por la Red Poetas del Planeta. Esta distinción no solo celebra la vida y el legado del renombrado poeta estadounidense Jack Hirschman, sino que también promueve los valores poéticos y humanos que él defendió: la justicia social, la solidaridad internacional y la paz.

İlhan, quien estuvo en prisión durante treinta años, tres meses y ocho días por cargos que el Tribunal Europeo de Derechos Humanos declaró ilegales, finalmente recuperó su libertad el 26 de noviembre de 2024. Durante su encarcelamiento, publicó ocho libros de poesía y recibió varios reconocimientos literarios. Sin embargo, esta fue la primera vez que pudo asistir en persona a una ceremonia de premiación.

Jack Hirschman, poeta y traductor estadounidense, falleció en el 2021, dejando un legado imponente de más de cien libros de poesía y una vida dedicada al activismo, la paz y la justicia.

En la ceremonia del 26 de junio, İlhan recibió el reconocimiento de manos de la también poeta, Agneta Falk, quien fuera esposa de Hirschman. Las otras dos finalistas fueron Tishani Doshi y Warsan Shire.

Puedes leer más sobre las finalistas aqui. A continuación, el discurso de aceptación de İlhan Çomak, pronunciado durante la ceremonia:

Queridos amigos y distinguidos invitados:

Todos sabemos que en el centro de nuestras vidas hay una red de sueños, tejida con valores, deseos no cumplidos y el esfuerzo constante por satisfacer expectativas heredadas: una lucha continua por demostrar nuestro valor. Para muchos, la búsqueda de la felicidad termina en derrota antes de comenzar.

Y sin embargo, caemos—y nos levantamos otra vez.

El mundo ofrece pocas certezas—y no hay dios en quien realmente podamos confiar. Al final, todo comienza y termina con nosotros, los seres humanos. Y es también en nosotros donde se pone a prueba, y por última vez, el esfuerzo por sostener con delicadeza los valores amenazados por el poder—esa mano larga y oscura, al mismo tiempo fría y ardiente.

Nos ofrecen un mundo despojado de distinciones. Intentan convencernos de que la verdad y los días mejores no son más que ecos lejanos de un pasado imposible. Pero sabemos—por un legado transmitido con gran dificultad, dolor incesante y resistencia—que existen valores inmutables nacidos de la verdad, de la realidad, y sin duda, de la imaginación. Nosotros, la gran mayoría, hemos trazado una línea—pensando, insistiendo en recordar frente al olvido impuesto, y defendiendo valores enraizados en la dignidad humana. Hemos alzado la voz una y otra vez en favor de la verdad y, al hacerlo, nos hemos posicionado frente a los poderosos.

Esa línea señala una conciencia del mal en expansión—formado de manera deliberada por poderes que se aprovechan de la duda en el alma humana. Revela la visibilidad y la audibilidad de ese mal—siempre listo para levantar la mano y hablar—y nos recuerda la necesidad de ganar la conciencia necesaria para elegir la igualdad, la felicidad y la belleza que nos ofrecen los sueños.

Queridos amigos:

Es a través de la poesía que podemos trascender la crueldad del mundo. En mi opinión, Jack Hirschman—con su poesía y con la vida y el activismo que respaldaban sus palabras—representa una expresión clara, indiscutible y auténtica de esta idea. Su obra y su vida han sido durante mucho tiempo un refugio firme para los humildes, los oprimidos y los agraviados—y, por encima de todo, una voz valiente que se alza contra los poderes dominantes y las jerarquías rígidas que distorsionan constantemente la esencia de la vida, de la sociedad y de las libertades individuales. Por eso no sería erróneo decir que la fuerza creativa de Hirschman está tan enraizada en la denuncia del mal contemporáneo como en la imaginación de un futuro bello y libre. Quizá por eso, la poesía de Jack Hirschman se negó a quedarse encerrada en los libros—salió a las calles, cruzó mares y océanos, y llegó hasta mí, a la oscuridad silenciosa de mi celda.

Aunque fue un verdadero «intelectual del pueblo», la voz que me ofreció también reflejaba su profundo abrazo a los misterios del espíritu humano.

Queridos amigos:

Era al inicio de la pandemia. Gracias a una campaña liderada por PEN Noruega, había empezado una correspondencia con muchos poetas reconocidos internacionalmente. El proyecto irradiaba una energía vibrante. Esos poetas iluminaron mi celda, trayendo consigo el latido del mundo y el ritmo fluido de un tiempo sin fronteras. Jack Hirschman fue uno de los primeros en enviarme un poema—me ofreció su “Escalera”. Y comencé a subir, con un renovado anhelo, los peldaños que él gentilmente dejó caer hacia las sombras de mi encierro.

Había escuchado su nombre, por supuesto, pero debido a las duras y restrictivas condiciones de la prisión, nunca había tenido la oportunidad de leer su poesía. Qué extraña coincidencia que el primer poema que leí de un poeta tan ilustre fuera uno escrito para mí. Le respondí con un poema propio. Y Hirschman hizo algo que aún hoy me conmueve : leyó mi poema.

En esta ocasión, quiero compartir con ustedes un anhelo que aún conservo. Me habría gustado responderle con un poema escrito en mi lengua materna, el kurdo. Lamentablemente, en prisión, escribir en kurdo aún representa una amenaza seria. Y no solo en prisión—fuera de los muros también se nos niega a los kurdos el acceso a la educación o a realizar trámites oficiales en nuestro idioma.

Queridos amigos:

Finalmente, tras 30 años, 3 meses y 8 días, terminó mi encarcelamiento, y hoy puedo hablarles como un poeta libre. Durante mi reclusión fui reconocido con varios premios, pero esta es la primera vez que puedo asistir personalmente a una ceremonia. He salido de un mundo al que jamás logré acostumbrarme y he regresado con mis seres queridos, al mundo que siempre soñé. Sé que la vida aquí tampoco es fácil. Y las luchas que Hirschman enfrentó durante toda su existencia siguen vigentes.

Sin embargo, no he perdido la esperanza. Porque la verdad—y más aún, la búsqueda humana de justicia—son más obstinadas y más antiguas que la oscuridad elaborada por los poderosos. Y aún hoy, mi mente y mis sentimientos se estremecen—por la vastedad del mundo, por la diversidad de los rostros humanos, la multiplicidad de voces, el poder de los colores para abarcar los sentidos. Todo me sigue dando la sensación de primavera. Todo sigue sintiéndose ligero y nuevo.

A los 21 años, fui encarcelado como un joven kurdo común. Hoy, en mis cincuenta y tantos, he emergido como un poeta reconocido en todo el mundo. Ya no estoy tan desarmado frente al régimen de crueldad. Si mi voz pudo llegar hasta ustedes a pesar de los muros de la prisión, eso no puede explicarse solo por talento:Debe ser el poder de la poesía—esa afirmación constante del valor que nos otorga la imaginación, que desafía las barreras y jamás se agota.

La poesía me dio fuerza y determinación para comprenderme, resistir y ocupar mi lugar—del lado de la verdad, de los oprimidos, de quienes amplifican la bondad. La poesía es verdad. Y está con la verdad. El poder de la poesía es sagrado. Qué afortunado soy de que ese poder me haya acogido. Ahora, recibir este premio es un gran honor. Y aumenta el peso de mi responsabilidad.

Les agradezco a todos, con todo mi corazón.

İlhan Sami Çomak
8 de junio
Moda, Estambul