¿En qué medida la aparición de Greta Thunberg en los medios de comunicación afectó las elecciones de los políticos italianos, europeos y mundiales? Encefalograma plano; regalos precipitados y formales; programas y comentarios de quienes creen que el único problema real sigue siendo el «crecimiento». De ellos, hasta Fridays for Future no se haya multiplicado por cienes, nada puede esperarse. Las chicas y chicos tendrán que cuidar de sí mismos; junto con los científicos que han desatado sus miedos – mejor dicho, «pánico» – y a los (pocos) padres y abuelos que están dispuestos a escucharlos. Para que Fridays for Future crezca, el futuro tendrá que organizarse – y lo está haciendo – pero también tendrá que discutir y decidir qué camino tomar. Se enfrenta a dos alternativas, ambas ajenas, por ahora, a la dialéctica que tiene lugar entre las fuerzas políticas oficiales.

La primera es la vía vengativa: establecer una plataforma que refleje la extensión y, sobre todo, el muy breve marco de tiempo de las medidas necesarias para evitar la catástrofe, apoyándolas con movilizaciones cada vez más extensas, articuladas y radicales, y negociando con las autoridades para adoptarlas. Pero ¿cuál autoridad? Ninguna parece ya tener el poder de hacer cambios radicales: las autoridades escolares están aplastadas por las regulaciones; los municipios carecen de fondos (lo que no les impide embarcarse en emprendimientos desafortunadas como las Olimpiadas); el gobierno es prisionero de deudas y de «autoridades» supranacionales que continúan amenazando el fin de Grecia; el Parlamento Europeo no cuenta para nada; la Comisión y el BCE están en manos de las finanzas mundiales y para las finanzas mundiales, ¿quién es? Si los trabajadores ya no se enfrentan solo a un jefe con quien abrir y cerrar una disputa, sino a un sistema completo, cada vez más anónimo, que puede cerrar, reubicar, despedir cuando quiera, ni siquiera la demanda de un cambio radical que movilice a tantos jóvenes tiene una contraparte real para negociar.

La segunda vía es constructiva: se comienza con las cosas que podemos hacer hasta donde nuestra iniciativa puede llegar: en la escuela, en el condominio, en el vecindario, en la ciudad. Es necesario comprender qué se necesita para promover ese punto de inflexión: en términos de conversión de energía, cambio de alimentación – y las relaciones con quienes producen alimentos, como hacen los grupos de compra de solidaridad, verdadero modelo de quienes ponen el hacer antes del reclamar – de movilidad, construcción, conservación de áreas verdes y biodiversidad, recuperación de residuos y basura, etc. Luego, se planifican esos cambios: al principio, en términos generales, buscando la ayuda de los técnicos disponibles y con la participación de la mayor cantidad posible de personas, incluidos, si es posible, municipios, asociaciones, parroquias, sindicatos, etc.

Moviéndose por este camino, la contraparte pronto será escuchada. El movimiento NoTav de Valdisusa se ha convertido en un caso nacional, no solo por haber dicho NO a un trabajo miserable – también y sobre todo por el clima – sino porque estudió el proyecto, mostró su absurdidad, presentó diferentes propuestas, construyó Información, participación e iniciativas sociales y económicas alternativas: es por eso que las contrapartes se hicieron escuchar de inmediato. Demasiadas: políticos, empresas, medios de comunicación, fiscalía y sindicatos; todos en marcha hacia el desastre climático. A Los trabajadores despedidos de Maflow (ahora Rimaflow) en Trezzano se les cerró y trasladó la fábrica llevándose consigo a los maquinarios; pero ellos no se limitaron a pedir la recontratación, con la intervención estatal, sino también un nuevo jefe: no los habrían obtenido. Ocuparon esos cuartos vacíos llenándolos con nuevas actividades: tiendas de artesanía, despachos de abogados, instalaciones de reciclaje, ferias, fiestas, reuniones, involucrando a miles de personas y convirtiéndose en un caso nacional. Para intentar detenerlos, el poder judicial intervino con acusaciones infames y sin fundamento, como en Riace. Allí, frente a cientos de refugiados que desembarcaron en la playa por la noche, el alcalde reclamó no solo un mejor sistema de hospitalidad, lo inventó y lo construyó junto con sus aldeanos y nuevos huéspedes; aquí también la contraparte cobró vida de inmediato, con Salvini y una magistratura cómplice. En estos casos, y en todos los similares, la partida ahora se juega en términos de movilización. Por supuesto, sus oponentes aún son muy fuertes y, en nuestro caso, las momias ciegas y sordas ante el cambio climático lo son aún más. Pero así queda claro quién está de un lado y quién del otro, y la construcción y el reclamo marchan siempre juntos.

Fridays for Future se enfrentan a otros cuatro dilemas. Uno: conciliar una visión global, la de los científicos del clima, con prácticas locales y movilizaciones en proyectos concretos. Dos: unir las dimensiones ambientales y sociales, porque los que sufren las consecuencias más graves del cambio climático son los pobres de la Tierra, a partir de los migrantes expulsados ​​de sus países por la sequía, las inundaciones y los desastres ambientales, pero también los habitantes de los barrios más expuestos a la contaminación son siempre los más pobres. Bloquear el uso de fósiles y la producción de CO2 significa cerrar en pocos años plantas, fábricas y proyectos que emplean a millones de trabajadores. No se puede hacer sin ofrecerles, a través de la conversión ecológica, un empleo alternativo más saludable, más útil y más satisfactorio. Es un pasaje que no se puede dejar a los gobiernos: debe involucrarnos a todos, comenzando, y no es fácil, desde los trabajadores interesados. Tres: la ciencia y la política. Los científicos negativos son ahora una minoría dispersa (y bien pagada), pero los que trabajan para hacer avanzar el desastre climático aún son un ejército. Por ejemplo, la Senadora Cattaneo: quien pone lo que sabe, e incluso lo que no sabe, a disposición de la lucha contra la agricultura orgánica, a favor de aquella industrial, una de las principales fuentes de gases de efecto invernadero, así como de enfermedades mortales. Pero el conocimiento de científicos expertos debe traducirse a la práctica, una tarea que no se puede delegar a políticos e industriales. Todos los involucrados en esta lucha deben asumir la responsabilidad, en términos de diseño y de manera compartida. Y serán cada vez más, porque el cambio climático no dará un respiro, con efectos cada vez más pesados. Por último: no dar crédito científico a la economía. Es una disciplina que continúa traduciendo todo en dinero, en precios: el ejemplo más grotesco es el análisis del costo-beneficio del TAV, que no calcula los costos de la devastación de toda una comunidad y los de la contribución de ese proyecto al proyecto de un apocalipsis climático. Obvio: no tienen precio.


Traducción del italiano por Michelle Oviedo