¿Por qué la humanidad está tan entrampada por la industria de los combustibles fósiles y es incapaz de adoptar medidas climáticas significativas? ¿Cuáles son las estructuras que hacen que las grandes petroleras sean tan poco permeables a un cambio sistémico que genere una economía verdaderamente sostenible? ¿Cómo se utilizan los conflictos y las guerras en el juego global de los combustibles fósiles?

Al sector de los combustibles fósiles y a otras grandes industrias nunca les han gustado las normas de conservación. Son un estorbo y cuestan dinero. Lo mismo ocurre con los derechos laborales. Desde que la globalización neoliberal abrió la posibilidad de trasladar la producción a países más pobres con menos regulaciones (China y el sur global), los deseos de este sector se han visto cumplidos, al tiempo que ha aumentado la escala de destrucción de la naturaleza, las emisiones y las muertes en el lugar de trabajo.

El comercio globalizado frente a la acción climática

Una de las principales razones por las que las medidas climáticas de la humanidad han tardado tanto en ponerse en marcha es la dinámica de la globalización y los acuerdos de libre comercio. El movimiento por la protección del clima y la globalización se han desarrollado en la misma línea de tiempo, pero el «libre comercio» neoliberal siempre ha llevado la delantera.

En 1992, los gobiernos se reunieron en la primera Cumbre de la Tierra en Río y firmaron la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC). Ese mismo año se firmó el Tratado de Libre Comercio de América del Norte. En 1994 se creó la Organización Mundial del Comercio (OMC). En 1997, se adoptó el Protocolo de Kioto para proteger el clima. Pero mientras todos los acuerdos sobre el clima siguen siendo » metas » voluntarias sin valor por sí mismas, los » derechos» de este sector, sus inversiones y sus patentes son protegidos enérgicamente por la OMC.

Un ejemplo: en 2010, una empresa fotovoltaica italiana había desarrollado módulos solares con una eficiencia inigualable. Instaló su línea de producción en Ontario, cumpliendo el requisito de la provincia de que aproximadamente la mitad de su mano de obra, materiales y piezas procedieran de la región. Expertos de todo el mundo elogiaron este acuerdo como «la política de energías renovables más completa… de todo el planeta. » (Klein 2014, p.67) Después de todo, «Buy local» y «Hire local» es el camino hacia un futuro verdaderamente sostenible.

Durante dos años, Ontario fue de hecho el mayor productor de energía solar de Canadá. Pero en 2012, todo el acuerdo se vio alterado porque Japón y la UE consideraron que las regulaciones de Ontario sobre la producción regional violaban los acuerdos de la OMC. Y, efectivamente, la OMC falló en contra de Canadá declarando que las regulaciones sobre la compra de productos locales eran ilegales. El trato preferente a la industria local era una «discriminación» ilegal y una forma de proteccionismo contra los posibles proveedores extranjeros. (En un hecho en gran parte inadvertido por la opinión pública, en ese momento entramos en una era en que las grandes empresas pueden demandar legalmente a los gobiernos).

Y no se trata de un caso aislado, sino de un patrón globalista para frustrar las medidas climáticas: en 2010, Estados Unidos impugnó uno de los programas de subvenciones a la energía eólica de China. En 2013, Estados Unidos atacó el programa de subvenciones a la energía solar de la India. Tanto China como la India tomaron represalias contra proyectos de energías renovables en Estados Unidos. China también atacó proyectos energéticos en la UE, especialmente en Grecia e Italia. Naomi Klein lo expresa de forma sucinta: «Los mayores emisores del mundo corren hacia la OMC para destruir los parques eólicos de los demás». (p.65)

La alianza contra el clima de los petroestados

Para hacer dudar a los políticos, los inversionistas y la opinión pública de la necesidad de abandonar los combustibles fósiles, las grandes petroleras luchan en dos frentes: el nacional y el internacional. En la escena internacional, destaca una alianza de apenas cuatro petroestados: Rusia, Arabia Saudí, Estados Unidos y Kuwait. Los dos primeros provocaron el estrepitoso fracaso de la Conferencia sobre el Cambio Climático de Copenhague (COP15) en 2009 mediante un escándalo inventado llamado «Climategate» que difundió falsas acusaciones y calumnias contra los climatólogos. Esta noticia fue amplificada por ejércitos de trollbots desde servidores rusos para inundar las redes sociales occidentales, y en el mundo analógico por el imperio mediático de Murdoch (el príncipe saudí Alwaleed Bin Talal es un aliado de Rupert Murdoch y fue en su momento el segundo mayor accionista de su News Corp).*(1)

