A pocos kilómetros de San Salvador de Jujuy está el Barrio Alto Comedero, uno de los más grandes y populares del distrito de la provincia que ha terminado por ser el lugar que marcó fuertemente el destino de Milagro Sala.

Al interior del Alto Comedero, Milagro Sala y su organización Túpac Amaru han construido miles de viviendas populares, para luego construir en la misma zona de las fábricas, un centro cultural, una escuela, un centro de salud, áreas recreativas, parques infantiles y el parque acuático más grande en el norte de Argentina.

Justamente es en base a estos logros que hoy se han levantado cargos injustificados e ilegítimos contra la lideresa Sala, quien durante más de un año paga con su libertad acciones inconstitucionales e ilegales, llevadas a cabo por el poder judicial local.

Por extraños juegos del destino, a pocos kilómetros del lugar donde floreció la organización Túpac Amaru, también se encuentra la prisión en la que Milagro Sala lleva detenida ya 380 días.

La solicitud para entrar con nuestras cámaras en la prisión de Alto Comedero para entrevistar a Milagro Sala fue rechazada, así como la anterior solicitud para encontrarnos con el gobernador Gerardo Morales. Sólo podemos solicitar una visita a Milagro, como cualquier otro visitante.

Cuando cruzamos las robustas puertas grises de la prisión, comenzó un largo juego de espera y de controles. Después de la identificación y tras el anuncio de querer visitar a Milagro Sala, se puso en marcha un mecanismo, que viene funcionando desde hace más de un año y que incluye el pasar de un agente penitenciario a otro, como parte de un ritual de verificación, y un minucioso control corporal.

Con un poco de paciencia, finalmente llegamos al área donde las mujeres detenidas pueden recibir a familiares y amigos, en los días y horas establecidos.

El guardia carcelero grita el nombre de Milagro Sala, quien llega inmediatamente vestida con ropa deportiva, zapatos para correr y a paso ligero hacia nuestro encuentro.

Nos recibe con los brazos abiertos, a uno por uno, con un fuerte y emocionado abrazo, en un silencio que habla por sí mismo.

Con pocas palabras y algunas sonrisas descargamos un poco de la tensión acumulada en los días anteriores. «Eres italiano, ¿verdad? ¿Es cierto que incluso me conocen en el extranjero?», me pregunta Milagro con un tono emocionado, curioso e incrédulo.

Mi respuesta llega rápidamente, luego de mis saludos junto con los de otros amigos de la Redacción de Pressenza y, finalmente, un gran trozo de queso parmesano traído de Italia.

De repente, casi intempestivamente, Milagro me agarra de la mano y me lleva al lado de un joven guardia de la prisión, que se encuentra a pocos metros más adelante. «¿Viste, viste que saben muy bien de mí también fuera de la Argentina? Díselo…», Milagro dice con una sonrisa tranquilizadora y de orgullo.

De esta manera, comienza la visita a la líder de la Túpac Amaru. Hoy es un día radiante para ella. Hace todo lo posible para dedicarle tiempo a todos los que están allí a su alrededor. Juega con los nietos con un aparato ortopédico en la rodilla izquierda, discute con los familiares, corre a saludar a las otras personas que de vez en cuando logran cruzar el umbral de la zona de recepción.

Bastaron unos minutos y unas cuantas reflexiones para entender cómo dentro de ese pequeño cuerpo cautivo, está la fuerza de una mujer valiente y generosa que no puede siquiera en la cárcel anteponerse a sí misma frente a otros.

Dentro de la prisión, Milagro ha llevado el alto sentido de la responsabilidad de todo un pueblo que cuenta con ella. Ha llevado el temor de tener que presenciar la destrucción de lo que fue creado durante la última década por la organización Túpac Amaru. Ha traído el dolor y el sufrimiento de la persecución y las amenazas sistemáticas que sus tupaqueros siguen sufriendo por el simple hecho de ser tupaqueros, y por ser vecinos suyos. Pero todo ello no es suficiente para arrebatarle su determinación y fuerza.

Su capacidad para luchar por los derechos es inagotable e increíblemente eficaz, incluso dentro de la prisión de Alto Comedero, donde Milagro ha luchado y continúa luchando diariamente para mejorar las condiciones de vida de todos los detenidos.

Luego de un mate y algunos pensamientos profundos, llega el momento de decir adiós, y con ellos viene un par de lágrimas y el deseo de volver a encontrarnos, esa vez caminando por las calles.

Pasamos un par de horas fuera de la prisión en Alto Comedero para recoger las reflexiones de algunas personas que han ido a visitar a Milagro desde diferentes partes de Argentina. En el vídeo a continuación hemos recogido sus testimonios.