Este pasado 22 de abril, tuve el gran placer de escuchar al académico islámico de Colombo en Sri Lanka, Sheik Muiz Bukhary, quién es un imán para la asociación musulmana más grande del lugar. Después del servicio, hablé con el predicador y le dije que me gustaría que muchas personas como yo –que no son musulmanas- pudiesen escuchar su predicación, ya que muestra al islam tal como es y para ayudar a equilibrar la negatividad que es tan común en los medios de comunicación en estos días en relación con el Islam. El evento se llevó a cabo por la Asociación de Bangladesh de Hong Kong, en su cuartel general en Yau Ma Tei, en el lado de Kowloon de Hong Kong.

Después de las formalidades realizadas por los VIPs- que duró casi tanto como el sermón del buen Sheik- el orador abrió la ceremonia con palabras del Corán, el libro sagrado del islam, y cantaba aquellas palabras de una manera tan maravillosa y penetrante que revelaba la espiritualidad del Corán y el árabe como lengua y en mi caso, movía el espíritu a pesar de no entender esas palabras. Pude ver con cuanta facilidad como usar el lenguaje de tal manera puede tocar el corazón de los creyentes. El poder del mundo en donde resuenan las palabras.

Su primer discurso era acerca de la unidad dentro del islam, señaló que cualquier discusión sobre los principios fundamentales no es tolerada. Tener distintas opiniones sobre otros temas está permitido, si usamos un árbol con sus ramas como analogía, el tronco principal son los principios. Por supuesto que hay diferentes ramas que salen de la enseñanza principal y hay referencias históricas a estas y existen miembros que podrían pertenecer a una u otra de estas líneas de desarrollo o escuelas de pensamiento y en estos casos sí, existen diferencias, pero hay que mantenerse pegado a las creencias de uno mismo y no tratar de convencer a otros. Esa es elección de ellos, así como usted hizo la suya.

Su segundo tema -que introdujo una vez más con su voz resonante que decantaba las palabras del Corán- era concerniente a la envidia, como la envidia disipa todo lo bueno conseguido durante toda una vida y como, sin importar cuan numerosas sean estas buenas obras acumuladas, la envidia y los celos eran como darle leña al fuego, la leña eran las buenas acciones y el fuego las malas que reducían la leña a ceniza al final del día, en el momento de ajustar cuentas (El día del juicio).

Mientras que la manera en la que se dio el sermón era tal qué se podía oír desde cualquier púlpito cristiano iluminado o desde cualquier plataforma budista, lo que vino con brío fue la fuerza islámica. Era como si los cristianos hablaran desde la parte superior de su cabeza, y los budistas en su camino de la compasión hacían que el orador pronunciara las palabras con humildad, por lo que uno tenía que escuchar con atención, calmar el corazón, pero la animada energía que se manifestaba a través del Sheik provocó una respuesta diferente. De hecho, el islam parece estar en un modo expansivo en la actualidad.

El pensamiento que me venía de manera recurrente, era el deseo de que aquellos que son escépticos acerca del Islam -debido a que son alterados por los medios de comunicación por los violentos eventos que ocurren en todo el mundo y que son descontextualizados en nombre de esta religión y por lo tanto también sus intenciones- pudiesen oír, ver y estar entre hombres y mujeres que practican la religión para entender que la realidad es otra. Ciertamente, el Islam es una religión de paz y no violencia.

Traducido al español por: Andrea Espinosa