– Durante más de 200 días, desde el 7 de octubre, la brutal opresión de los palestinos en su tierra natal ha saltado a la luz de una población occidental que antes no era consciente de ello.

– Los desesperados intentos de los gobiernos occidentales de apoyar a los dirigentes genocidas de Israel revelan sus propias tendencias autoritarias y fascistas.

– El sufrimiento del pueblo palestino es el epítome de un sistema global que da prioridad al dinero como valor central de la sociedad.

– La necesidad urgente de un Movimiento para la transformación social y personal noviolento es evidente.

La gran mayoría de la población mundial -aquellos que antes no eran conscientes de la terrible situación del pueblo palestino desde que su tierra les fue esencialmente robada en un acuerdo negociado por hombres cristianos blancos, en tierras extranjeras, con el fin de promover su propio antisemitismo y calmar su culpabilidad colectiva por lo que permitieron que les sucediera a los judíos europeos durante la conducción asesina del fascismo en los años 30 y 40- observan hoy con horror abyecto cómo la campaña de Israel para exterminar a los palestinos de lo que les queda de sus tierras, avanza sin cesar.

A pesar de los llamamientos de la CIJ a Israel para que detenga sus acciones asesinas y malvadas, Israel continúa su camino, financiado y abastecido de armas por todos aquellos países occidentales que simultáneamente, sin ningún sentido de la ironía o la autorreflexión, piden la defensa de los derechos humanos y el derecho internacional humanitario.

El engaño es asombroso, como lo son los beneficios de los fabricantes de armas.

Cada vez más personas empiezan a experimentar la incómoda sensación de la disonancia cognitiva en sus cabezas; esa experiencia de ver todos los hechos expuestos delante de uno y darse cuenta de que lo que la otra persona te está diciendo que veas es, de hecho, una sarta de gilipolleces.

«Pero no puedo creer que el gobierno israelí mienta». «No puedo creer que mi propio gobierno mienta». «No puedo creer que los medios de comunicación distorsionen la verdad de esa manera.» «No puedo creer…»

Y por supuesto, cuando entiendes que tu gobierno y los medios de comunicación son capaces de mentir, se crea una sensación aún más incómoda en la boca del estómago cuando te das cuenta de que todo lo que has aprendido en la vida te lo han enseñado en su mayoría personas que han manipulado específicamente la información en tu cabeza, precisamente para que creas lo increíble.

George Orwell tenía razón en 1984 cuando escribió: «El partido te dijo que rechazaras la evidencia de tus ojos y oídos. Era su última y más esencial orden».

Hoy da la sensación de que nos encontramos en un punto de inflexión, tal vez algo similar a la agitación social de finales de los años sesenta, principios de los setenta, o la Primavera Árabe de 2011, que tuvo eco en todo el mundo. Hay un nuevo despertar social en marcha, y los que gobiernan el mundo están aterrorizados ante la posibilidad de perder el control.

Pero ahora, en este momento de la historia es importante retroceder un corto paso hacia atrás en la fuente inmediata de la disonancia cognitiva que está en marcha, centrada como está y debe estar en el exterminio sistemático de la población palestina de Gaza. Sin embargo, no se trata de ignorar su difícil situación, sino de localizar rápidamente el origen del problema. Porque sin localizar el origen del problema cualquier propuesta para cambiar esa situación fracasará.

Si llegamos a la conclusión o si nos hacen creer que las masacres en la Gaza palestina y en Cisjordania se resolverán, por ejemplo, con la eliminación de Hamás, la devolución de los rehenes, la destitución de Netanyahu, etc…, entonces fracasaremos una vez más en nuestro intento de lograr cualquier tipo de paz duradera.

Silo, el fundador del Movimiento Humanista que cumple 55 años justamente hoy, 4 de mayo de 2024, aconsejaba sabiamente: «resolverás tus problemas cuando los comprendas en su última raíz, no cuando quieras resolverlos».

Lo que hace falta ahora es que abramos de verdad los ojos y comprendamos que todo lo que ocurre hoy en el mundo, cada uno de los conflictos, desde las guerras a la destrucción ecológica, al cambio climático, a la pobreza, al feminicidio y todos los demás problemas, son el resultado de un sistema que pone el dinero como valor central y nos anima a aplaudir y anhelar experimentar el estilo de vida de los multimillonarios. Este es el problema en su última raíz.

Tenemos que despertar rápidamente al hecho de que esta imagen de «éxito» que nos alimentan constantemente en Occidente es una fuente de maldad absoluta que nos permite e incluso nos anima a deshumanizar a otros seres humanos, a ver a otras personas como si fueran menos que nosotros mismos, a «otros» hasta el punto de que perdemos toda empatía y solidaridad con ellos.

Este naciente movimiento de solidaridad con el pueblo palestino que se está despertando en todo el mundo, necesita tomarse un momento de reflexión para conectar los puntos entre este conflicto y todos los demás y comprender que cualquier sistema que no se base en el principio de otorgar un valor central a la vida humana, en una relación sostenible con el planeta, está condenado a acabar con una muerte violenta.

Ha llegado el momento de que surja un Movimiento global para la transformación social y personal noviolenta. Para que este movimiento tenga éxito debe estar de acuerdo en que: la vida humana debe ser tratada como sagrada, que ningún ser humano, ni grupo de seres humanos, tiene derecho a matar a ningún otro ser humano; que el dinero debe ser una herramienta para el desarrollo humano, y no una herramienta para la esclavitud y el empobrecimiento; que cada aspecto de nuestra sociedad debe ser visto a través de una lente de protección de un medio ambiente que debe apoyar a todas las formas de vida durante millones de años por venir, no sólo durante los próximos 4 años del ciclo electoral; que los Estados son líneas abstractas trazadas en mapas y no tienen ningún derecho inherente a existir; que los seres humanos tienen derecho a vivir en paz y con condiciones de vida dignas en cualquier lugar en el que elijan hacerlo; que tenemos los recursos como especie y como planeta para atender las necesidades de toda la población mundial; y que los conflictos deben resolverse sin el uso de la violencia en ninguna de sus formas. Además, este Movimiento entenderá que la violencia existe a nuestro alrededor y dentro de nosotros, y que es importante que todos estudiemos esta cuestión.

Aquel 4 de mayo de 1969, Silo habló en una pequeña reunión en Punta de Vacas, en la cordillera de Los Andes, cerca de la frontera entre Argentina y Chile, vigilado por policías y gendarmes armados, y terminó su sermón a la multitud con las palabras: «Lleva la paz en ti y llévala a los demás».

Si de estos días devastadores puede surgir un Movimiento que avance en esa dirección, podremos permitirnos albergar la esperanza de que un mundo mejor es de hecho posible en este planeta.

¿Empezamos uno?