Desde entonces, Estados Unidos (bajo el mandato de Trump) y Kuwait se unieron a la coalición negacionista y los cuatro países trabajaron juntos para diluir los compromisos climáticos en la conferencia sobre el medio ambiente de 2018, celebrada en Katowice (COP24).*(2) Desde el punto de vista de las grandes petroleras, esto era más necesario que nunca, ya que en 2012 el gigante energético estatal ruso Rosneft y la mayor empresa de combustibles fósiles del mundo, ExxonMobil, habían firmado un acuerdo para explotar las mayores reservas de petróleo intactas del mundo: las del Ártico, Siberia y el Mar Negro por un valor estimado de 500.000 millones de dólares.» (Mann, p.39)

Esa fue una buena razón para que el barón del petróleo Putin interfiriera en las elecciones estadounidenses de 2016, ya que Hilary Clinton habría mantenido las sanciones de Barack Obama a Rusia (impuestas en 2014 tras la anexión de la península de Crimea por parte de Putin). Donald Trump, en cambio, tras tomar posesión del cargo nombró nada menos que -¡sorpresa, sorpresa! – al jefe de ExxonMobil, Rex Tillerson, como Secretario de Estado, el mismo que como antiguo director de la empresa de combustibles fósiles ruso-estadounidense Exxon Neftegas estuvo en el centro de los principales acuerdos petroleros entre ambos países durante mucho tiempo. Y, por supuesto, el presidente Trump intentó levantar las sanciones a Rusia que se interponían en el acuerdo Rosneft-Exxon, pero fue en vano.

¡Olvídense de la habitual oposición de los bloques políticos! Sólo hay una moneda moral en esta arena: los petrodólares. La plutocracia petrolera estadounidense y la oligarquía petrolera rusa encabezada por Putin persiguen los mismos objetivos. También los jeques petroleros árabes. Y sí, aparte de negar los trastornos climáticos, la mayoría de estos actores comparten actitudes básicas como el elitismo, el racismo, la homofobia, la transfobia y la misoginia. Sin duda, se llevan muy bien a puertas cerradas.

¿Se sostiene este análisis ante la invasión de Ucrania?

Las grandes petroleras y la guerra de Ucrania

Pocos días después del inicio del asedio, el representante de Ucrania en una reunión virtual de delegados de la ONU sobre el clima declaró: «El cambio climático inducido por el hombre y la guerra contra Ucrania tienen las mismas raíces: los combustibles fósiles y nuestra dependencia de ellos».*(3)

Ya el 23 de febrero, un día antes de la invasión rusa, el Instituto Americano del Petróleo pidió medidas que, de todas formas, llevaban tiempo encabezando su lista de deseos políticos: levantar las restricciones a la extracción de combustibles fósiles en terrenos federales, reabrir las perforaciones en alta mar y una desregulación general. El argumento es que el sector de los combustibles fósiles es una cuestión de seguridad nacional y que debilitarlo haría que Estados Unidos y sus aliados fueran «vulnerables a las viles maniobras de Vladimir Putin».

A pocas horas del inicio de la invasión, las grandes petroleras ya estaban difundiendo en comunicados de prensa y en las redes sociales que la clave para acabar con la crisis era entregar inmediatamente los terrenos y las aguas públicas estadounidenses a las multinacionales petroleras y flexibilizar rápidamente las regulaciones.*(4) La plutocracia petrolera estadounidense siempre se había opuesto al comercio energético entre Rusia y la UE, de ahí, por ejemplo, las sanciones del presidente Trump contra el oleoducto Nordstream 2 en 2019.*(5)

Una semana más tarde, el Heritage Fund, que forma parte de la red de influencia de la extrema derecha (véase la parte 7), respaldó el llamamiento a la administración de Biden para que libere inmediatamente las terrenos y aguas federales para nuevas exploraciones de petróleo y gas en lugar de «seguir manteniendo a Estados Unidos como rehén de la infatuación del presidente Biden con la energía verde y sus medidas para regular la energía convencional hasta su desaparición.»

Al vincular con esta política la creciente dificultad de muchos estadounidenses para calentar sus hogares, el Heritage Fund utiliza la vieja táctica de oponer la protección del clima a la justicia social.*(6) Esta táctica se está imponiendo ahora fuera de Estados Unidos: en lugar de votar a favor de la protección del clima contra la energía fósil, los votantes están ahora rogando por el gas fósil para calentar sus hogares. Es una amarga venganza por no haber pasado a las energías renovables de forma efectiva con anterioridad.

