Greta tiene dos inocentes trenzas y un pequeño rostro de una niña determinada de dieciséis años. No es la primera adolescente que se presenta ante los más poderosos del planeta y resalta sus limitaciones (recordamos a Malala en el 2013 y Maud Chifamba en el 2014 sobre la educación femenina, por dar solo dos ejemplos). Pero Greta Thunberg en el Cop24 en Polonia se ocupa de lo que ya se siente en nuestros hogares; el cambio climático. Es perceptible y no hay más las voces de aquellos ancianos que intentaban   tranquilizar diciendo: «no, incluso en mi época hubo un verano así de seco…». Con las mismas trenzas inocentes Greta se presentó luego en Davos, fue invitada al Foro Económico Mundial y aumenta la dosis. «No quiero su ayuda, no quiero que tengan esperanza, quiero que entren en pánico». Su forma de decir las cosas es dura en el tono de aquel que está profundamente decepcionado por el mundo adulto, pero sus acciones son ejemplares y, hasta ahora, no violentas. Tan joven pero decidida, y con la ayuda de las redes sociales, se ha convertido en un icono juvenil que está respondiendo, al menos en varios países, a la generación de Millenials. La protesta se extiende, cada semana aumenta el uso del hashtag #climatestrike por parte de los estudiantes, los cuales comienzan a pedir a sus gobiernos que enfrenten el problema del cambio climático y, por lo tanto, la salud del planeta pensando en aquellos que tienen que vivir en él durante mucho tiempo. Recuerdan a las generaciones que tienen el poder, que sus acciones de hoy también caen sobre aquellos que están naciendo o se están formando. Nos recuerdan las responsabilidades. Nos piden que detengamos la loca carrera hacia la nada.

Pero los adultos que están en los gobiernos, y no solo ellos, están inmersos en otro clima. Un clima que, en cambio, debería realmente cambiar para permitir que venga el futuro y dicte los temas de la Agenda. Un clima político descontrolado y vulgar, con la ayuda de mercenarios que odian la red de residuos digitales. Un clima que, se dice, se debe a la campaña electoral que debería concluir con las elecciones europeas, pero que en el fondo creemos que continuará porque es un modus operandi, es la forma de la política actual. Un clima social empobrecido y asustado que nos hace correr detrás de los gastos a pagar, que nos hace sentir como enemigos, que nos hace ver solo los defectos de los demás y, por lo tanto, nos empuja a sacar nuestra peor parte. Un clima decadente donde parece que solo hay ellos, los del teatro mediático que dicen que nos imitan, pero que al final nos inspiran a imitarlos a ellos. Un clima en el que perdemos de vista lo que es bueno, lo que es bueno en nosotros y en los demás. Porque incluso eso existe. ¡Atención, existe y resiste! Quizás solo espera encontrar la nota correcta para generar una nueva frecuencia, una frecuencia que toque la barrera del sonido y nos proyecte hacia ese futuro posible y diferente que desde siempre ha sido el sueño que ha incentivado las mejores acciones de los seres humanos.

Tal vez entonces tengamos que detenernos por un momento e intentar realmente cambiar este clima. Detengámonos y preguntémonos: ¿qué es lo que realmente necesitamos? Hacer silencio, escuchar la voz que podría surgir en medio de nuestro ruido interno y luego preguntarnos nuevamente: ¿qué es lo que realmente necesitamos?


Traducción del italiano: Ana Gabriela Velásquez Proaño