Durante el decimonoveno sábado de manifestaciones y protestas, el gobierno francés da una prueba más de la incapacidad de manejar la disidencia. El alcalde de Niza, Estrosi, se complace por la acción policial, asegurando que las personas peligrosas fueron neutralizadas.

A petición del propio alcalde, hace unos días, el prefecto de los Alpes marítimos había prohibido cualquier manifestación en Niza tras la violencia que hubo lugar en París durante el fin de semana anterior.

El primer ministro, además de haber anunciado la necesidad de limitar el derecho de la manifestación, lo desanimó enérgicamente con el aumento de multas e interpelaciones policiales para cualquier persona que llegara a las manifestaciones de los chalecos amarillos.

Como se esperaba, un pequeño grupo de manifestantes se reunió en la Plaza Garibaldi, que no había mostrado ningún signo de agresión al desobedecer el decreto prefectoral.

Entre ellos, con la bandera de la paz en la mano, la «muy peligrosa» militante Geneviève de setenta años, reclamó la libertad de manifestarse como muestra el video.

Rápidamente se encontró en el suelo inmediatamente después de un repentino cargo policial. Con un cráneo fracturado y varios moretones, Geneviève se encuentra ahora en la unidad de cuidados intensivos del hospital de Pasteur.

 

Aunque el derecho a manifestarse no está expresamente reconocido en la Constitución francesa, está incluido en la Declaración de los Derechos Humanos y de los Ciudadanos dentro de la libertad de expresión, así como en la Convención Europea de Derechos Humanos. El límite de este derecho está constituido por la salvaguardia del orden público.

En este caso, el orden público no parece haber estado en peligro por la violencia de los «alborotadores», sino por un ciudadano que reclamaba un derecho inalienable. La falta de proporcionalidad entre la acción policial y las circunstancias muestra que la expresión pacífica de una libertad y un derecho humano puede ser difícil de manejar por quienes tienen el monopolio de la violencia.

La estrategia adoptada hasta ahora por el gobierno francés ha sido encontrar soluciones militares sólidas y romper la disidencia por la fuerza. Las actitudes, palabras y la retórica utilizadas son las de una guerra social en ese país que en 1789 declaró que quería salvaguardar entre los derechos fundamentales e imprescriptibles de cada hombre y cada ciudadano la libertad, la propiedad, la seguridad y la resistencia a la opresión.


Traducido del italiano por Michelle Oviedo