Es mucho lo que se comenta y se escribe, y son muchas también las explicaciones que están circulando por el éter. Con muchas de ellas uno se siente de acuerdo de modo instantáneo, luego  lees otras distintas y también parecen razonables. Hemos tardado un largo tiempo antes de decidirnos a sumarnos a esta orquesta disarmónica.

Pressenza no puede pretender esclarecer todo lo que ha ocurrido, ni en los atentados de Paris ni en los asaltos de Colonia. Para ello nos falta en contacto directo con las fuentes de información. Lo que sí podemos hacer en Pressenza -una plataforma de noticias por la paz y la no-violencia- es ofrecer un mástil, o al menos recordar que existe. Me refiero al mástil de la embarcación de Odiseo, en el que se hacía atar para poder resistir al canto de las sirenas. Lo que nosotros estamos necesitando es una especie de mástil interno. Un fundamento para dar consistencia a nuestra humanidad y a nuestras convicciones en algunos valores básicos para formar nuestra idea del mundo y tomar nuestras decisiones. Esto nos puede proteger de la irracionalidad  que se despliega cada vez tras el impacto de los acontecimientos y nos puede ayudar a encontrar una postura coherente pase lo que pase.

Hemos podido sentir ese mástil interno cuando en Alemania dimos la bienvenida a los refugiados. Estábamos seguros de que había que dar protección a esos seres humanos que huían de una  guerra absurda, de la muerte y de la destrucción. Tras años de noticias de ahogados en los intentos de cruzar el Mediterráneo, noticias de masacres en Siria, tras la rabia de ver cómo Europa se aislaba del resto del mundo; fue por fin un alivio poder hacer algo para ayudar a la gente directamente.

Después se puso dificil. Nos encontramos con que tras muchos esfuerzos, al parecer hay algunas personas en las que no se ven los frutos de nuestra compasión. Que hay algunos que abusan  de nosotros y de nuestras libertades. O que simplemente no entienden, no son capaces de adaptarse a otra cultura y a otra mentalidad.  Son hombres que se ríen de los derechos de la mujer, son mujeres que quieren permanecer subordinadas al hombre, personas que se niegan a aprender alemán; estos son experiencias cotidianas de colaboradores de refugiados, no tienen nada que ver con los acontecimientos de Colonia. Hay una gran decepción. Nos preguntamos si hemos hecho todo mal. Tal vez no debimos abrir nuestras fronteras y nuestros corazones porque ahora resulta que aquellos que quisimos proteger son justamente los que nos hieren. Comenzamos a degradarlos para no tener que confrontarnos con nuestras ilusiones.

Es tiempo de tomar conciencia de que nunca está mal ayudar a quien lo necesita. El error está en esperar que cientos de miles de personas sólo por el hecho de recibir nuestra ayuda se convertirán de  pronto en ciudadanos estables, amigables y no-violentos. Podemos hacer nuestro aporte para mejorar el mundo,  pero no podemos esperar que por ello el mundo se arregle de inmediato.

No debemos olvidar todo el efecto positivo que ha tenido hasta ahora la disposición abierta de Alemania hacia a los refugiados -al menos en el aspecto político- como algo único y ejemplar. Aparte de las dificultades (Lageso y Cía. fallos organizativos en la logística) hemos enviado al mundo una señal muy clara y da al resto de los gobiernos un nivel para compararse. No se puede medir cuánto dolor se ha evitado, toda la violencia que se ha reconciliado, cuántas concepciones desafortunadas fueron transformadas, cuántos acontecimientos traumáticos se ahorraron o llegaron incluso a sanarse, todo eso nunca llega a los titulares. Las acciones de apoyo que recibe una familia siria podrán ser reconocibles todavía en generaciones venideras (asi como la negación de la ayuda, los actos de rechazo también quedan actuando en las generaciones venideras) Hemos hecho una contribución real para la reconciliación entre culturas, religiones y etnias. Este es un paso que, aunque tal vez pequenio, hacia la sociedad humana universal, hacia la Paz y la No Violencia que creemos que aspiran la mayoría de las personas en todos los países.  No podemos dejar que nuestra decepción nos desate ahora de nuestro mástil, el que nos está mostrando con claridad lo que es verdadero y lo que es falso. Hay todavía mucho que hacer en este mundo violento.

Traducción Mariana Garcia Morteo