En momentos en el que el riesgo de guerra nuclear parece aumentar con la invasión rusa de Ucrania, merece la pena destacar dos importantes acontecimientos recientes relacionados con las armas nucleares. En junio de 2022 se celebraron sendas conferencias internacionales en Viena y en agosto de 2022 en Nueva York, que terminaron con resultados completamente opuestos. La Reunión de los Estados Partes del Tratado sobre la Prohibición de las Armas Nucleares (TPAN), en ausencia de las potencias nucleares y de la mayoría de sus aliados, adoptó un plan de acción sustancial. La Conferencia de Revisión del Tratado de No Proliferación Nuclear (TNP) estuvo a punto de adoptar un documento final relativamente débil, rechazado finalmente por Rusia por la situación en torno a la central nuclear de Zaporizhzhya, en Ucrania. Una nueva prueba de que, efectivamente, son las potencias nucleares las que impiden cualquier avance hacia el desarme nuclear al que, sin embargo, se comprometieron hace más de medio siglo.

por Marc Finaud*

 La Reunión de Viena: un modelo de democracia internacional

El Tratado sobre la Prohibición de las Armas Nucleares (TPNW), adoptado por 122 Estados en las Naciones Unidas el 7 de julio de 2017, entró en vigor el 21 de enero de 2021 y, hasta la fecha, ha sido firmado por 91 países, 68 de los cuales lo han ratificado. La primera Reunión de sus Estados Partes prevista en el tratado se celebró del 21 al 23 de junio de 2022 en Viena. Aunque todo el proceso que condujo al tratado había sido boicoteado por las potencias nucleares y sus aliados, es interesante señalar que varios países de la OTAN, aunque se negaron a firmarlo, participaron como observadores: Bélgica, Alemania, Noruega y los Países Bajos (los cuatro albergan bombas nucleares estadounidenses en su suelo), así como Australia (bajo el paraguas nuclear estadounidense) y Finlandia y Suecia, candidatos a ingresar en la OTAN. Por estas y otras razones no es descabellado decir que el frente de la OTAN está «agrietado».

En un clima de diálogo ampliamente abierto a las contribuciones de la sociedad civil, incluida ICAN, ganadora del Premio Nobel de la Paz 2017, los participantes adoptaron un informe que contiene una Declaración solemne y un Plan de Acción sustancial. Cabe destacar los siguientes puntos:

  1. Teniendo en cuenta el caso de la agresión rusa en Ucrania, pero no exclusivamente, los participantes se declararon «alarmados y consternados por las amenazas de utilizar armas nucleares y la retórica nuclear cada vez más estridente» y condenaron inequívocamente «todas y cada una de las amenazas nucleares, ya sean explícitas o implícitas e independientemente de las circunstancias«.
  2. En efecto, «lejos de preservar la paz y la seguridad, las armas nucleares se utilizan como instrumentos políticos, relacionados con la coerción, la intimidación y el aumento de las tensiones. Esto pone de manifiesto, ahora más que nunca, la falacia de las doctrinas de disuasión nuclear, que se basan y se apoyan en la amenaza del uso real de las armas nucleares y, por tanto, en los riesgos de destrucción de innumerables vidas, de sociedades, de naciones, y de infligir consecuencias catastróficas a nivel mundial«.
  3. Por ello, los participantes «lamentaron» y expresaron su «profunda preocupación por el hecho de que (…) a pesar de los terribles riesgos, y a pesar de sus obligaciones legales y compromisos políticos de desarme, ninguno de los estados con armas nucleares ni sus aliados bajo el paraguas nuclear están tomando medidas serias para reducir su dependencia de las armas nucleares» y que «todos los estados con armas nucleares están gastando enormes sumas para mantener, modernizar, actualizar o ampliar sus arsenales nucleares y están poniendo un mayor énfasis y aumentando el papel de las armas nucleares en sus doctrinas de seguridad«.

En su Plan de Acción, los participantes acordaron aplicar 50 medidas, en particular:

  1. Actuar a favor de la universalidad del TPAN, haciendo hincapié especialmente en las consecuencias humanitarias de las armas nucleares,
  2. Trabajar por el establecimiento de la autoridad prevista en el tratado para verificar su cumplimiento, y seguir avanzando en la verificación del desarme nuclear,
  3. Consultar a la sociedad civil y a los países que han realizado ensayos nucleares o han utilizado armas nucleares con el fin de prestar asistencia a las víctimas y regenerar el medio ambiente, tal y como establece el tratado,
  4. Apoyar el trabajo del Grupo Consultivo Científico previsto en el tratado y promover los conocimientos científicos sobre el desarme nuclear,
  5. Promover la sinergia entre el TPAN y los demás tratados relativos a las armas nucleares (TNP, Tratado de Prohibición Completa de los Ensayos Nucleares),
  6. Promover la igualdad de género en la aplicación del tratado.

En definitiva, un resultado nada desdeñable, debido en gran medida a la movilización tanto de la mayoría de los Estados del mundo como de la sociedad civil para demostrar a los partidarios de la disuasión nuclear los riesgos que esta supone para toda la humanidad. Ciertamente, se objetará, los Estados poseedores de armas nucleares estaban ausentes y no podían impedir la adopción de este ambicioso programa. Pero, precisamente, si hubieran querido influir sinceramente en este proceso, podrían haber participado en él. ¿Qué ocurre cuando están presentes, como en el seno del TNP?

