La pesadilla para Saman Naseem debería haber terminado.

Pocas horas antes de la horca, en febrero de 2015, este joven kurdo de etnia iraní condenado a muerte por un asesinato cometido a la edad de 17 años había obtenido la suspensión de la ejecución.

El caso había sido devuelto a un tribunal de primera instancia para que lo reconsiderara y el mundo, lentamente, después de haber dado un suspiro de alivio, se había olvidado de él. Sin embargo, las organizaciones de derechos humanos continuaron enviando llamamientos a las autoridades iraníes pidiendo clemencia.

Ahora la buena noticia es oficial. El 25 de enero, el Tribunal de Apelación de Urmia anuló la pena de muerte y la sustituyó por una pena de cinco años de prisión. Dado que Saman ha pasado más de seis años en prisión desde su arresto, su liberación debería ser inminente.