NY 06/10/2016  Ayer se inauguró la primera salita del Mensaje de Silo en la costa Este de Estados Unidos. La salita está ubicada en Astoria, Queens, y considerará a las diversas comunidades étnicas de la zona. Ya se conformaron grupos hispanohablantes y angloparlantes, y los coordinadores están pensando en comenzar con uno en portugués. La salita será usada para las reuniones de las comunidades del Mensaje de Silo, y también para realizar ceremonias, para estudiar y para celebraciones especiales.

El Mensaje de Silo dice que todo ser humano debiera tener el pleno derecho de creer (o no creer) en la inmortalidad y lo sagrado. El Mensaje le da la mayor importancia a los temas de la inmortalidad y lo sagrado, pues la orientación de una persona en la vida depende de cómo se posiciona con respecto a estos temas.

El Mensaje asume las dificultades que conlleva el observar detenidamente nuestras creencias fundamentales, en contra de la censura y autocensura que inhiben a la libertad de pensamiento y a la buena  consciencia. Dentro del contexto de libertad de interpretación, la inmortalidad, para algunos, se refiere a que las acciones realizadas en vida siguen en el mundo aunque muramos físicamente. Para otras personas, lo que asegura que persistimos en el mundo luego de morir son los recuerdos que dejamos en los seres queridos, o incluso en la sociedad en general. Y para otros, la inmortalidad significa que nuestra existencia individual continúa en otro plano.

También en cuanto a la libertad de interpretación, algunos sienten que lo sagrado es lo que nos provoca el afecto más inmenso. Para estas personas, sus hijos o sus seres queridos representan lo sagrado, y tienen un enorme valor que no deshonran bajo ninguna circunstancia. Otras personas consideran que lo sagrado es el ser humano en general, y sus derechos universales. Y, para otros, la esencia de lo sagrado es lo divino. Las diferentes posturas frente a los temas de la inmortalidad y lo sagrado no deben ser solo “toleradas”; debemos respetarlas de la manera más sincera.

Traducido por Emilio Stanton