El gobierno israelí de Benyamin Netanyahu planea anexar el Valle del Jordán. ¿Por qué se está tomando esta decisión ahora? ¿Qué interés representa para Israel? ¿Qué amenazas supone esto para los palestinos? ¿Qué consecuencias tendría esto para la paz en la región?

Pressenza examina las cuestiones anteriores con Raphaël Porteilla, político y profesor de la Universidad de Borgoña; Hisham Abu Shahla, estudiante de doctorado en Ciencias Políticas en la Universidad de Borgoña y Abaher Al Skaha, profesor de Sociología en la Universidad de Birzeit.

¿Es posible esta anexión?

La anexión de un territorio ocupado constituye una grave violación de la Carta de las Naciones Unidas y de los Convenios de Ginebra de 1949. Tal anexión es contraria a la regla fundamental reiteradamente afirmada por el Consejo de Seguridad y la Asamblea General de las Naciones Unidas, que la adquisición de territorio por medio de la guerra o la fuerza es inadmisible por la ley.

Tal decisión unilateral es ilegal bajo el derecho internacional por parte de un Estado que se enorgullece ritualmente de ser «la única democracia de la región». La anexión de Cisjordania formalizaría una realidad presente desde hace varios años: dos pueblos que viven en un mismo espacio, gobernados por el mismo Estado, pero con derechos extremadamente desiguales. Es la expresión del apartheid en una versión israelí. Desde los Acuerdos de Oslo, los palestinos han estado viviendo en un territorio dividido similar al de los bantustanes en Sudáfrica durante el período de apartheid. Israel controla toda la Palestina histórica desde el año de 1967, y el Plan Trump, así como su desarrollo por B. Netanyahu hace oficial la situación. Los Acuerdos de Oslo dieron a Israel el control total del 62% de Cisjordania. Este acuerdo «interino» dentro del «proceso de paz» permitió que Israel siguiera colonizando Palestina y encubriera su política de apartheid concediendo una autonomía (limitada) a la Autoridad Palestina. Si esta anexión se llevara a cabo, no habría cambios radicales en el terreno, ya que Israel domina el 30% de Cisjordania, que quedaría bajo su soberanía de facto. Existe el riesgo de que la perspectiva de anexión pueda alentar a los colonos israelíes a actuar de forma más agresiva contra los palestinos —lo cual ya está ocurriendo sobre el terreno. Ya han comenzado los desalojos y las demoliciones de viviendas, y se han establecido barricadas para restringir el acceso de los palestinos a sus tierras. Toda la economía palestina se verá afectada.

Cabe señalar que este plan de anexión ha provocado una avalancha de desaprobación más o menos fuertes, tanto en Israel como en todo el mundo. En este país hubo varias manifestaciones contra la anexión en junio de presente año. Voces famosas como Avraham Burg y otras se han pronunciado en contra de esta política porque creen que Israel no puede ser una excepción en el mundo y para enviar una señal de que no todos los judíos comparten esta visión. También hubo varios mítines y manifestaciones pacíficas del lado palestino en Cisjordania y la Franja de Gaza, a pesar de que las autoridades palestinas expresaron hostilidad al proyecto. Además, varios países han expresado claramente su rechazo a cualquier anexión —Rusia y China encabezando la lista, pero también algunos estados de la UE de una manera más bien tentativa, como Francia, Gran Bretaña y Alemania. Sin embargo, otros estados como Hungría o Austria continúan apoyando a Israel. La ONU también se ha pronunciado (con demasiada cautela) sobre la naturaleza ilegal e inmoral de esta inminente anexión, aunque Michelle Bachelet, la Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, denunció «la ilegalidad de cualquier anexión, ya se del 30% o 5% de Cisjordania». Por último, la opinión pública de varios estados ha convocado a manifestaciones para detener esta deriva política y pidiendo a sus respetivos gobiernos que utilicen el derecho internacional para poner fin a la impunidad de Israel, que no se atiene a este derecho y enfatizando las múltiples consecuencias que podría tener esta anexión.

¿Cuáles serían las consecuencias locales, regionales e internacionales?

De llevarse a cabo este proyecto, los asentamientos anexos pasarían se convierte en parte del estado de Israel, que ampliaría su área en consecuencia. La tierra así apropiada pasa a formar parte del territorio israelí, lo que en realidad ya sucede con las carreteras de circunvalación que conectan estos asentamientos entre sí con Israel. Esto aumentaría la base espacial y territorial de Israel a expensas de Palestina, que se reduciría entonces a casi el 15% de su mandato y que acabaría destruyendo una posible solución de dos Estados (si no es ya el caso). La anexión negaría a los palestinos el acceso a las aguas del Jordán, una llanura fértil y rica, y aislaría aún más a Cisjordania. Los palestinos que viven en el valle tendrían la opción de ir voluntariamente o bajo coacción porque estarían expuestos al desplazamiento como extranjeros (la limpieza étnica que muchos historiadores denunciaron en 1948 encontraría aquí su extensión).