La Conferencia de Revisión del TNP: el territorio del veto de las potencias nucleares

El Tratado de No Proliferación de Armas Nucleares (TNP), que entró en vigor en 1970, prevé la celebración de una conferencia de revisión cada cinco años para examinar su implementación. En los últimos años, las conferencias de revisión de 2000 y 2021 han producido importantes documentos finales que contienen un recordatorio de las obligaciones del tratado en sus tres «pilares» (no proliferación, desarme nuclear y usos pacíficos de la energía nuclear), así como nuevos avances. Sin embargo, la mayoría de estos compromisos, como el artículo VI del TNP sobre desarme, han quedado en papel mojado. En 2015, Estados Unidos vetó el proyecto de documento final porque se oponía a una conferencia sobre la Zona Libre de Armas de Destrucción Masiva en Oriente Medio, que fue rechazada por Israel, que no es parte del TNP. En la Conferencia de 2022, aplazada dos veces desde 2020 a causa de la pandemia, un Estado poseedor de armas nucleares, Rusia, volvió a impedir el consenso sobre el proyecto de documento final a causa de un párrafo que reconocía la soberanía de Ucrania sobre su central nuclear de Zaporizhzhya, ocupada por el ejército ruso.

¿Debemos concluir que, si Rusia se hubiera unido al consenso, la Conferencia habría hecho avanzar la causa del desarme, la no proliferación y la reducción del riesgo nuclear? Las opiniones están divididas y todo depende del rasero con el que se hubieran medido estos avances. Un hecho es innegable: las diferentes versiones del documento final, inicialmente propuestas por los presidentes de las comisiones principales de la Conferencia, fueron, durante las negociaciones, vaciadas de varios avances, eliminados por iniciativa de las potencias nucleares. Es el caso de:

  • La recomendación a estos Estados de adoptar la doctrina nuclear de «no utilización en primer término» para reducir el riesgo de cualquier uso de armas nucleares. Esta propuesta, resultante de un documento de trabajo presentado por numerosas ONG y apoyado por el Secretario General de las Naciones Unidas, chocó especialmente con la presión de las delegaciones británica y francesa,
  • La idea, contenida en una carta abierta firmada por miles de personalidades, de fijar el objetivo de completar el desarme nuclear a más tardar en 2045, para el centenario de la creación de la ONU. De nuevo, las potencias nucleares se opusieron a cualquier mención de una fecha,
  • La referencia a la Declaración y el Plan de Acción de la Reunión de los Estados Partes del TPAN. Los Estados poseedores de armas nucleares y algunos miembros de la OTAN descartaron hacerla y sólo concedieron «reconocer» la existencia de este tratado.

Sin embargo, si comparamos el «cuasi-documento» final de 2022 con el que estuvo a punto de aprobarse en 2015, debemos constatar algunos avances, debidos principalmente a la perseverancia de los representantes de la sociedad civil en la Conferencia de Revisión, finalmente descartados durante las negociaciones finales. Así, el proyecto más reciente incluye las siguientes disposiciones que estaban ausentes en 2015:

  • La «profunda preocupación» por el hecho de que el riesgo de uso de armas nucleares es mayor que durante la Guerra Fría,
  • La «urgencia» de reducir los arsenales nucleares y el papel de las armas nucleares en las doctrinas militares,
  • La «necesidad» de que los Estados poseedores de armas nucleares den seguimiento con acciones concretas a su declaración del 3 de enero de 2022 de que «no se puede ganar una guerra nuclear y, por lo tanto, no se debe librar«,
  • La satisfacción por la «mayor atención» prestada a la asistencia a las víctimas y a la reparación del medio ambiente debido a los daños causados por las armas nucleares y las pruebas nucleares,
  • «Preocupación» por la amenaza o el uso de la fuerza en violación de la Carta de las Naciones Unidas contra la integridad territorial de cualquier Estado,
  • «Reconocimiento» de las medidas de reducción del riesgo nuclear adoptadas por algunos Estados,
  • La «preocupación» de los Estados no poseedores de armas nucleares por la modernización de los arsenales nucleares,
  • El llamamiento a los estados con armas nucleares para que muestren más transparencia sobre sus arsenales y sus doctrinas.

En definitiva, aunque se hubieran adoptado estas disposiciones, lo más importante habría sido que se aplicaran, en contra de los compromisos anteriores. El próximo ciclo de revisión del TNP comenzará en 2023 y culminará con una nueva Conferencia de Revisión en 2026. Sin embargo, el trabajo realizado este año será útil, ya que proporcionará una base sólida para las futuras negociaciones y la acción de la sociedad civil, estimulada por los progresos realizados gracias al TPAN. Ya está claro que las potencias nucleares y sus aliados que se aferran a la disuasión nuclear no pueden ignorar indefinidamente la determinación de los Estados y las ONG para los que esta política, lejos de garantizar la seguridad de sus partidarios, constituye una amenaza existencial para todo el mundo.


 

* Miembro asociado del Centro de Ginebra para la Política de Seguridad (GCSP), Vicepresidente de Initiatives pour le Désarmement Nucléaire (IDN)

 

Traducido del inglés por David Meléndez Tormen