Más tarde, en marzo, el Competitive Enterprise Institute, otro importante centro de estudios libertario de derechas, se unió al coro pro-combustibles fósiles, exigiendo que desaparezcan «la burocracia medioambiental y los litigios que se utilizan hoy en día para bloquear nuevos proyectos de petróleo y gas natural».*(7)

En Europa, especialmente en el Reino Unido, los precios de la energía para el consumidor se habían disparado mucho antes de la guerra, y ahora han llevado los beneficios de las empresas a máximos históricos.*(8) Más buenas noticias de la guerra para las grandes petroleras: los precios de los créditos de carbono se desplomaron inmediatamente después de la invasión rusa, reduciendo el coste de la emisión de gases de efecto invernadero para las empresas más contaminantes.*(9) La respuesta británica a la invasión de Ucrania fue una nueva «estrategia de seguridad energética», para la que se está estudiando la posibilidad de levantar la anterior prohibición de perforar en busca de gas de esquisto (fracking)*(10) y de volver a sacar del armario una vieja «no-solución»: la energía nuclear (ver Parte 3).

Enfrentados a una crisis energética, los países occidentales entran en pánico y se apresuran a incrustar aún más la vía de los combustibles fósiles en sus economías. Ningún país está siquiera cerca de alcanzar los objetivos de «recuperación verde» prometidos tras la crisis. La ONU advirtió en la primavera de 2022 que este nuevo rumbo de los combustibles fósiles no alcanzará el objetivo de 2 grados de calentamiento global.*(11) Una vez más, el futuro (a corto plazo) de las grandes petroleras parece bastante halagüeño, incluso si la invasión de Putin ha puesto fin al mega-acuerdo entre Exxon y Rosneft. Todas las empresas energéticas occidentales se han retirado de Rusia. Esto no pesa demasiado para las corporaciones de combustibles fósiles, ya que la competencia oriental ha sido eliminada y la crisis energética mundial les está reportando beneficios como nunca antes.

Conclusión: En el transcurso de tres décadas, la globalización y el libre comercio desregulado han sumido a la humanidad en niveles cada vez más elevados de injusticia social, hambre, contaminación de la naturaleza y colapso climático. La crisis del COVID-19 y la guerra de Ucrania son una prueba clara de que es urgente proceder al desmantelamiento de la globalización colonialista y lograr un cambio sistémico (descentralización, decrecimiento, localización).

En lugar de ver la guerra de Ucrania como una innegable llamada de atención para que la sociedad haga la transición a energías más verdes y a la aislación de los hogares, la plutocracia petrolera occidental la está utilizando como la última palanca de su «doctrina del shock» para avanzar en sus argumentos pro-fósiles y prolongar su existencia.*(12)

¿Qué bando ganará? Tenemos que tener claro con quién o qué estamos tratando. Más sobre esto en la Parte 6.

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La lucha por recuperar nuestro planeta

 

Fuentes

Fuentes principales (en inglés):

Michael E. Mann 2021. The New Climate War: the fight to take back our planet. Scribe, London.

Naomi Klein 2014. This Changes Everything: Capitalism vs. The Climate. Penguin Random House UK.

1 https://observer.com/2017/11/longtime-murdoch-ally-saudi-prince-dumps-1-5b-worth-of-fox-shares/

2 https://www.theguardian.com/environment/2018/dec/09/us-russia-ally-saudi-arabia-water-down-climate-pledges-un

3 https://www.motherjones.com/politics/2022/03/ukraine-russia-oil-fracking-natural-gas-shock-doctrine-green-energy/?utm_source=Connatix&utm_medium=video&utm_campaign=Playspace-2022-03-04

4 https://www.theguardian.com/commentisfree/2022/mar/04/oil-gas-lobbyists-us-ukraine-drilling

5 https://www.bbc.co.uk/news/world-europe-50875935

6 https://www.heritage.org/press/heritage-president-unleash-us-energy-production-provide-americans-relief-hold-russia

7 https://cei.org/opeds_articles/will-ukraine-invasion-spark-another-trans-alaska-pipeline-moment/

8 https://www.theguardian.com/business/2022/feb/03/surging-energy-prices-fuel-shells-highest-quarterly-profits-in-eight-years#:~:text=Shell%27s%20profits%20for%202021%20overall,global%20squeeze%20on%20gas%20supplies.

9 https://www.theguardian.com/environment/2022/mar/02/eu-carbon-permit-prices-crash-after-russian-invasion-of-ukraine

10 https://www.independent.co.uk/news/uk/politics/energy-crisis-uk-ukraine-russia-invasion-b2031988.html

11 https://www.theguardian.com/environment/2022/mar/21/ukraine-war-threatens-global-heating-goals-warns-un-chief

12 https://tsd.naomiklein.org/shock-doctrine.html

 

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Fred Hageneder es autor del libro “Healthy Planet – Global Meltdown or Global Healing” (Planeta sano: colapso global o sanación global)

 

Traducido del inglés por David Meléndez Tormen