A nivel regional, el silencio inquietante, pero poco sorprendente, de algunos países árabes sugiere que el destino de los palestinos ya no es motivo de preocupación. Jordania condenó enérgicamente esta decisión ya que, debido a razones geográficas, políticas (el acuerdo de paz de 1994 con Israel, en el que la cuestión de las fronteras depende en parte de la Autoridad Palestina, que fue designada por Jordania como interlocutor) y demográficas (muchos palestinos probablemente cruzarían voluntaria o involuntariamente el Jordán para ir a Jordania) es el país más afectado. Los Emiratos Árabes Unidos también tiene una posición sólida. En una entrevista con un periódico israelí, su embajador en Washington advirtió que la anexión podría perjudicar el acercamiento entre los países árabes e Israel.

Esta es una cuestión crucial para la UE, pues los 27 países no están de acuerdo con Israel. Sin embargo, en lo que respecta la anexión ilegal existe un precedente, en el que la UE ha mostrado una unidad notable durante los último seis años: Crimea; Rusia ha introducido sanciones que se renuevan por unanimidad cada seis meses. Los diputados alemanes pensaron que las sanciones contra Israel eran contraproducentes; mientras tanto, hay un debate sobre cómo sería la reacción europea. Sin embargo, esta respuesta debe ser contundente, clara y concreta, de lo contrario el peso de la diplomacia europea perderá toda credibilidad.

Aunque la oposición general fue bastante dispersa y tímida, B. Netanyahu acordó posponer temporalmente su proyecto, que cuenta con el apoyo de Estados Unidos, la única pregunta es ¿por cuánto tiempo? ¿Es el calendario electoral estadounidense el que marcará el ritmo de la anexión?

¿Cuál es el estado actual de la opinión pública palestina e israelí sobre este tema?

Los palestinos están unidos para rechazar esta anexión, incluso si se muestran escépticos sobre las intenciones de sus líderes. El pueblo palestino se encuentra en una encrucijada después de años de resistir por diversos medios, alternando entre lucha pacífica y lucha armada, negociaciones directas y discusiones internacionales. El apego a los derechos fundamentales todavía está presente, pero todavía es difícil saber a dónde puede conducir esto. Históricamente, el pueblo palestino siempre ha sabido tomar la iniciativa en los momentos más difíciles, los palestinos no han perdido esta confianza y aunque sin duda algunos están exhaustos ​​o incluso resignados, otros (los más jóvenes) todavía están colectivamente en sintonía con el Sr. Darwish, cuando escribió «el pueblo palestino sufre de un mal incurable, la esperanza».

Para la mayoría de los israelíes, este tema parece poco interesante, ya que apenas interfiere con su vida diaria. Otros, sin embargo, creen que B. Netanyahu está tratando de utilizar la cuestión de la anexión como una forma de distanciarse del debate sobre los casos de corrupción de los que se le acusa. Otros apoyan el plan de anexión, aunque algunos líderes colonos se oponen a una anexión del 30% porque consideran que toda la Cisjordania ocupada es parte de Israel y les preocupa la posibilidad de crear un estado palestino en el resto del territorio. Los firmes opositores de Israel a esta política de anexión apenas pueden ser escuchados en público, aparte de ciertos periodistas, personalidades con autoridad moral como A. Burg, el ex presidente de la Agencia Judía Mundial o los movimientos sociales pacifistas.

¿Existe la posibilidad de convergencia de opiniones y acciones entre los activistas palestinos e israelíes que se oponen a la anexión?

La respuesta depende de quién la conteste. Para algunos de nuestros contactos, la respuesta es claramente no, los dos sectores activistas tienen poco o ningún punto de contacto. Para otros, las manifestaciones que han tenido lugar en Israel han reunido a israelíes judíos y árabes y han provocado debates sobre las implicaciones de la anexión. Movimientos como «Peace Now» (Paz ahora) se consideran de extrema izquierda y no son ni muy populares ni numerosos. Por otra parte, el movimiento «Women Wage Peace» (Mujeres por la paz), que reunió a mujeres judías y árabes de ambos lados, es algo más popular porque no es ni de izquierda ni de derecha y se percibe como particularmente inclusivo.

Del informe con un estudiante palestino (entrevista personal el 3 de julio de 2020): «Cuando hablamos de la posibilidad de una acción conjunta de ambos pueblos, podemos decir que esto es posible porque casi todos los palestinos no quieren la anexión y hay muchos israelíes que por diversas y variadas razones tampoco quieren esto. El problema es que es difícil convencerlos de que dejen de lado sus diferencias por un rato y actúen juntos contra la anexión».


Traducción del inglés por Nicole Mosquera