Los gobiernos también han entendido que debemos evitar que la temperatura de la Tierra siga aumentando. Desde 1880 solo ha aumentado en un grado centígrado y los efectos ya son visibles. El cambio climático no afecta solo al futuro de nuestros hijos y nietos, es una realidad hoy en día. Hay tormentas cada vez más violentas, incendios cada vez más frecuentes, escasez de agua debido a la reducción de los glaciares, aumento de los mares debido al deshielo de los casquetes polares. Nadie está más seguro del destino de su territorio. La alteración de las lluvias puede transformar paisajes agradables en desiertos, ciudades costeras en una red de canales para el avance del mar, grandes territorios en extensiones de agua por el desbordamiento de los ríos. Con inimaginables repercusiones sociales. Entre 2008 y 2018, 265 millones de personas fueron desplazadas en todo el mundo por desastres naturales, muchos de ellos debido a la inestabilidad climática.

Sabemos quién causó el daño. La culpa la tiene el sistema económico todavía dominante que, habiendo hecho de la expansión de la riqueza su ídolo, ha saqueado la tierra y ha producido cantidades interminables de residuos. Y no por la dignidad de todos, sino por el privilegio de unos pocos y, sin embargo, lo suficiente para haber puesto el planeta patas arriba. Por definición, la producción requiere energía; su escasez es el motivo por la que en el pasado la producción era casi constante. Un límite que el capitalismo ha superado con el acceso a los combustibles fósiles (carbón, petróleo, gas) y la invención de máquinas capaces de transformar su enorme potencial energético en movimiento, calor y electricidad. Es una pena que a través de esta operación se hayan liberado miles de millones de toneladas de dióxido de carbono, mucho más que la capacidad de absorción de los océanos y el sistema vegetal. De ahí la acumulación de dióxido de carbono en la atmósfera con la consiguiente captura de los rayos solares, el aumento de la temperatura de la tierra y un cambio climático que trae consigo calamidades, la alteración de las precipitaciones y, por lo tanto, una reducción en la producción de alimentos y la migración.

Los científicos nos dicen que para contener la situación, las emisiones de dióxido de carbono deben reducirse a la mitad de aquí a 2030 y eliminarse por completo para el 2050.

Una operación titánica que el sistema cree poder enfrentar solo con cambios tecnológicos. En cambio, no ha entendido que el verdadero desafío es la reducción, que a su vez pone en duda otro modo de organizar la economía. Si queremos salvar a nuestra humanidad, tendremos que reorganizarnos para que todos puedan vivir con dignidad utilizando pocos recursos, produciendo pocos residuos y garantizando a todos la inclusión del trabajo. Ciertamente, el mito del crecimiento infinito está decayendo, pero todavía no ha habido un debate adecuado para discutir cómo reorganizar la economía en una lógica de estacionalidad orientada a vivir bien. Lo que necesitamos urgentemente es un nuevo pensamiento económico que ya no se construya en torno a los intereses de los comerciantes, sino de una buena vida para todos. Pero mientras esperamos a que este debate se haga realidad, cada uno de nosotros debe hacer todo lo que esté en su alcance para detener el incendio. Muchas personas quieren hacerlo, pero no actúan porque no saben cómo hacerlo. Por este motivo, como Centro de Nuevos Modelos de Desarrollo, hemos elaborado una serie de infografías destinadas a explicar de forma comprensible a todas las causas del cambio climático y los posibles remedios, empezando por nosotros. El único modo de esparcirlos es por tam tam. También te invitamos a formar parte de él informando a tus amigos que pueden encontrar el dossier en el siguiente enlace: Dossier sobre el clima, Cómo actuar.


Traducción: Ana Gabriela Velásquez Proaño