¿A quién no le ha ocurrido alguna vez, en momentos de miedo, dificultad y desánimo, pedir ayuda en nuestro interior, según nuestras creencias, a un ser querido que es o ha sido un ejemplo para nosotros, un guía, una deidad, a quien dirigimos una oración, una invocación, una petición?

Estas peticiones han tenido a menudo el poder de reconfortarnos, de cambiar nuestro estado de ánimo y, por tanto, de influir positivamente en nuestro comportamiento.

Y si combinamos los deseos más profundos, las plegarias, las peticiones más sentidas de los individuos y de los pueblos, ¿cuál será el efecto de este clamor sobre cada uno de nosotros y sobre la humanidad en su conjunto?

En la situación que vivimos, en la que nos sentimos sumidos en una guerra que no hemos elegido, en la que sufrimos una amenaza que nos afecta personalmente, que afecta a nuestros seres queridos, que afecta a toda la humanidad y a todo el planeta, en la que sentimos la presión de una propaganda que pretende doblegar incluso nuestra libertad de pensamiento, la exigencia más apremiante es que se ponga fin a la violencia, cuya máxima expresión es la guerra, pero que también está presente en el interior de los individuos.

En la jornada del 2 de abril, que dedicamos a la paz y a la no violencia, algunos de nosotros podemos sentir la necesidad de acompañar la acción con una reflexión para encontrar la paz y la no violencia en nuestro interior.

Propongo entonces, recordando las palabras de Silo pronunciadas en 2005, esta breve meditación:

«En algún momento del día o de la noche, inhala una bocanada de aire e imagínate llevando este aire a tu corazón. Después, pide con fuerza por ti y por los seres que te son más queridos. Pide con fuerza alejarte de todo lo que te produce contradicción; pide que tu vida tenga unidad.

No dediques mucho tiempo a esta breve oración, a esta breve petición, pues basta con que interrumpas por un momento lo que ocurre en tu vida para que, en contacto con tu interior, tus sentimientos y tus ideas se aclaren.

Alejarse de la contradicción es lo mismo que superar el odio, el resentimiento, el deseo de venganza. Alejarse de la contradicción es cultivar el deseo de reconciliación con los demás y con uno mismo. Alejarse de la contradicción es perdonar y reparar doblemente todo mal infligido a los demás».

Pidamos que esta nueva experiencia se propague en el corazón de los seres humanos para generar el cambio profundo capaz de reorientar el rumbo de los acontecimientos en este difícil momento histórico.

Loredana Cici